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CIUDAD DE MÉXICO, 16 de octubre de 2024.- La reforma en materia de energía aprobada por la Cámara de Diputados el 9 de octubre -pendiente de votarse en el Senado de la República y, eventualmente, ratificarse en 28 congresos locales- que modifica los artículos 25, 27 y 28 constitucionales tiene implicaciones potenciales en materia de comercio e inversión.
En particular, tiene el objetivo de transformar la figura de empresas propiedad del Estado en empresas públicas y de estipular que ninguna empresa podrá prevalecer sobre la Comisión Federal de Electricidad (CFE) en el sector eléctrico, informó el IMCO en un comunicado.
La implementación de los cambios constitucionales debe ir en línea con las necesidades del país en materia de descarbonización y transición energética, así como promover los menores costos eléctricos para promover la competitividad del país y considerar las restricciones presupuestales de las finanzas públicas. En este sentido, es esencial que el modelo de despacho eléctrico abone a una mayor incorporación de energías renovables y a la seguridad del sistema.
Uno de los riesgos de la iniciativa es que podría ir en contra de lo estipulado en las obligaciones comerciales de México. La reforma constitucional mantiene una redacción ambigua, por lo que después de su eventual aprobación en el Senado de la República es necesario asegurar que la legislación secundaria se elabore cuidando la congruencia con las disposiciones plasmadas en el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (TIPAT) y la modernización del componente comercial del Acuerdo Global México-Unión Europea, así como el resto de los tratados comerciales y de inversión de los que México es parte.
La revisión del T-MEC, que tendrá lugar en 2026, obliga a México a estar preparado para defender la coherencia de sus políticas públicas con las disposiciones del mismo. En este sentido, México debe velar por la congruencia de la nueva legislación con los siguientes capítulos del T-MEC.
Respetar las disciplinas de los tratados e instrumentos de los que México es parte no únicamente es una cuestión jurídica, sino para la competitividad del país, ya que estos sólo servirán para expandir el comercio y la inversión del país si se demuestra un compromiso creíble con sus disciplinas.