Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de diciembre de 2019.- Poco a poco se extiende la oposición al gobierno y aumentará más el año próximo, cuando el mal desempeño de la economía y falta de estrategia contra la violencia comiencen a hacer mella en los bolsillos y en la vida cotidiana de los ciudadanos.
Las marchas del domingo reciente movilizaron a mucha más gente que los congregados al evento oficial en el Zócalo, sin acarreos ni asistencia obligatoria.
Ahora la pregunta es si los líderes partidistas, intelectuales y de organizaciones sociales tendrán la grandeza para articular una oposición que logre frenar la locomotora de Morena en 2021.
Estos tres segmentos (partidos, intelectuales y otras agrupaciones de la sociedad) juegan papeles distintos en la vida pública, pero eso ocurre cuando existe una razonable normalidad democrática, y no es el caso de México en nuestros días.
La concentración de poder en una sola persona, más la insistencia en demoler los avances democráticos para instaurar una tiranía manejada por autoritarios e ignorantes, parecen ser señales poderosas acerca de lo que está en juego.
El librito sugiere unidad entre los opositores, que por un tiempo dejen de lado los agravios, egos, y se guarden enconos y diferencias para dirimirlas cuando existan condiciones. Hay valores superiores en juego. Podemos perderlo todo, o casi todo.
De no concretarse la unidad, el año 2021 Morena volverá a arrasar en las elecciones y refrendará su mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y triunfará en los 14 estados que tendrán elección de gobernador.
Así regresaremos al país de los años setenta, con una economía devastada, odiándonos unos a otros, agobiados por la inseguridad, y un Presidente sin límites para cambiar la Constitución.
En la Cámara de Diputados las alianzas entre partidos opositores se darán en su interior, pero serán más fáciles si panistas, priistas, emecistas y perredistas dejan de golpearse desde ahora. Ya pasó 2018 y estamos más cerca de 2021. Hay una realidad diferente.
Para las 14 gubernaturas se va a requerir mucha más generosidad, si se trata de defender la democracia y que el gobierno no acabe por llevar el país a la época del caballo del trapiche.
La lógica dice que la oposición necesita unirse. Candidata o candidato único para frenar a Morena y quitarle la llave de los cambios constitucionales a su antojo.
Nada de lo anterior está en camino. En cambio, persisten los antagonismos y fobias que no significan casi nada frente al peligro de la regresión morenista que está en marcha.
Cuando desde la intelectualidad se quiere realizar una crítica fuerte al gobierno, se recurre a la muletilla de que “Morena es como el PRI”.
Falso, y ellos lo saben.
El PRI, con todos sus enormes defectos, fue el promotor del IFE ciudadano, hoy amenazado. Fue el creador de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, que acaban de demoler. Le dio autonomía al Banco de México, lo que molesta al actual gobierno. Entregó la tierra en propiedad a los campesinos y puso fin al reparto agrario, con lo que quitó el poder a los comisarios ejidales y su pirámide de corrupción, y se acabaron las matanzas por las disputas de tierras. Eso lo quieren revertir por “neoliberal”. Vendió la productora de papel periódico que era monopolio del gobierno y ahorcaba la libertad de expresión. Entregó la banda presidencial cuando perdió. Mantuvo una relación decorosa con el gobierno de Estados Unidos y sacó provecho de la vecindad, con el TLCAN. Ahora no hay ese decoro y por falta de inteligencia puede caerse la renegociación del TMEC cuando ya estaba acordado por las tres partes.
¿Comparar al PRI con Morena? Por favor. Al menos no desde el reconocimiento del triunfo del PAN en Baja California en 1989.
Viejo y escopeteado, el PRI tiene en la actualidad, en el peor de los escenarios para él, una intención de voto del diez por ciento.
¿Quieren empujar al PRI, con su diez por ciento, a los brazos de Morena? Síganlo estigmatizando y poniéndolo como un partido destructor al nivel de Morena, cuando ha sido lo contrario.
El conjunto de la oposición necesita atraer al PRI si quieren contender con Morena.
Eso lo entendía Rafael Moreno Valle, que este mes cumplirá un año de muerto en una tragedia aérea inexplicada y de consecuencias políticas tan afortunadas para el gobierno y su partido, que hasta lo celebran con supuestos castigos divinos: los opositores se quedaron sin un eje aglutinador.
Y el PRI requiere guardar su desconfianza al PAN, sus rencores contra Calderón, sus resabios hacia Movimiento Ciudadano.
Lo que está en juego es demasiado importante: la democracia y la modernización del país van perdiendo terreno.
Ganan, en cambio, los pasos hacia la tiranía, la irracionalidad en las decisiones económicas, la delincuencia, la aversión a la ciencia y a la pluralidad, el encono y el resentimiento como motores de la acción de gobierno.