El episcopado ante el segundo piso de la 4T
Cipriano Flores Cruz
OAXACA, Oax., 9 de mayo de 2019.- Las prácticas gubernativas porfiristas, tales como: “pan o palo”, “cinco dedos o cinco balas”, “mátalos en caliente”, “poca política, mucha administración, “ese gallo quiere maíz”, no demuestran la naturaleza del régimen porfirista como se ha pretendido, pero sí un conocimiento de la naturaleza de la política y del ser humano mexicano, al mismo tiempo, estas prácticas gubernativas expresan una concepción de la política como oficio práctico, técnica, habilidad y procedimiento.
Las prácticas gubernativas “pan o palo” “cinco dedos o cinco balas” no expresan más que la estrategia milenaria que los gobernantes de la historia han utilizado.
Para mantener estable un gobierno no es conveniente “puro pan o puro palo”, gobierno que así lo hiciere pronto se desmoronaría, son gobiernos por naturaleza inestables, lo correcto es la sabia combinación de entre las dos estrategias.
Vale decir, que la opción por el palo por el régimen porfirista fue en su etapa de decadencia y no fue naturaleza del gobierno. En realidad, si somos cuidadosos en el análisis, estas estrategias implican la búsqueda de la negociación, del acuerdo, de la conciliación, de búsqueda de relaciones personales para la solución de los conflictos y la búsqueda constante de clientela política.
En estas prácticas gubernativas también subyace la búsqueda de la informalidad en las relaciones políticas, de los compromisos y favores, de la deferencia y de las lealtades propias de una política conciliadora y no despótica.
Los gobiernos deben de saber combinar los principios ideológicos con las necesidades prácticas del gobierno, esto es lo que hizo Porfirio Díaz para poder mantener estable su gobierno, sin desconocer que el régimen tuvo constantes condiciones de existencia de conflictos que el gobierno supo . atender a tiempo, la paz porfiriana es también un estereotipo instrumentado.
Había que reconocer que formar o consolidar un Estado le es menester lograr la paz social. Es un acierto decir que todo gobierno debe de priorizar, para Porfirio Díaz y su equipo fue prioritario satisfacer las necesidades económicas de los mexicanos, otorgarles seguridad de sus bienes y vidas, para ello demandaron un gobierno eficaz y con mucho sentido paternalista, en este sentido, la democracia y las libertades pasaban a un segundo plano. Siempre ha existido el dilema entre seguridad y libertad, para algunos, la libertad no se puede alcanzar sin la seguridad.
El motín del barco Libertad en Veracruz del año 1879 del cual surgió el telegrama del Presidente ordenando sofocar la rebelión, en ninguna parte del telegrama se infiere que habría que eliminar físicamente a los amotinados, pero sí terminar con el problema.
“Mátalos en caliente” en su caso significó buscar la solución del problema por diversas vías antes de su expansión, desde luego, implicaba la vía política o policial. Los problemas políticos se pueden solucionar mejor “en caliente” que dejando pasar el tiempo puesto que se puede recrudecer y volverse incontrolable.
En el proceso de consolidación del Estado mexicano por el porfirismo no fue una tarea fácil. La primera cuestión del gobernante que pretenda estabilizar un gobierno, parte de considerar dos elementos: el territorio y la población, sin el control de estos dos elementos, que no se puede hacer a raja tabla, sino que necesita de habilidades en las negociaciones con las fuerzas territoriales, con estrategia y método, es imposible tener unidad de mando gubernamental, esto es precisamente lo que hizo Porfirio Díaz y su equipo.
Gobernar implica manejo político, esto consistió, en gran parte, el proyecto hegemónico del porfirismo. Una vez conseguido esto se puede establecer un estilo particular de gobernar: la centralización de las relaciones de poder como norma y recurso, énfasis en las relaciones personales del manejo político, convertirse en indispensable para la estabilidad del gobierno, adoptar una actitud patriarcal en su relación con el pueblo, considerarse como árbitro de las relaciones políticas del territorio y de la nación, por ejemplo, en sus relaciones con el Congreso nacional, los gobernadores, los caciques regionales, con las organizaciones sociales y políticas, con la prensa, el ejército y la iglesia.
Con todo ello, Porfirio Díaz demostraba su habilidad política, su conocimiento de la gente, su entendimiento de la realidad del país. Su paso por el ejército y por las batallas, que implicó el conocimiento estratégico, le sirvió para el ejercicio del poder político. Sin embargo, es una concepción equivocada sobre la existencia de una dictadura, de un poder absoluto, en realidad, en la época se ha reconocido una gama de organizaciones, clubes, asociaciones, caciques regionales, movimientos comunitarios, manifiestos que no estaban de acuerdo con el estilo personal de gobernar del oaxaqueño.
Para resolver estos problemas siempre se buscó una relación equilibrada y de acuerdo a las circunstancias del “pan o palo”. Fue su Waterloo no calcular su permanencia hasta el comienzo de rendimientos decrecientes de su régimen y un manejo adecuado de su sucesión.
El porfirismo tuvo como reto fundamental el cuidado de la soberanía y de las necesidades de la inversión extranjera, ambas de vital importancia. Mantener este difícil equilibrio, aún por la desmedida ambición de los gobiernos americanos, fue un verdadero reto de habilidad y buen manejo.
Lo cierto es que los gobernantes providenciales, Porfirio Díaz lo fue, surgen en los momentos en que las sociedades se debaten en grandes contradicciones.
Las difíciles condiciones de su Estado natal Oaxaca, la intervención francesa, la falta de consolidación del proyecto liberal, la instauración del proyecto hegemónico de Benito Juárez que sólo la muerte lo impide, la inexistencia de la clase económica pujante para crear el mercado nacional, estar en condiciones de relaciones difíciles con los Estados Unidos de Norteamérica y ante una población pobre y falto de identidad, la existencia de Porfirio Díaz se hace entendible.