Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 18 de junio de 2019.- La larga historia de criminalización en el Reino Unido, corre pareja con la grandeza de sus creadores y lanza la pregunta, de si el arte, la cultura en general, pueden detener la voracidad criminal de los gobiernos y las clases poderosas. Ejecuciones a granel y sucios espionajes definieron en parte, a ese estado, integrado por cuatro países.
En su libro la Adicción a los ingleses, Sergio Pitot recoge la deslumbrante carrera de diez novelistas, algunos universales -sin incluir a muchos ya famosos- y expone el porqué la literatura inglesa es una de las más reconocidas y leídas en el mundo. A la par que sus poetas, dramaturgos y escritores, lanzaban sus creaciones a la posteridad, miles de ciudadanos eran ejecutados.
Igual número de crímenes se han cometido con la aplicación de las leyes, que los que cometieron delincuentes comunes, muchos de ellos miserables, sustraídos de la benevolencia de sus gobiernos. Se menciona que solo en el reinado de Enrique 8, fueron ejecutados más de 72 mil personas, muchas de ellas por un quítame estas pajas.
La prevalencia de los poderosos en la creación de normas, llevó al extremo de aprobar leyes absurdas, por mínima infracción y se llegó incluso a ejecutar niños a los que se sorprendía robando un pedazo de pan. La norma llamada ley negra casi arrasó con todos los mendigos y delincuentes comunes en la primera tercia del siglo 18.
La insistencia en años posteriores del siglo pasado de parte de los laboristas para abolir la pena de muerte, fue eliminando causales desde 1964, aunque todavía hubo ejecuciones en 1969 y 1973, lo mismo en Gran Bretaña que en Irlanda del Norte. Muchas leyes que incluían la pena de muerte, siguieron con vigencia, -como sucedió en algunos casos en México-, hasta 1998.
GRAN BRETAÑA, ÚLTIMO ESLABÓN PARA LANZAR A ASSANGE A LA VENGANZA
La solicitud de extradición del australiano Julian Assange, creador de Wikileaks y vocero principal de esa web, el pasado once de junio, ponen a discusión mundial la actitud de Gran Bretaña, acerca de su responsabilidad de enviar a la venganza del solicitante Donald Trump, al famoso internauta.
El dolo original le corresponde a Lenín Moreno presidente de Ecuador que cesó la protección a un asilado y lo entregó de manera traidora a las manos inglesas para quedar bien con el gobierno de Estados Unidos.
En ese inter suspendió la naturalización ecuatoriana asumida por Assange y lo dejó desprotegido ante las autoridades inglesas que lo mantienen preso. El caso se resolverá hasta el año entrante, pero mientras, la turbulencia que se vive en la isla en medio de elecciones de primer ministro y la fuerte división que existe en los partidos principales por causa del Brexit, no augura nada bueno. Si logra escalar al primer nivel el conservador Boris Johnson ex alcalde de Londres, la situación de Assange se acentúa.
La solicitud de extradición se hace desde el estado de Virginia, en el que existe la pena de muerte, a través del Departamento de Justicia, y aunque son 18 los cargos que se imputan al australiano, ninguno entra en las excepciones previstas por la octava enmienda de la Constitución que somete a esa última condena a los homicidas adultos competentes. Assange, en todo caso podría acumular condenas y llegar a los 12 años de prisión, aunque no queda claro que pueda suceder.
SERGIO PITOL, ADICTO A LOS INGLESES, TAMBIÉN LO FUE DE LOS RUSOS
Lo primero que leí de Sergio Pitol fue la traducción de Un drama de caza la obra del escritor ruso Antón Chéjov, que era uno de sus favoritos. Pitol fue diplomático en Moscú, Praga, París, Budapest, Varsovia y sus gustos literarios se fueron afinando en una literatura a la que también entregó no solo el análisis, el ensayo, sino la traducción.
En su libro de primera edición (Lectorum) 2002, la Adicción a los ingleses, vida y obra de diez novelistas, el escritor nacido en Puebla en 1933 y fallecido el año anterior, se pronuncia por sus favoritos. Y entre estos incluye a uno, Henry James, que se naturalizó inglés en los últimos años de su vida, aunque nació en Estados Unidos.
Pitol tradujo Otra vuelta de tuerca, en un trabajo que si bien no altera en nada el texto original si encamina al lector a una interpretación de la famosa novela corta, a hechos reales. Otras traducciones y los propios filmes que se han hecho de esa obra, la presentan como algo irreal, fantástico.
En el libro sobre los ingleses, inicia con Emily Bronte y su famosa Cumbres borrascosas, en una penetración de la vida de las hermanas Bronte que en algo recuerda a las Tres hermanas, de Chéjov.
En el análisis de sus escritores, a los que volveremos después, vale mencionar a todos los que incluye en largos ensayos que profundizan en la vida no solo literaria sino social de cada uno: la propia Emily, Charles Dickens, Jane Austen, Joseph Conrad, Ronald Firbank, Evelyn Waugh -que me sorpredió-, el mencionado Henry James, Virginia Wolf, Ivy Compton Burnett y Flan O’ Brien. No es Pitol el clásico escritor que hace de lado a las mujeres o las incluye por concesión. En esta selección hay cuatro y todas excelentes.