Economía en sentido contrario: Banamex
OAXACA, Oax., 5 de abril de 2018.- ¿Quién o qué establece los contenidos de la educación básica? Esta es una pregunta interesante, porque nos lleva a la historia de la escuela.
Los pueblos ancestrales no tuvieron un lugar al que asistían sus niños y jóvenes para aprender que llamaran «escuela». De hecho, la palabra «escuela» comienza a usarse en español a partir del siglo 13 de nuestra era (Alonso Martín, 1991) y en el mundo conocido, desde la cultura mesopotámica (Abbagnano & Visalberghi, 1999); pero los grupos humanos prehistóricos no tenían escuelas.
La educación del homo sapiens sapiens se daba en la vida y bajo la tutela de los mayores, en dos ámbitos de formación: la lucha por la sobrevivencia en la naturaleza y el esfuerzo por mantener la vida en grupo.
En otras palabras, las evidencias antropológicas disponibles, muestran que los hombres modernos en estado natural como algunas tribus de la amazonia, se educan para trabajar en la naturaleza y convivir con sus semejantes, en la interacción con los que saben.
En esta primera etapa del desarrollo de las sociedades humanas lo que hoy llamamos educación, era el proceso mediante el cual, los homo sapiens sapiens, podían mantenerse vivos y unidos; el contenido de la educación era aquel que proporcionaba los conocimientos y destrezas para sobrevivir y convivir y estaba dictado por la relación metabólica con la naturaleza.
El proceso educativo fue evolucionando en función cada vez más de las necesidades que dictaba la vida en colectivo, en parte debido al incremento en el número de seres humanos y su asentamiento en un sólo lugar cuando se descubrió la agricultura; pero los contenidos referidos al trabajo en la naturaleza no se hizo a un lado.
Cuando las sociedades humanas se segmentaron y aparecieron las jerarquías, los contenidos educativos se orientaron a la formación de la nobleza, los guerreros y los sacerdotes; esto último duro miles de años y pasó por diferentes épocas y modos de producción (modo de trabajar en la naturaleza) hasta llegado el siglo 16 de nuestra era cuando comenzó un proceso de transformación social que hizo emerger el capitalismo.
El capitalismo ya no es una sociedad segmentada, sino estratificada que basa su modo de producción en la circulación de mercancías. Hasta antes del capitalismo, los seres humanos trabajaban para producir bienes para satisfacer sus necesidades; con la producción de bienes excedentes en el estadio agrícola de la humanidad, comenzó el intercambio de bienes, debido a una incipiente división social del trabajo.
En la etapa pre-capitalista denominada mercantil, los seres humanos comenzaron a producir no sólo bienes para su consumo, sino bienes para el mercado (mercancías).
El capitalismo emerge de la economía de mercado pero no es solamente una economía de mercado, es sobre todo una forma de utilización de la fuerza de trabajo de los demás, para producir mercancías. La utilización de la fuerza de trabajo humana en el capitalismo, asume la forma de apropiación del plustrabajo.
El ser humano trabaja lo necesario para producir los bienes que aseguren su supervivencia y reproducción en sentido amplio, a eso se le llama trabajo socialmente necesario; en el capitalismo, el capitalista adquiere en el mercado la mercancía fuerza de trabajo y la pone a producir al máximo, superando el tiempo de trabajo necesario para la supervivencia del trabajador; a ese tiempo de más se le llama plustrabajo.
El capitalismo es un modo de producción que emerge de la etapa mercantilista del desarrollo de las sociedades humanas y revoluciona el modo de producir, transformándolo en un modo de explotación del hombre por el hombre.
Esta nuevo modo de producción requería ciertas condiciones sociales, culturales, pero sobre todo políticas, para desarrollarse y el lema que sus representantes acuñaron y que expresaban muy certeramente las necesidades del mercado en el ámbito político fueron: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Exacto el lema que se hizo famoso en los tiempos de la Revolución francesa (1789).
La figura del ciudadano, encarnaba este lema que se oponía a los intereses de la nobleza. Pero no era un ciudadano al estilo griego antiguo o romano; no, era algo totalmente diferente, el ciudadano se concibió como un individuo libre, en condición de igualdad con sus semejantes y en disposición de ser fraterno si así lo quiere. El ciudadano no estaba ligado a la comunidad, lo público le era ajeno. El individualismo es el sello del ideal ciudadano en el capitalismo y a eso responden sus necesidades educativas.
En efecto, a partir del siglo 18 comenzaron a multiplicarse las escuelas que ahora tenían la misión de formar ciudadanos bajo contenidos educativos que inculcaban el amor a la patria y la pertenencia a una nación, gobernada por un gobierno que se establecía por consenso de todos y que bajo el imperio, no de la nobleza, sino de la ley, obedecíamos nuestras propias normas de convivencia puestas en boca del Estado.
He dicho que el capitalismo surge en las condiciones del mercado, pero va más allá de él. Lo mismo sucedió con la expresión política de las necesidades de desarrollo del mercado (léase la producción de mercancías). El lema Libertad, Igualdad y Fraternidad y sus derivados políticos el Estado y la Nación, terminaron por oponerse a las necesidades de reproducción del capital que sólo los necesita en las condiciones de mercado; pero no en el ámbito de la producción.
