Día 23. Por oportunismo, crisis en Ciencias Políticas de la UNAM
Raúl Ávila | Oaxaqueñología | Hacia el 1-D
OAXACA, Oax., 9 de septiembre de 2018.- De las cinco pistas en que se desenvuelve la transición hacia el primero de diciembre, la de los congresos federal y locales es determinante.
Los congresos, cuya continuidad institucional en los siglos 19 a 21 en el país es mayor que la de los presidentes y gobernadores, deben cumplir con tres funciones típicas: legislar, gestionar y controlar.
A la vez, esas asambleas se deben auto-controlar y hallar equilibrio en otros poderes y su propia rendición de cuentas.
En México, la función de gestión de problemas y recursos ha sobrepasado a las otras dos, ha distorsionado la función legislativa y ha esterilizado el control. Por ello, pese a la supermayoría legislativa “morenista”, habrá que invertir las prioridades y la forma de funcionamiento de los congresos. Es dudoso que ocurra.
Urge menos gestión legislativa de recursos públicos clientelares y mejor orden jurídico. Urgen más y mejores controles a los otros poderes y órganos autónomos, no autocomplacencia y, menos aún, subordinación. También dudoso que ocurra.
A la vez, los congresos y sus productos legislativos deben seguir siendo controlados por el Judicial y en parte por el Ejecutivo, partidos y ciudadanos. Ya veremos.
Ese es el sentido del estado constitucional y su calidad debe medirse en términos del beneficio a los derechos individuales y colectivos. Al bienestar social. Ésta es la esencia del nuevo mandato electoral. Ya veremos dentro de un año, cuando AMLO rinda su primer informe de gobierno.
Y es que los resultados electorales legislativos del uno de julio redundaron en el hecho de que Morena controla la mayoría, ya sea simple, absoluta (50% más 1) o calificada (dos tercios) en el ámbito federal-nacional y en 19 congresos locales. Oaxaca, uno de ellos.
Sin embargo, Morena solo cuenta o contará con cinco gubernaturas, el PRI con 12 y el PAN con otras 12. Si bien el Presidente de la República es el actor principal en este escenario, tampoco lo puede todo ni se manda solo. Hay muchas fuerzas y vectores a su alrededor. Y, sin embargo, las expectativas recaen en el.
De entrada, en la pista de los congresos se construye una extensa agenda temática por la que pasa la propuesta de gobierno de la Cuarta Transformación, pero esta convive con otros mandatos político-legislativos partidarios, de modo que tendrán que articular consensos, al.menos para modificar la Constitución.
Destacan, en el nivel legal, próximos cambios a leyes diversas, en particular en la organización de la administración pública, fiscalía general, participación ciudadana y política anticorrupción, anti-crimen y seguridad. Desde luego, el presupuesto federal. Ya vendrán los grandes temas estructurales: energía, finanzas, educación, salud y otros, que quizá exijan re-tocar la Constitución.
Hago la observación de que si la Cuarta Transformación está dando fin a un largo ciclo de transición democrática de 50 años y abre otro para arraigar la democracia, facilitar el progreso y reducir la inequidad, entonces es posible que se requiera más bien un reordenamiento constitucional, si no es que un nuevo ejercicio constituyente.
Si es lo primero, habrá que asumir que más de 700 reformas al texto de la Constitución de 1917, así como la jurisprudencia constitucional, tornan innecesario un nuevo documento.
Sería óptimo más bien aplicarla y no debilitarla, según ocurrió esta semana en los casos del gobernador-senador Manuel Velasco, las “manuelitas de Chiapas” y algunas resoluciones judiciales que parecerían motivadas en acuerdos políticos y no en el marco jurídico.
Si fuera así, México rompería la regla de que toda transición democrática, desde la de República Dominicana y la de Ecuador en 1978 inicia o concluye con un congreso constituyente y una Constitución que sostiene el nuevo orden político jurídico.
Pero si es lo segundo, hacia el 2021 la pista de los congresos cederá su lugar al pueblo, que al parecer también se interesa en implantar un gobierno electo en la UNAM. De allí que sea motivo de reflexión el apoyar la Cuarta Transformación sin provocar un nuevo ejercicio constituyente.
La justicia social no debe concretarse a costa del estado constitucional, aún cuando este luzca frágil y cooptado por intereses aviesos. En todo caso, habría que reorganizarlo y devolverle su vigor.
En cualquier escenario, en la pista de los congresos, que son parte troncal del poder político en un sistema presidencial y gubernatorial, se juega el viaje de la consolidación democrática y una oportunidad imperdible para recuperar y fortalecer a México.
Se demanda, por ello, que los legisladores estén a la altura de las circunstancias en las que transcurre la vida pública en el país.