Economía en sentido contrario: Banamex
CIUDAD DE MÉXICO, 3 de octubre de 2018.- Ni la boda adornada por 9 mil rosas blancas consiguió distraer el sentimiento de agravio por la “sentencia” contra Javier Duarte de Ochoa.
Lo que le sigue de burla, es lo que perciben quienes por mucho tiempo han seguido la magna corrupción que tuvo lugar en Veracruz durante su gobierno. Miles de cuartillas han sido escritas documentando los excesos, la riqueza acumulada, las casas, los ranchos, los cuadros, hasta los diarios donde se hacía la tarea a favor de “la abundancia” merecida.
Javier Duarte resume, significa el lado más corrupto, más siniestro del sistema político mexicano.
Durante cinco de los seis años de su gobierno, la Auditoría Superior de la Nación documentó faltante tras faltante. Dinero del erario. Dinero que nunca llegó a su destino. Y no se hizo algo en su contra, por el contrario, se le permitió seguir gobernando… y “robando”.
A su detención en Guatemala, siguió el “exilio dorado” de su familia, incluidas suegra y cuñada, en Londres. Donde, hasta la fecha, viven como la realeza de ese país.
¿Podríamos imaginar mayor ofensa? No solamente a los veracruzanos, sino a todos los mexicanos que viven de su trabajo, de su esfuerzo honesto.
Días antes de “declararse culpable”, a cambio de recibir una sentencia irrisoria, Duarte de Ochoa dio una entrevista. Muy extraña porque el papel del reportero fue débil, sin insistir en los temas noticiosos. Entrevista que sirvió para que mandase un mensaje: “Soy un soldado del Presidente”.
También se llamó a sí mismo “pagador”, afirmando que le había tocado ser eso, justamente eso: “el pagador”.
Cuando el juez le insistió si conocía las consecuencias legales de su “declaración de culpabilidad”, si aceptaba la sentencia de 9 años, Duarte respondió que sí, que lo hacía porque seguía siendo institucional.
Más claro, difícilmente.
Sería de una tristeza infinita que estuviésemos frente a una realidad de mafiosos donde uno de ellos, para el bien común de los demás, para ayudar a garantizar la impunidad de los otros, se sacrifica como “pagador”.
Tendríamos que preguntarnos, además, quiénes son los otros. Porque sus amigos, sus socios, todos los que recibieron millones de pesos como beneficio de su complicidad, ya declararon en su contra. Y, sobre todo, ante la autoridad correspondiente, ya declararon, aportaron pruebas de la responsabilidad de Karime Macías.
Sin que nada de esto haya sido escuchado por la PGR, por el señor “encargado del despacho” del procurador, por todos los ministerios públicos que llevarán el resto de sus vidas el ridículo de las omisiones en el caso de los señores Duarte-Macías.
Libros enteros hablan de cómo se compraron las casas, de cómo se ordenaron crear empresas fantasmas, de la manera en que Karime “exprimía” al DIF, sobran testimonios, pruebas, documentos que no fueron tomados en cuenta.
Lo único que tenemos es el agravio inmenso de la sentencia, una babosada comparada con el monto del desvío. Y la declaración de Duarte de que es el más institucional de los soldados del Presidente…
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