Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
OAXACA, Oax., 12 de marzo de 2017.- La primera gran división social que se da en la historia de la humanidad es entre el hombre y la mujer, esta división ha sido una constante en nuestra historia que la podemos denominar: división de humanidad, que irá adquiriendo características específicas de acuerdo a cada época, cada etapa de la historia y de acuerdo a cada cultura.
En este sentido, por esta historicidad, por su determinación específica por cada etapa y de acuerdo a condiciones sociales, políticas, económicas y culturales, será entendida esta división como género y no solamente por la condición sexual. Por ejemplo, la cultura cristiana nos impone el reconocimiento de sólo dos géneros, masculino y femenino, en cambio, para los pueblos indígenas americanos como los Navajos, los Cheyenes, los Cherokees y el reconocimiento de tácito del mismo, por los zapotecos del Istmo de Tehuantepec, existen cinco géneros, a saber: hombre, mujer, mujer de dos espíritus, hombre de dos espíritus y el que cambia de espíritu.
Es decir, de acuerdo a nuestra cultura occidental, estos seres de dobles espíritus y transespirituales, merecen la reprobación de la Iglesia y la condena social, en cambio, para las culturas citadas son seres privilegiados porque tienen una doble visión de la vida. Sin embargo, para nuestra sociedad moderna, estos seres humanos son discriminados y marginados y no se les reconoce cualidades adicionales, es tal la marginación y discriminación, que tienen que relacionarse en especie de guetos para poder expresar su libertad y mostrar su sentido de ser y estar.
En el mundo indígena oaxaqueño, en la Comunalidad, sólo es reconocida como madre y en lo demás es igual que el hombre, en la comunidad la mujer es un ser genérico, se realiza como persona sólo bajo esta condición. Las personas, entre ellas las mujeres, sólo se distinguen por sus méritos comunitarios, en concreto, la situación de la mujer en la comunidad es mucho más justa y reconocida que en la sociedad occidentalizada. Sólo quería citar este fenómeno histórico para afirmar que la relación histórica entre los géneros es mucho más diversa y compleja, que ayuda a entender la relación entre hombre y mujer.
La división entre hombre y mujer será hasta la existencia de la humanidad, la relación entre ellos, que es una convención social, económica, política y cultural, se ha transformado, se transformará a través del tiempo, es una relación de dominio del hombre sobre la mujer cuyas características son determinadas por la cultura específica. Esta relación de dominio se ha conocido como régimen patriarcal.
Debemos de decir que para que se aceptase la diferencia sexual como de género, es decir, de acuerdo a la cultura y al momento social histórico, debieron de pasar millones de años, apenas tiene 68 años que la antropóloga Margaret Meade afirmó que los roles de género no son naturales, sino creados por la sociedad, ella estableció el género como un concepto crítico, que nos ha permitido ver las distintas vías históricas e interculturales en que tanto la masculinidad como la feminidad, así como la sexualidad son construidas ideológicamente.
Entonces, el dominio del hombre sobre la mujer, al descubrir su historicidad, permite establecer una explicación científica sobre los dispositivos e instrumentos que usa la hegemonía masculina para seguir dominando a la mitad de la humanidad. Se usan las instituciones como el Estado, las leyes, la escuela, los hábitos, las tradiciones, el matrimonio, los medios de comunicación, la familia, la iglesia, los partidos políticos, etc; es decir, recursos materiales y simbólicos son utilizados para que el hombre siga gozando de los privilegios de su dominio.
Esta injusta y grave situación ha llevado a las mujeres a estudiar y luchar por su emancipación y cuestionar seriamente a las instituciones que sirven para perpetuar el dominio del hombre sobre la mujer. Tal es el caso de la socióloga francesa Christine Delphy, quien a partir de sus estudios sobre la situación de la mujer, ha afirmado que dentro del sistema patriarcal, la heterosexualidad es una institución socialmente construida que fomenta el matrimonio, este matrimonio permite que el marido, como cabeza de la familia, explote a su esposa beneficiándose de su trabajo no remunerado, en el hogar, en apoyo a su propio trabajo, en el cuidado de los hijos, por tanto, el matrimonio tiene que ser un contrato laboral. El matrimonio, por tanto, es una institución sumamente abusiva que resulta fundamental para perpetuar la opresión de los hombres sobre las mujeres.
La mujer, en concreto, es un ser humano dominada por otros seres humanos, derivado de una situación de naturaleza, que ella no determina pero si condenada por ello, por tanto, la primera condición de emancipación de la mujer es reconocerla simple y llanamente como humana, perteneciente a la humanidad y que el accidente natural de su sexo no la condene a la situación de desigualdad y de dominio. El camino de la lucha de ellas consiste en igualar para igualar y diferenciar para igualar.
En este sentido, la lucha la mujer ha construido un marco de referencia de interpretación social para hacer visible el género como una estructura de poder, este marco de referencia es el feminismo. Además de ser un esfuerzo de interpretación, el feminismo es un movimiento social de emancipación de la mujer, así, una feminista no es más que un sujeto revolucionario que busca su propia emancipación y el logro de su libertad. Es un movimiento libertario por cualquier lado que se les mire, sólo la ideología patriarcal ha querido desvirtuar el feminismo.
Para las teóricas del feminismo, es un referente necesario si no se quiere tener una visión distorsionada del mundo ni una conciencia sesgada de esta especie de la humanidad. La teoría feminista se inscribe en el marco de las teorías críticas de la sociedad porque su objetivo es mostrar, en lugar de ocultar, las relaciones de dominación y subordinación entre hombres y mujeres.
Es tal la amplitud de la relación entre las mujeres y los hombres, que se puede pensar claramente que las instituciones políticas y sociales más elementales no se hallan basadas en la riqueza o en el rango, sino en el sexo.
En suma, cualquier forma de clasificación entre los seres humanos, esconde una situación de dominación, de explotación, así, la clase, el género, la raza y la sexualidad, son conceptos y categorías que sirven de dispositivo político de dominación, que desde luego, habría que visualizar y explicar.
En nuestro país lograr la igualdad en la relación entre hombres y mujeres, para desgracia de las últimas, se tiene un largo trecho por caminar. A sólo 100 años de la Constitución de mexicana, a pesar de ser un documento surgido de una Revolución, se negó el derecho a la mujer de votar y ser votada por el falso argumento de que no estaba capacitada para ejercer derechos ciudadanos, este mismo argumento falso se utiliza en varios ámbitos de nuestra vida social, política y económica hoy en día.
El marqués de Sade escribió que cuando las mujeres pretender elevar su estatus político, siempre se les debe recordar que su verdadero estatus, lo determinan la jerarquía sexual y sus amos pueden decidir, si lo consideran oportuno, reducirla al estatus de simple hembra. Así ha sido, ¿así será?