Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax., 24 de febrero de 2019.- Cuando decimos que la educación que imparta el Estado debe responder a la naturaleza de las luchas del pueblo mexicano, de su estructura social y que no debe corresponder a los intereses de una clase extranjera o nacional, de un partido, de una raza, de un grupo, de un sindicato o de una personalidad, estamos diciendo debe ser profundamente antineoliberal.
El neoliberalismo implica en educación estar al servicio del gran capital, se trata de formar individuos para la competencia, para la productividad. Todos los valores de la educación se economizan.
La escuela se convierte en la gran fábrica, la gran producción de la fuerza de trabajo para los capitalistas. En términos estrictos, el alumno será evaluado desde lo competitivo, de igual manera a los maestros y autoridades.
Los criterios de evaluación serán impuestos desde los intereses del gran capital y de su comparsa: el Estado. La economización de la educación es una realidad, la desigualdad y la miseria que trae consigo no tiene parangón en nuestra historia.
El proyecto más general de toda Reforma Educativa debe ser, entonces, detener este tipo de educación que genera la competencia, en donde unos ganan y la gran mayoría pierde, produce una sociedad de ganadores y de perdedores, en donde los perdedores no tienen más remedio que aceptar su ingrato destino o de plano repelerlo mediante la huida hacia las conductas más antisociales que hayamos conocido, como el suicidio, las drogas, el crimen organizado.
Estamos produciendo una sociedad frustrada con un conjunto de individuos sentenciados a su suerte.
Esta racionalidad que impregna a la educación como medio para alcanzar ciertos fines de las clases pudientes, desde luego, hace del maestro un medio más, un trabajador de la educación pues, por tanto, deberá estar capacitado para ello so pena de perder su empleo.
Al contrario, la educación antineoliberal deberá concebir al maestro como fin en sí mismo, como el ser humano que se realiza en su práctica educativa, como el ser más extraordinario que debe tener una Nación, el maestro debe ser la virtud andando, su respetabilidad es lo primero, su labor educativa debe ser vista como una misión.
Los maestros entonces no deben ser trabajadores de la educación sino los misioneros de la educación, bien tratados por el Estado, prefiero pagar a un maestro que a un general diría Pancho Villa, en donde lo que menos debe importar son la mejora de sus vidas puesto que desde el momento que ingresan al magisterio ya se les ha resuelto ese problema.
De verdad lastima ver a nuestros profesores demandando mejoras salariales, desde la educación inicial hasta los niveles superiores, incluso tomando acciones que demuestra la gravedad de su situación.
El maestro debe ser considerado el mejor hombre del Estado, el más valioso, el más considerado. El magisterio debe ser la mejor actividad que puede tener un hombre, pues su labor (no trabajo), es de suma importancia para la Nación. Ser maestro deberá ser una distinción.
El neoliberalismo ha hecho del maestro un proletario, por esta razón en el ser del maestro está luchar por su condición, organizarse, adoptar una ideología que guíe su lucha, declararse como enemigo de su principal empleador: el Estado.
Un camino seguro para la mejora de su situación obliga a los maestros a acceder a los órganos administrativos de la toma de decisiones de la política educativa, a conformar la mejor fuerza sindical, mientras que su labor educativa pasa a segundo plano.
Ha sido tan constante esta situación del maestro que se han ganado la crítica de la sociedad y del propio gobierno.
Desde luego, la pésima situación del profesorado ha repercutido en una pésima situación de nuestra educación. Si la Reforma Educativa de la Cuarta Transformación logra revertir esta situación del magisterio, seguramente el nivel de la educación de nuestro país sería la más adecuada para los intereses nacionales, no digo que sea de excelencia porque este es un concepto educativo del neoliberalismo para indicar su apego a la economización de la sociedad.
La econimización de la educación produce un pueblo sin atributos cívicos, humanitarios.
A la democracia le es conveniente la formación del hombre cívico, participativo, deliberativo, no un autómata al servicio de la organización burocratizada, formar un pueblo con atributos es la gran tarea de los maestros en el proyecto de la Cuarta Transformación.
La educación para la compartencia y no para la competencia es el signo de una educación intercultural, democrática, libertaria, justiciera e igualitaria, ni más ni menos.
Sin embargo, el proyecto que ha presentado el gobierno de México de Reforma Educativa adolece de su desvinculación radical de la educación del neoliberalismo, barrer de arriba abajo los elementos neoliberales del proyecto debe ser una obligación de los legisladores, si es que se pueden considerar transformadores y no conservadores.
La transformación radical de la educación neoliberal es una obligación no solo política de los legisladores sino también moral.