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Periodismo bajo asedio
OAXACA, Oax., 11 de marzo de 2018.- Desde la perspectiva maquiaveliana la guerra electoral a diferencia de la contienda electoral, es una confrontación entre enemigos políticos, los enemigos políticos no se confrontan para medir fuerzas, en este caso para obtener los votos de los ciudadanos, sino para eliminarse, anularse, inutilizarse, en cambio, la contienda electoral implica sólo el dominio, la hegemonía, la dirección, la administración del partido mayoritario sobre el minoritario.
Durante el siglo 19 en nuestro país la confrontación por el poder político entre los liberales y conservadores se puede considerar como guerra electoral, siempre se buscó la eliminación del uno sobre el otro. Los cambios constitucionales expresan la magnitud de esta guerra, fue en verdad una lucha a muerte entre proyectos políticos.
La lucha electoral entre Juárez y el general Díaz, Madero y el general Díaz, Carranza y Obregón, Fox y López Obrador, así como entre Peña y Anaya en estos momentos, se da entre enemigos políticos, por tanto, en términos de guerra. Estas guerras electorales estuvieron y está por encima de las normas electorales y adquieren significados políticos en términos de enemigos.
Si esto es así, todos los elementos de la confrontación adquieren una dimensión distinta, los resultados son también de características fundamentales, del triunfo del general Díaz trajo consigo una larga dictadura, de la confrontación de Madero y el presidente Díaz una revolución, de la lucha entre Carranza y Obregón el presidencialismo, de Fox y López Obrador un régimen de coalición entre el PRI y el PAN, seguramente de la confrontación entre Anaya y Peña un cambio de régimen o la restauración del régimen de la Revolución modernizado.
En cambio una confrontación electoral no en términos de enemigos políticos sólo se expresa en nuevas modalidades administrativas, algunos cambios de política, nuevos programas, a veces exitosos a veces no tanto.
No alcanza la dimensión de transición, es sólo alternancia en el poder político, o la famosa idea de “quítate tú para que esté yo”. La situación del señor Anaya es que se ha convertido en enemigo político del presidente Enrique Peña Nieto. Aclaro, no del régimen imperante.
En la guerra electoral lo fundamental es la consecución del fin, es obligación del presidente Peña, en esta guerra con Anaya, vencerlo y conservar el poder político para él y su grupo, sin importar que los medios sean considerados honestos, honrosos, encomiados por el pueblo o por la clase política.
El pueblo siempre vitorea a los vencedores, los vencidos tienen la gloria sólo fugazmente. Claro está para que el Presidente Peña pueda triunfar necesita de la diosa fortuna que es la mitad de sus acciones y la otra mitad dependerá de sus habilidades.
Obligado por las circunstancias Peña Nieto ya está en la contienda lo quiera o no, es su deber aceptar esta realidad, ni siquiera puede desear hacerlo bien o de acuerdo a las normas electorales, en realidad lo que importa es que lo haga mejor que su enemigo, ganar, vencerlo, derrotarlo, asegurar el poder político, lo único que importa o debe importar es este fin. Porque la única medida de éxito es la victoria y no puede hacerlo más que utilizando los recursos necesarios para ello. La política del poder no es para frailes de buena voluntad. Está claro de que si pierde, lo espera un largo juicio en los tribunales, es la gloria o la deshonra.
Esto es así no porque el señor Anaya sea mala gente, es ya simplemente un enemigo político. Todo político debe estar prevenido ante la capacidad de cualquier ser humano de hacer el mal para conseguir sus fines. Todo ser humano no se puede detener en consideraciones morales para obtener lo que quiera, esto es aprendizaje de vida.
Si el político tiene consideraciones éticas, morales, en este caso Peña o Anaya, está condenado a caminar en los senderos del infierno. Si el político piensa que su enemigo tendrá consideraciones de él, está muy equivocado, como tampoco debe tener ninguna consideración con su enemigo.
Es evidente que en la historia humana los políticos han preferido la venganza y su seguridad que a cualquier consideración de libertad. El político debe de pensar siempre lo que le puede hacer su enemigo en caso de ser él el vencido, por tanto, debe actuar en consecuencia. Es necesario que se adelante, con tiempo y oportunidad, para tener éxito en la confrontación.
La indecisión y la neutralidad son malas consejas.
Asimismo, una vez declarada la guerra, es prudente actuar con determinación y sin consideraciones sobre el enemigo, en caso contrario, encontrará en la venganza del enemigo su posible perdición. Nunca se debe dejar herido al enemigo político porque el revés será siempre brutal.
En el caso del señor Anaya a Peña Nieto le quedan cuatro opciones: hacer ganar al señor Meade, desbaratar o debilitar el Frente, aliarse con el señor López Obrador o con uno de los independientes, sacar al señor Anaya de la boleta. Lo que no se vale en estos momentos es ser timorato, débil, pusilánime.