Cortinas de humo
CIUDAD DE MÉXICO, 26 de junio de 2019.- Para esas alturas de la conferencia de prensa ya habíamos entendido que no lo iban a hacer enojar, que no importaba cuán majadera fuese la expresión de una seudo periodista, el Presidente no iba a perder el control.
Ya habíamos escuchado el montón más absurdo de tonterías, desde la vocación de los emprendedores contra los alquileres por día, hasta la acusación al gobernador Carlos Joaquín de darle un convenio millonario a una empresa de Puebla, ya habíamos padecido viajes de ego provinciano, cuando López Obrador comenzó a hablar de libertad de prensa.
De esa libertad que él practica cada día con sus conferencias de prensa, con su convicción contra las mentiras. A eso se refirió.
Y de pronto me volteó a ver, estaba en primera fila, para decir que ahí estaban periodistas que habíamos pagado precios muy caros por decir la verdad, por no callar. Me dijo, claramente, ¿verdad? Y le respondí que sí, que había perdido mi casa.
Debí haber agregado que también un gobernador metido en el narcotráfico me metió dos veces a la cárcel por mis escritos. Pero él lo sabe.
¿A qué viene esto? A la diferencia. Inmensa. A un ejercicio de libertad, donde el primer mandatario se pone de tú a tú con quien lo interroga y/o lo insulta. Porque eso fueron, insultos seguramente pagados por algún político local, lo que hizo la presunta periodista que ni siquiera saludó o se presentó, la tipa que le llamó mentiroso, mal informado, casi tonto por dejarse engañar. Cosas peores con su celular grabando.
Y de ahí se dio la discusión. Con una gran paciencia por parte de López Obrador.
¿Qué no entienden los periodistas de las conferencias de prensa mañaneras? ¿Qué no entienden en provincia, en Quintana Roo, de este ejercicio de libertad? Mucho, casi todo. Porque se desperdicia el espacio. Porque quienes tienen la palabra se instalan en una dimensión muy ajena al periodismo, a los temas importantes, a lo que la realidad nos ha presentado fragmentado.
Desperdician, bellacamente, la oportunidad. Sexenios y sexenios pasaron sin podernos acercar a un presidente de la República, sin tener respuestas. Sexenios y sexenios pasaron donde el poder presidencial silenciaba y amenazaba, incluso debías salir del país para sobrevivir. Esta historia, tan reciente, parece ser ignorada por quienes preguntan nimiedades.
Valga el ejemplo de la jovencita heredera del diario local QUEQUI, que inició su pregunta hablando de su abuelo tabasqueño, para pasar a decir que mejor no vendiese la residencia para uso presidencial en Cozumel, y luego coronar su intervención hablando de los baches en las calles de la zona hotelera de Cancún.
¿Qué relación guardan esos baches con el ejercicio del poder presidencial? ¿Qué sentido podría tener que el primer mandatario tuviese conocimiento de esto? ¿A qué vinieron las acusaciones de convenios publicitarios del gobernador, supuestos además?
Lo cierto es que sobraban temas. Que la falta de censura oficial permite cualquier clase de libertad de expresión. Que el Presidente contesta y vuelve a contestar, defendiendo su punto de vista en desacuerdo. Que si es difícil tener acceso a estas conferencias es mucho más arduo aprovechar la apertura a la información.
Y da miedo que esto cambie. Porque cualquiera, hasta López Obrador, tendría que salir lo que le sigue de harto frente a las preguntas que reporteros de provincia le avientan como bolas de papel arrugado tratando de darle en la cara…
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