Día 22. Palacio perdió dominio de la agenda de la crisis
Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax., 20 de enero de 2019.- De verdad nos cuesta trabajo pensar que la historia en sí tenga un sentido, un camino determinado, el sentido si lo tuviera, los otorgan los hombres y mujeres en su devenir, por ende, puede existir avances y retrocesos de acuerdo a valores en este devenir.
De esta manera la relatividad de la historia es la única certeza que se tiene y sólo en cuanto historia y no en cuanto devenir. En razón de lo anterior, los oaxaqueños estamos en posibilidad de hacer nuestra historia de acuerdo a intereses colectivos y no individuales, como está sucediendo actualmente.
Lo único que podemos hacer es asignarle valores del cómo nos ha ido en la historia de acuerdo a referentes, no hay de otra manera. Algunos arreglan este problema con máximas: “Todo ayer ha sido mejor que hoy” o “el mañana siempre será superior al hoy”. Creo que esta no es la mejor manera de resolver el problema.
Ahora, el primer punto de partida para valorar el hoy es la percepción contra los datos duros del ayer. Como toda percepción es muy relativa, es subjetiva, sólo nos puede otorgar certeza la comparación.
Algunos opinan que la percepción es el manifiesto del cómo nos ha ido en esta vida oaxaqueña. Así tenemos al señor Quadri que dice que Oaxaca es una carga desde la perspectiva de su subdesarrollo, bueno, es sólo un referente, no vale la pena otorgarle seriedad al asunto.
Vayamos a nuestra tesis: Existe un proceso de decadencia de Oaxaca en su asociación política llamada Estado y en su sociedad enmarcada en una serie de relaciones sociales, económicas, políticas, ideológicas y culturales.
En primer lugar, existe un proceso de deterioro de sus instituciones políticas.
Las instituciones comunitarias, que se llamaron Repúblicas oaxaqueñas, que fueron y han sido un baluarte para una alternativa para el régimen capitalista, están en franca decadencia.
Aquellas armoniosas comunidades con sus relaciones distantes a la mercantilización, se debaten hoy ante la embestida de los valores capitalistas de la producción.
Ya hay competencia y cobro por el cargo de autoridad, la corrupción recorre por los valles, costas y montañas oaxaqueñas, los valores de la reciprocidad, la solidaridad, el tequio, la gozona, se extinguen inexorablemente. Se está perdiendo las identidades de nuestras naciones, pocos sienten el orgullo de ser mixtecos, mixes o zapotecos.
Esta comunalidad fue el sustento de estos pueblos durante siglos.
Cada día, mes y año que pasa tenemos peores concejales, peores presidentes municipales del régimen de partidos, llegan a las labores de autoridad para expoliar a sus poblaciones.
Historias de éxito de presidencias municipales no he sabido en los últimos años. De la misma manera, el deterioro del Poder Legislativo parece no tener fin, cada tiempo es peor, los colores partidistas no lo distingue. Diputadas y diputados, con sus excepciones, son diáfanos en su ignorancia, en su falta de compromiso con el pueblo y en su corrupción.
Del Poder Judicial vale decir que caer en sus manos es ya la perdición. Del Poder Ejecutivo y de la administración pública es evidente que a través de los años tenemos un retroceso en su eficiencia y en su eficacia, parece que no tiene fin.
Los gobernadores tienen una competencia histórica para ver quién es peor. Parece que la pauperización moral de la clase política oaxaqueña no tiene remedio en el corto plazo.
En la administración pública la corrupción ha sentado sus bases, es señora. Secretarios incompetentes, sin mérito alguno, malos servidores públicos circulan de cargo en cargo, son cotos de familia, de amigos y compadres.
No se diga en la acción administrativa y política: no despegamos, la pobreza aumenta, la educación, los servicios de salud, los servicios de seguridad son un verdadero lastre; la violencia aumenta, la social y la familiar son expresión de ello.
Cualquier parte del aparato público que se exprima sale pus, apesta, pocos se salvan, así de grave está el asunto.
¿Quiénes hemos hecho todo esto? La respuesta es fácil: todos. En mayor o menor grado somos culpables de la grave situación en que atraviesa nuestro Estado.
No hemos sabido defender nuestras mejores prácticas políticas, hemos permitido el uso y abuso del poder político, del deterioro de nuestros valores comunitarios, de la descomposición de nuestras familias, del florecimientos de nuestros egoísmos y ambiciones, de ser apáticos ante la grave crisis de nuestras escuelas básicas y de nuestros centros universitarios, de nuestros partidos, sindicatos, organizaciones sociales e instituciones gubernamentales.
El grave problema de Oaxaca está en el debate entre la tradición y la modernidad cuya expresión es lo que hemos señalado, parece inexorable el triunfo de la modernidad con todos sus males.
Me declaro a favor de lo comunitario, de la tradición como alternativa al capitalismo, pues con este: todo lo que es sólido se desvanece en el aire.