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Periodismo bajo asedio
“México, es la dictadura perfecta.” Mario Vargas Llosa
No pasa nada en la dictadura perfecta de Andrés Manuel López Obrador. Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez cumplieron ayer 180 meses de ser víctimas de desaparición forzada del Estado mexicano, 5400 días, casi 16 años. Los 43 de Ayotzinapa cumplen hoy 8 años y medio, 102 largos meses, 3060 días de desaparición forzada. Miles de días de un permanente sufrimiento y desesperanza para sus seres queridos y familias, una herida abierta para el pueblo mexicano pero, en la dictadura perfecta de Andrés Manuel López Obrador no pasa nada.
Las viejas leyes de la guerra siguen gobernando nuestro mundo, México es un país ocupado donde las fuerzas de ocupación al mando de Andrés Manuel López obrador, siguen sembrando destrucción y muerte a su paso. Por cientos de miles se cuentan las bajas civiles de las que muchos han ido a parar a fosas clandestinas. Supera más de 120 mil el número de personas desaparecidas. Pero para Andrés Manuel López Obrador, ni las víctimas de desaparición forzada, ni las ejecuciones extrajudiciales de líderes comunitarios, campesinos e indígenas son su responsabilidad. Va gobernando cual vil títere de los militares que operan las bandas de sicarios y paramilitares, el crimen organizado que asola este ocupado país llamado México.
El viejo presidencialismo sigue más vivo que nunca, el viejo partido de estado solamente ha cambiado de siglas, las viejas prácticas corruptoras se han perfeccionado y adaptado a la exigencia del desarrollo o subdesarrollo global en un país del tercer mundo saqueado y explotado permanentemente. El reciclaje de los viejos cuadros políticos es apabullante, como apabullante es el enriquecimiento de los hombres más ricos del mundo para los que se trabaja en nuestro país. Toneladas de oro y millones de litros de agua para empresas extranjeras mientras millones de pobres sobreviven en condiciones inhumanas. Pero no, Andrés Manuel López Obrador no se entera, mientras, a sus seguidores los ciega la ignorancia y en el peor de los casos el desprecio por los pobres.
Porque los pobres somos los esclavos de esta aldea global, de este capitalismo voraz que nos consume y, como en los no muy lejanos tiempos del Imperio Romano, los esclavos no somos personas. Somos cosas que no tenemos Derechos Humanos, por eso el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador niega que en nuestro país se violen Derechos Humanos, del mismo modo que niega los feminicidios o la existencia de amplias zonas del país controladas por el crimen organizado, porque ese crimen organizado obedece a las fuerzas castrenses. Fuerzas militares que han ampliado su poder y legalizado la ocupación de espacios e instituciones que deberían, si este fuera un estado democrático, ser encabezadas por civiles pero, parece que ni siquiera somos un estado, que somos una colonia y en el peor de los casos, esto sigue siendo una vieja dictadura militar que simplemente guarda las apariencias de ser una República.
Si Andrés Manuel López Obrador, si Salomón Jara en Oaxaca no se enteran de los muertos y desaparecidos, menos se enteran de los exiliados políticos y/o económicos. De los que hemos salido huyendo de la guerra para enfrentar otros tipos de guerra en una guerra global donde los seres humanos, nuestra dignidad y nuestros Derechos valen menos que la bala que nos mata: se dedican miles de millones de Dólares a la industrial militar y armamentística para destruir vidas y territorios, incluidos los territorios indígenas. Miles de millones de Euros para destruir nuestro planeta.
Así, cuando la humanidad enfrenta un verdadero riesgo de una hecatombe nuclear, es necesario seguir luchando por una paz justa y verdadera para los oprimidos del mundo. Que el viejo anhelo de justicia acompañe la memoria para llegar a la verdad en la búsqueda de reparación integral y castigo a los culpables como elemental principio del fin de la impunidad para evitar la repetición. Terminar con los oscuros tiempos de las dictaduras, del nazismo, sus campos de concentración, la destrucción y la muerte que dejan las ambiciones de unos cuantos sobre millones de seres humanos en nuestro planeta.
No queda tiempo para la contemplación, no hay tiempo para esperar que las cosas se arreglen por sí solas. Hay que andar cada mañana por esos viejos senderos de la paz, porque la paz es el único camino.
¡Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos!
Desde un rincón del exilio.