Prohibir comida chatarra en escuelas, primer gran paso contra la obesidad
CIUDAD DE MÉXICO, 17 de septiembre de 2019.- Apenas el jueves 12 de septiembre, en respuesta a legisladores que se oponen a tipifica como crimen organizado el uso de facturas falsas, López Obrador dijo que más que representantes populares son “farsantes, corruptos, inmorales, sinvergüenzas, simuladores, arribistas y politiqueros”.
Lenguaje de odio que divide y polariza; de adjetivos ofensivos como “farsantes, corruptos, inmorales, sinvergüenzas, simuladores, arribistas y politiqueros” que todas las mañanas utiliza el presidente mexicano contra sus críticos y sus opositores.
Sin embargo, y a pesar del odio que el presidente siembra todas las mañanas, para algunos supuestos críticos –que buscan la menor oportunidad para congraciarse con el tirano de Palacio–, el “grito” de la noche del 15 de septiembre fue “magnánimo”, “conciliador”, “histórico”, un paso “a la reconciliación nacional” y hasta “parteaguas” para la democracia mexicana.
Pero tampoco faltaron oportunistas que hasta presumieron de una ceremonia ejemplar “por austera y sobria”, cuando lo cierto es que la fiesta privada y el dispendio en secreto fueron iguales que en los gobiernos del PRI y el PAN, mientras en la plaza el pueblo era alimentado con lonches y circo.
Peor, ningún opositor o crítico reputado habló del peligroso mensaje subliminal –propio de un dictador–, que significó el “grito” de Obrador.
¿Por qué un mensaje subliminal y peligroso? ¡Que cada quien lo juzgue!
1.- En el balcón de Palacio, en la casa del presidente –porque el presidente mexicano vive en un palacio–, apareció solitario López Obrador, apenas acompañado de su esposa –con traje de diseñador–, sin que nadie más le quitara la atención y el reflector.
Es decir, todos los canales estatales de televisión y las cadenas privadas fueron dispuestas para un solo hombre, al que se enfocaba desde decenas de tomas en tierra y aéreas logradas por cámaras de los drones que machacaron, hasta la náusea, que México es el país de un solo hombre; de un tirano.
Nadie más apareció ni en los balcones aledaños ni en otras tomas. Pero el extremo de la egolatría presidencial fue el papel picado que cayó desde los edificios aledaños al Zócalo; cada uno de los millones de pequeños papeles con el nombre del huésped de Palacio; “López Obrador”.
¿Cómo definir esa egolatría presidencial? ¿No es propia del rey que asoma de su Palacio a saludar a sus lacayos? ¿Es el Luis 14 mexicano?
2.- ¿De verdad se pueda hablar de un grito “magnánimo”, “conciliador”, “histórico”; de un “parteaguas” y de un paso “a la reconciliación” nacional?
3.- ¿Cómo se atreven a hablar de un mensaje “magnánimo” –de grandeza–, cuando horas antes el presidente llamó “farsantes, corruptos, inmorales, sinvergüenzas, simuladores, arribistas y politiqueros” a sus opositores y críticos?
4.- Imposible hablar de “reconciliación nacional” cuando gracias a un ilegal mandato presidencial se persigue a opositores como Rosario Robles, Carlos Ahumada, Alonso Ancira y Juan Collado y cuando la persecución de Estado se extenderá a Jesús Murillo y Tomás Zerón.
5.- Resulta ofensivo hablar de “parteaguas” y “reconciliación”, cuando cada vez son mas las evidencias de que fue un crimen de Estado la tragedia en la que perdieron la vida la gobernadora de Puebla, Martha Érika Alonso y su esposo, el senador Rafael Moreno Valle.
6.- Resulta insultante para la sociedad toda calificar como “magnánimo” el “grito” de AMLO, en el Zócalo, cuando por presuntos acuerdos secretos con grupos criminales, todo México sufre la peor ola de violencia criminal de la historia.
7.- Y es igual de ofensivo hablar de un mensaje conciliador cuando por errores del gobierno de AMLO perdieron la vida más de 130 habitantes de Tlahuelilpan; cuando por el necio clientelismo se quedaron sin atención médica y sin medicamentos miles de enfermos del sector salud, cuando millones de niños seguirán en la pobreza a causa de la deficiente educación pública.
8.- Es una grosera ironía que el presidente Obrador lance “¡vivas!” a la soberanía nacional cuando su gobierno entregó, como pocos, la soberanía al gobierno de Trump; cuando por ignorancia Obrador echó al desempleo a miles de burócratas y a cientos de miles de empleados de empresas privadas.
9.- Es una burla arengar en la plaza “vivas” a “la libertad”, cuando el presidente mismo presiona a medios y empresas para cancelar la libertad de expresión, para que despidan a críticos de su gobierno; cuando no existe crítica en los medios públicos y cuando las televisoras del Estado sólo sirven para la propaganda presidencial.
10.- Y es una burla que al 15 de septiembre se hable de paz cuando se llegó a 28 mil víctimas mortales a causa de la violencia y el crimen –ante el silencio general de complicidad–, al tiempo que el presidente propone perdonar a criminales y matarifes.
Sí, la “grandeza” de AMLO es propia de un dictador.
Al tiempo.