La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de febrero de 2019.- La siguiente historia ya es un clásico de la picaresca y la cultura política mexicana.
Resulta que a lo largo de 1996, cuando el presidente mexicano era Ernesto Zedillo y cuando un fuerte opositor al PRI de entonces era el PRD de Cuauhtémoc Cárdenas, el cambio de dirigencia del partido negroamarillo pasaba por la casa presidencial de Los Pinos.
Por eso, en 1996 el aspirante a la dirigencia del PRD, Andrés Manuel López Obrador, estableció una alianza con el presidente Zedillo, la que dio como resultado no sólo la reforma electoral de 1996-1997 sino que confirmó a Obrador como jefe del PRD, además de que ganó el gobierno del DF para Cárdenas y la ilegal candidatura del de Tabasco al entonces DF.
El pacto López Obrador-Zedillo también significó una de las primeras traiciones de Obrador al PRD; traición a figuras emblemáticas como la de Heberto Castillo y, sobre todo, marcó el inicio del parricidio político de López Obrador contra su padre político, Cuauhtémoc Cárdenas.
Y viene a cuento la memoria porque en el PRI todos saben que la supervivencia del viejo partido tricolor pasa por la creación de un puente con el gobierno de López Obrador.
O si se quiere, que el nuevo presidente del PRI debe obtener la bendición del presidente López Obrador.
Y es que –le guste o no a muchos priístas, a simpatizantes y líderes–, el nuevo jefe nacional del PRI debe pactar, negociar y acordar; antes que chocar, confrontar y pelear con el nuevo gobierno.
Dicho de otro modo, si bien los políticos profesionales y los partidos opositores tienen la obligación de ser contrapeso al poder en turno, también tienen la responsabilidad de hacer política; negociar, pactar y acordar; sea con el diablo, sea con el mismísimo rey de Roma.
Por eso, frente a esa realidad política, obligan las preguntas; ¿Quién de los aspirantes a la silla grande del PRI será capaz de hacer real política ante al nuevo gobierno? ¿Hasta dónde llegarán los acuerdos políticos, sin anular la capacidad opositora y de contrapeso del PRI? ¿Se tragará Morena al PRI?
Para no pocos priístas de viejo cuño, el partido Morena y el nuevo presidente son algo así como el hermano tonto de la familia, que se sacó la lotería; Morena y López Obrador son vistos no como adversarios a los que se debe combatir y derrotar sino como el hermano rebelde al que deben regresar al redil.
Otros, sin embargo –como el ex gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz–, cuestionan severamente la pasividad de gobernadores del tricolor que parecen más de Morena que del PRI. ¿Alguien ha visto a un gobernador del PRI confrontar al presidente Obrador? ¿Alguien vio a un gobernador del PRI confrontar de manera pública a los presidentes Fox y Calderón?
Lo cierto es que ninguno de los aspirantes a la dirigencia del PRI parece dispuesto a convertir al tricolor en el principal adversario del gobierno de López Obrador. ¿Por qué?
Razón elemental; porque cuando fueron gobernadores o rectores nunca asumieron una postura de confrontación con el presidente de otro partido. Tanto Ulises Ruiz, como Ivonne Ortega nunca se distinguieron por pelear con el presidente en turno; Fox o Calderón.
A su vez, el ex rector de la UNAM y ex secretario de Estado, José Narro, nunca confrontó a políticos de otros partidos y no tiene madera de opositor a ultranza, de fajador de barrio.
Y el actual gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, fue un severo crítico de López Obrador en los tiempos electorales, pero ya con Obrador como presidente, apareció su capacidad negociadora, dialogante y pactante.
¿Quién, de los candidatos a la presidencia del PRI, será capaz de mover al priísmo –en el Congreso y en los gobiernos estatales–, para negociar, pactar y acordar con el gobierno de López Obrador?
¿Cuáles temas de la agenda de López Obrador serán negociados, pactados y empujados por una mayoría del PRI, para ganar el favor del presidente?
La creación de la Guardia Nacional –con toda la carga negativa que significa–, podría ser la prueba para quien aspire a la dirigencia nacional del PRI.
¿Quién será el valiente que consiga pactar con López Obrador y que, al mismo tiempo, pueda mantener a distancia a los jefes reales del PRI; Salinas y Peña?
Ese valiente o esa valiente será el próximo jefe del partido. Para bien o para mal.
Al tiempo.