Cortinas de humo
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de agosto de 2017.- ¿Qué pensará frente a la cuartilla en blanco? ¿De qué manera acomodará sus pensamientos para dar vueltas, ochos perfectos, mentándole la madre a Miguel Ángel Yunes? ¿Cómo logrará convencerse de estar en lo correcto al escribir esas largas cartas que, no obstante la basura que son, consiguen publicidad?
Javier Duarte es uno de los hombres más juzgados, sentenciados incluso, por la opinión pública que durante muchos meses, largos meses, fue enterándose de sus barrabasadas, de su soberbia, de sus negocios, de sus incapacidades supinas al frente del gobierno de Veracruz.
Cualquiera que haya leído diarios o visto televisión en el último año conoce de qué se le acusa a Duarte, sabe de sus ranchos, de sus casas, de sus negocios, de la impunidad inmoral que le concedieron a su mujer Karime. No hay ignorancia alguna en millones de mexicanos que tienen muy definida, al menos en su entendimiento, la responsabilidad del ex gobernador en un faltante al erario público de muchos millones de pesos.
Duarte se ha convertido en un signo inmenso, contundente de la corrupción del poder en nuestro país.
Y es, justamente, a partir de esta realidad que se erige en acusador de su verdugo, del hombre que lo ha perseguido, que ha conseguido las pruebas para ponerlo en la cárcel. Es a partir de una miseria humana terrible que Javier Duarte acusa de Miguel Ángel Yunes. Ver para creer.
Y, lo más asombroso, encarcelado, sujeto a juicio, no pide por él, no argumenta su presunta inocencia en los delitos que se le imputan, sino que “exige” que sus colaboradores sean puestos en libertad. Los mismos que ya comenzaron a declarar en su contra.
Duarte ha amenazado en seguir su “huelga de hambre” hasta que eso suceda. Como si no existiesen leyes o autoridades en nuestro país, como si siguiésemos hablando de gansitos y demás gracejadas que acostumbraba utilizar.
Uno se pregunta por qué concederle espacio a esto. Por qué periodistas respetables siguen la información de cuántos kilos ha bajado, qué bebe, cómo está su salud… como si fuese posible inventarlo víctima.
La realidad de Javier Duarte es tan grotesca como su físico. Como los 118 kilos con los que comenzó su “dieta” mal calificada como “huelga de hambre”. Lo que Duarte busca es fustigar, ofender públicamente a Miguel Ángel Yunes. Eso es obvio, lo que no entiendo es el sentido de leer sus cartas en horario estelar del noticiero nocturno. ¿De parte de quién? ¿Dónde termina el interés periodístico y comienza un morbo mal nacido?
Qué pena que la PGR, la misma que no puede tener información suficiente para proceder contra Emilio Lozoya, no haya tenido la capacidad de reunir suficientes pruebas en su contra para poder apresurar el juicio. Porque Duarte está en la espera de una nueva audiencia con el juez, una vez que el ministerio público reúna las pruebas en su contra. Como si no bastase con el cúmulo de realidades, de nombres y apellidos, de sumas, de responsabilidades penales que han estado con todo detalle en los medios de comunicación.
¿Quién no quiere que Duarte sea sentenciado? ¿Quién convenció al ex gobernador de que hiciera un tango mediático, con apoyo de algunos medios favorables al gobierno, para intentar hacerse la víctima? ¿Estamos frente a un suicidio asistido en sus inicios?
Lo cierto, lo importante, es que millones de mexicanos vomitamos lo que dice, lo que escribió, lo que hace hoy Javier Duarte desde la cárcel que, no olvidemos, no es de “alta seguridad”.
No estamos frente al acto final de una obra trágica y dolorosa para millones de veracruzanos, sino ante una puesta en escena tan desagradable como falsa. Hacer ruido no lleva al olvido.
Muchas voces deberían alzarse para callar a Javier Duarte. O, por lo menos, para cuestionar el infinito apoyo que parece tener en algunos medios de comunicación y en las autoridades federales… otra vez, cuál será su moneda de cambio para esto…
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