Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 22 de noviembre de 2017.- ¿Quiénes conforman el cuerpo de “seguridad” de Televisa?
¿Quién está a cargo? ¿Quién los recluta? ¿Quién los supervisa?
¿Importa esto?
Lo que define la muerte de Adolfo Lagos es una realidad nacional que lesiona a todos, incluso a los privilegiados. Es decir, a un hombre que decidió salir a andar en bicicleta acompañado de sus escoltas, que iban a bordo de una lujosa camioneta.
¿Qué sucedió en realidad?
¿Fue un intento de asalto o de secuestro? O ni siquiera existió…
Porque todas las balas disparadas corresponden a las armas, ¿tenían permiso de la Sedena?, de los escoltas que según versiones periodísticas eran un policía bancario y un “exmilitar”. De acuerdo con lo dado a conocer por la procuraduría de justicia del Estado de México, que actuó de inmediato, la primera bala que dispara el escolta que iba en el asiento del copiloto “impacta en el espejo retrovisor”.
O sea que ni idea de cómo disparar…
El resultado es que uno de ellos, los dos dispararon a lo tonto, hiere al señor Lagos de un disparo en el abdomen… Luego lo suben a la camioneta, con tan mala suerte que se “poncha una llanta” y tienen que esperar por una ambulancia… Con el resultado trágico, de su muerte.
Se supone que una empresa como Televisa tendría que supervisar, de manera eficiente, a quienes integran sus escoltas. No fue así. Y ahora, para colmo de males, seguramente el asesino saldrá en libertad de inmediato porque se trata de un “homicidio imprudencial”.
El origen de todo está en la inseguridad. Y en lo que viene a agravar la realidad: su percepción.
Percepción que se nutre de la incapacidad de los cuerpos de seguridad oficial, es decir todas las policías, de responder a esto.
Realidad es que hayan asesinado en La Paz, Baja California Sur, al presidente de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, Silvestre de la Toba. Junto con su hijo y su esposa. Dejando herida a su otra hija.
Esto a pocos pasos del hospital militar de La Paz. De una población que hacía honor a su nombre, donde no había violencia, y que ahora tiene más de 100 asesinatos al mes, hasta ocho en un día. Con total impunidad. Sin que los asesinos hayan sido detenidos.
Y eso, fracaso inmenso de la institución, que la Semar decidió enviar jefes marinos, en activo, para hacerse cargo de la policía estatal.
Fracaso total de todas las instituciones.
Fracaso total que afecta a toda la sociedad.
Y así podemos seguir enumerando los crímenes, los asaltos, lo que se vive todos los días en nuestro país. Que es la razón que lleva a que quienes tienen dinero, pueden pagarlos, decidan contratar un servicio de escolta.
Ahora, con la muerte de Adolfo Lagos sabemos que esto es inútil. E incluso todavía más peligroso.
Hay una realidad ahí, presente, en todas las calles que las autoridades de todos los niveles insisten en ignorar.
¿Por qué para un ciudadano resulta casi imposible tener un “permiso de portar armas” que la Sedena otorga a discreción y estos “escoltas”, que no sabían cómo disparar, sí pueden tenerlo?
Insisto en preguntar si había, realmente, un potencial peligro de asalto en contra de la víctima. ¿Por qué pueden disparar con total impunidad civiles que cobran como guardias de seguridad? Igual que mataron a la persona que debían proteger, podrían haber asesinado “imprudencialmente” a cualquier cantidad de personas. ¿De qué privilegio gozan estos señores que no son policías siquiera?
¿Por qué la Sedena permite que a “exmilitares”, que en realidad son militares en situación de retiro, se les contrate para estos “trabajos” sin supervisarlos, sin realmente confirmar que están capacitados?
Lo que tenemos es una tragedia, que está originada en la inseguridad y en la desidia inmensa de las instituciones de seguridad y militares que debían impedir que estos tipos asesinen “imprudencialmente” porque alguien les dijo que son “escoltas”…
A ver quién asume responsabilidad…
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