Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
Raúl Ávila Ortiz | Oaxaqueñología
OAXACA, Oax., 14 de octubre de 2018.- En la transición hacia el gobierno federal 2018-2024, ciudadanía y sociedad son fundamentales. No olvidarlo.
Morena y Andrés Manuel portan un mandato claro del electorado y deben honrarlo. Se sintetiza en dos palabras: buen gobierno.
El buen gobierno significa trasladar al marco jurídico y a las políticas públicas las promesas de campaña en términos de desarrollo con integridad, inclusión, equidad e identidad.
Para hacerlo se requiere construir un esquema político y constitucional de toma de decisiones -en el que AMLO está trabajando activamente con los gobernadores y otros actores- que parte con la ventaja -al menos hasta 2021- de un gobierno presidencial unificado con el Congreso.
La agenda que se está formando no debería ser tan extensa sino más bien significativa e impactante.
La primera y más relevante estrategia de fondo consiste en balancear la relación entre economía, política y sociedad. Debe hacerse con mucha prudencia.
Si el neoliberalismo -según advirtió Chomsky desde el año 1992 en su preclara obra “Latin America in The Time of Cholera”- edificó el hipódromo económico-financiero en cuyos carriles correrían los políticos y las personas, ahora se trata de repensarlo.
De acuerdo con la evidencia, la economía no puede limitar tanto a la mayoría social sin convertir el hipódromo en casino ilícito, laberinto de impunidad y cárcel bajo administración corporativa.
Tampoco debe someter a la política, pues entonces esta extravía su principal misión consistente en fijar las metas y los métodos para obtenerlas. Y eso lo hace mejor si la sociedad participa en la gobernanza.
A partir de allí, el resto se torna más viable: orientar y conducir, penetrar y regular, extraer y distribuir, legitimar y reproducir, invertir, cooperar y compartir.
Desde la pista ciudadana, la razón de la inconformidad es nítida: de qué sirve un hipódromo corporativo si las metas no se alcanzan porque los carriles tienen trampas y pocos creen ya en la competencia y su administración.
Cerrar el hipódromo y abrir un estadio de acciones diversas en el que convivan con garantías y controles la política, la economía y la sociedad es el nombre del nuevo juego.
Sin ese espacio de interacción sostenible no habrá leyes ni políticas públicas que alcancen para cumplir con las metas: moderación de la opulencia y la indigencia, seguridad, inversión, trabajo, confianza, dignidad.
Pero el cuidado con que debe hacerse tal operación implica no dinamitar el hipódromo sino aprovechar sus elementos positivos (como la autonomía del Banco de México) y preservar equilibrios razonables en las variables macroeconómicas (precios, salarios, inflación, entre otros).
Todo lo que la sociedad y la ciudadanía piden y deben seguir exigiendo es algo muy simple: buen gobierno.
El más grave error sería emprender una nueva construcción que derivara en peores resultados para todos.