La contradicción entre la explotación de la fuerza de trabajo humana y el lema liberal, terminó por enfadar a los representantes del capital. La escuela liberal surge bajo el impulso del capital; pero contradice el impulso explotador de éste.
Los contenidos educativos, hasta finales del siglo 19, expresaban los ideales patrióticos y por tanto nacionalistas y libertarios; pero gradualmente se fueron imponiendo contenidos educativos que respondían también a las necesidades del capital productivo, no mercantil.
Estas necesidades educativas se expresaban como la formación de seres humanos trabajadores, honestos, disciplinados, que saben cumplir sus promesas y contratos, que pagan sus deudas, no roban respetan la ley, obedientes, participativos aunque individualistas y sobre todo ambiciosos, es decir con ganas de progresar.
Este tipo de formación comenzó a adquirir tal fuerza que ahora nos parece que expresan valores éticos irrenunciables; solo que no hay que olvidar el contexto y darse cuenta de cómo esos valores funcionan en un mundo de explotación de la mayoría por unos cuantos.
He resumido de manera grosera un largo y complejo proceso de evolución educativa, pero en términos generales, lo dicho se sostiene por sólidos argumentos científicos que vienen de la economía, la sociología, la ciencia política, la pedagogía, la historia de la educación; pero sobre todo que se sostiene por la realidad que hoy vivimos.
La etapa de desarrollo capitalista que hoy vivimos, llamada neoliberal, deriva del predominio del capital financiero especulativo sobre el capital productivo. El capital productivo tenía un atenuante: mantenía a los trabajadores en un creciente nivel de vida, sometido a retrocesos por las crisis periódicas del capital, pero que al recuperarse volvía a poner en marcha su máquina del progreso y recuperaba los niveles de bienestar. Lo anterior era posible gracias a la idea de productividad y libre mercado.
Con las políticas neoliberales eso cambió radicalmente. Se trata ahora de mantener la rentabilidad del dinero, aún a costa de la inversión productiva. Lo anterior encarece artificialmente el dinero bajo leyes impuestas por los banqueros, los no tan nuevos agiotistas.
Bajo esas leyes opera tanto el mercado (crédito), como el aparato productivo de bienes y servicios, que ahora se maneja con una sobre explotación de los trabajadores, porque las deudas que hay que pagar los presiona, pero no le perdonan nada al trabajador y exigen el máximo de sacrificio para mantener sus ganancias. El neoliberalismo es un modo de esclavitud y exterminio de una parte de la humanidad.
El neoliberalismo obliga a los gobiernos de las naciones a «ahorrar» para pagar sus deudas impagables. Ese «ahorro» se expresa en recortes al presupuesto de servicios públicos como los de: salud, cultura, desarrollo científico y tecnológico, fondos de jubilación, seguridad pública, infraestructura pública, pero sobre todo en educación.
Las reformas educativas iniciadas en el mundo a partir de 1980, pero sobre todo en América Latina a partir de la década de los noventas, se orientan a dos cosas: reducir costos («ahorro») y reformar los contenidos educativos.
Para el neoliberalismo los contenidos educativos deben formar a seres humanos:
Todo lo anterior se puede resumir en la idea de «empleabilidad». Los contenidos educativos de las recientes reformas educativas, oscilan entre los contenidos del viejo capitalismo liberal y el neoliberalismo con su propuesta de empleabilidad.
Las condiciones que favorecen los dictados curriculares (contenido educativo) del neoliberalismo, son las políticas de contracción de los recursos públicos destinados a la educación, la precariedad laboral de los docentes, pero sobre todo, el colapso de los proyectos nacionalistas.
Hoy los conflictos políticos en Estados Unidos (Trump vs Clinton, Obama etcétera) y el Inglaterra (salida de la zona del euro), son en parte expresiones de la contradicción entre el capital productivo y el capital financiero en tanto las políticas neoliberales aceleran la emergencia de crisis profundas en la economía mundial.
En México, la política educativa actual y su reforma, expresan las determinaciones del capital neoliberal y la crisis del proyecto mexicano de nación.
Esto no significa que no sea posible un cambio de dicha política, en la sociedad humana todo lo humano es modificable.
Lo dicho hasta ahora, lleva implícito el planteamiento de recuperar lo menos malo del capitalismo, por el momento, es decir, su política liberal, su concepto de Estado-Nación y sus ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad, plasmados den los Derechos Humanos modernos. No parece haber otra opción, en tanto no encontremos una nueva forma de organización social y un nuevo modo de producción. La historia nos marca sus tendencias y hay que aprovecharlas.
Por lo anterior las propuestas que haré para establecer los nuevos contenidos educativos suponen un proyecto de nación, soberana, libre, democrática, fuertemente productiva en un mercado de libre competencia con sistemas legales que protejan al trabajador; con Estado fuerte, institucional y un ejército igual de fuerte, capaz de defender la soberanía nacional.
Las propuestas son: