Diferencias entre un estúpido y un idiota
1 de septiembre, 2016.- “Felicidades a las personas que están orgullosas de ser lo que son”, expresó Juan Gabriel en su último concierto el viernes en Los Ángeles, California. Quizá presentía que el final de su camino estaba a la vuelta del esquina. Sus seguidores, millones en el mundo, de inmediato se volcaron a manifestar su pesar, lo mismo en la Plaza Garibaldi que en su pueblo natal.
Radio y televisión de inmediato echaron a andar su maquinaria y se lanzaron con programas especiales. Twitter, Facebook, las redes sociales recordaron a quien en vida llevó el nombre de Alberto Aguilera. En el barrio, las personas que están orgullosas de ser lo que son hurgan en la web, sacan sus discos, suben, comparten canciones a todo volumen para que los demás nos enteremos de lo ya sabido: que a Juanga su enorme corazón le jugó la broma, colgó los guantes con los que a madarriazos se abrió paso en la vida, entregó los tenis con los que recorrió los senderos de la fama…
Por eso aún estoy en el lugar de siempre,
en la misma ciudad y con la misma gente,
para que tú al volver no encuentres nada extraño,
y sea como ayer y nunca más dejarnos.
En México, el tema del plagio de textos por parte de Enrique Peña Nieto para elaborar su tesis de licenciatura, entró en receso y la gente dio rienda suelta a su dolor por la muerte del cantautor nacido en Parácuaro, Michoacán.
El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, fue oportuno para expresar sus condolencias: el voto de los mexicanos y latinos en USA será relevante en las próximas elecciones.
Rafael Tovar y de Teresa, secretario de cultura en el gobierno de Peña Nieto, ofreció el Palacio de Bellas Artes para que el autor de “Amor Eterno”, “Perdóname, olvídalo, “Querida”, El Noa Noa”, entre muchos otros éxitos, sea homenajeado y despedido.
Sin regatear que Juan Gabriel merece que dicho espacio, el ofrecimiento remite a elecciones venideras.
Querida,
no me ha sanado bien la herida:
te extraño y lloro todavía…
Mira mi soledad,
mira mi soledad
que no me sienta nada bien.
Los diarios ya reportan que el cuerpo de Juanga arribó a Toluca y será llevado a la Ciudad de México para el homenaje en Bellas Artes. Juan Gabriel logró con su música el consenso que tan pocos tienen ahora en México lindo y querido.
Inevitable recordar el ensayo que Carlos Monsiváis dedicara a la institución Juan Gabriel, incluido en el libro Escenas de pudor y liviandad: “Un Ídolo es un convenio multigeneracional, la respuesta emocional a la falta de preguntas sentimentales, una versión difícilmente perfeccionable de la alegría, el espíritu romántico, la suave o agresiva ruptura de la norma. Sin estos requisitos se puede ser el tema de una publicidad convincente, el talento al servicio de las necesidades del sector, una ofuscación de la vista o del oído, pero jamás un Ídolo”.
Juanga lo es. Llegó al corazón de las multitudes, supo captar el sentimiento popular y nutrirlo con sus letras, y ser el mentor que educa sentimentalmente como en su momento nos educaron Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Lucha Reyes, Cantinflas “el peladito adecentado” (Monsi dixit), José Alfredo Jiménez…
Ahora las multitudes lo arropan con lo mejor de sí: el recuerdo de sus canciones, sus discos en la tornamesa, las bocinas a reventar, el video de su concierto en Bellas Artes que congrega a la familia frente a la tele, el llanto espontáneo, incontrolable, las llamados a los amigos para enterarlos, si es que no lo saben, y pasmarlos.
Vengo triste y derrotado;
tengo triste el corazón.
Fracasé en cada intento de amor,
la verdad: no te pude olvidar.
Solo tú sabes dar ese amor que no hay.
Por favor, por favor.
¡Perdóname! ¡Olvídalo!
“El compositor Juan Gabriel no cree en la durabilidad del cantante Juan Gabriel”, describe Monsiváis: “Él fuerza la garganta, trata sin piedad a sus cuerdas vocales, azuza el alma a fuerza de decibeles, su fuerza es la emotividad con ganas, no la imagen juvenil al día… Juan Gabriel es y no es joven, y ultradinámico; es algo distinto, ligado a la vitalidad para sobrevivir a las muchedumbres en la calle y en la habitación, y al flujo migratorio que moderniza a pausas a los indocumentados…
El Ídolo insinúa movimientos de Elvis o Mick Jagger y los complementa con rutinas de Eulalio González el Piporro o Cornelio Reyna.
Su confianza es inamovible: todos lo conocen, y aplausos y silbidos son parte de su docilidad casi instintiva que sigue y memoriza sus éxitos (que lo son antes de serlo, y son por ser suyos) porque él ha formado a tal punto ese gusto, que si no lo alimenta el gusto atiende desvanecerse”.
Ahora Juanga es eterno, porque ya memoria colectiva ya decidió:
¿Quieres bailar esta noche?
Vamos al Noa, Noa,
Noa, Noa, Noa, Noa, Noa,
Noa Noa, Noa, Noa: vamos a bailar.
Fuente: Quadratín Debate