Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Nadie puede negar que cuando estás enojado no tomas las mejores decisiones. Te nubla la ira y no alcanzas a ver los mejores escenarios. Piensas que todo mundo está conspirando en tu contra y desconfías hasta de quienes siempre estuvieron a tu lado. Esa sensación no es la mejor del mundo, pero basta con respirar profundo y dejar que el tiempo haga su labor para que todo regrese a su lugar.
Pero debe ser bastante malo vivir con ese permanente sentimiento de ira. Es además, uno de los pecados capitales, y es por algo, más allá de lo religioso o espiritual, el que va enojado por la vida va contagiando esta sensación y en nada abona a una sociedad que necesita entenderse aún más.
Es un poco lo que pasa en México, tenemos un presidente que llegó enojado a gobernar, que cuando tuvo el poder, quería que quienes lo lastimaron se arrepintieran; aunque si no fuera así, es lo que demuestra todo el tiempo.
El ejemplo más cercano fue la marcha para defender al INE. Un instituto encargado de velar por las votaciones, y que siempre le ha atribuido que fue partícipe de que le quitaran la presidencia en el 2006, ahora que le llegó su turno de ser presidente, se ha encargado de señalarlo y criticarlo, el principal pretexto son los altos sueldos que tiene el instituto, pero es claro su trasfondo.
Se encargó de exhibir a los que participaron, como si hubiera sido algo malo salir a las calles a decirle que no todos compartimos su punto de vista. En el colmo de los extremos señaló que mi tío Adrián es un “supuesto defensor de los derechos humanos”, le quiero decir al presidente que mi tío no eligió su destino. Un crimen atroz, el asesinato de su hija y nietos, lo hizo levantarse, y exigir justicia, para él y para las víctimas, aquí me parece un insulto que le haya dicho “falsario”.
En mi propia experiencia me ha tocado ver como el presidente exhibe su enojo de no poder mejorar el sistema de salud, ofendiendo a otras víctimas. Ha tenido el grave error de decir que los padres y madres de niños con cáncer, tienen motivaciones políticas, como si el simple hecho de querer a tus hijos vivos, no fuera suficiente para mover cielo y tierra.
O su enojo porque el sistema de justicia que no ha podido mejorarse, tanto que es capaz de inventarse justificaciones como que el atentado de Ciro Gómez Leyva pudo haber sido para desestabilizar a su gobierno. Para un ser con ira, la responsabilidad siempre es de otros. Un enojado siempre se va a asumir como víctima, sin embargo, con la responsabilidad que ostenta, su omisión lleva algo de criminal.
¿Por qué cerró el proyecto del aeropuerto de Texcoco?, porque su ira le dijo que hiciera más caso a su ego que a los costos, “lo terminó porque podía”. Va a costar echar a andar el proyecto del Aeropuerto Felipe Ángeles, pero es parte de su plan y no lo va a dejar mientras siga siendo el símbolo de una victoria personal contra la clase política del pasado.
Pero el peor efecto es que ha contagiado la ira. Pasó de la “República Amorosa” a la nación de “pueblo malo” contra el “bueno”. El “bueno” claramente definido por quienes lo apoyan. Lo vamos a recordar como el hombre que nos etiquetó a todos, que él era el eje para discernir lo que sí necesitaba el país.
Su enojo le dicta que él es una causa por la cual luchar. Pero esperamos ya recapacite, porque este imperio de cerrazón podría continuar aún sin él, y eso nos pega a todos.