Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
La renuncia de Marcelo Ebrard como canciller del gobierno de la 4T es un movimiento de estrategia política que redefine el juego político y se anticipa a la decisión que el domingo deberá tomar el Consejo Nacional de Morena: Que ningún funcionario tendría necesidad de renunciar a sus responsabilidades de gobierno y políticas, hasta pasado el V informe de gobierno del presidente Lopez Obrador y que nadie debería renunciar hasta que no se conocieran los resultados de las encuestas para definir al coordinador de la Cuarta Transformación, como lo había propuesto la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum.
Con ese movimiento anticipado Marcelo Ebrard redefine el juego político sucesorio, presiona a su compañero de gabinete, ajusta la relación con Monreal y obliga a la Jefa de Gobierno a repensar su permanencia en el cargo ante la libertad que tendrá el aún canciller de recorrer el país y reunirse ahora si, de manera abierta y libre, con todos los sectores de la sociedad.
Si hay alguien que conoce a la perfección el juego sucesorio aunque sean otros tiempos políticos, es precisamente Marcelo Ebrard.
Lo vivió en 1993 cuando su maestro, amigo, mentor y protector Manuel Camacho Solís no resultó el elegido por Salinas de Gortari como su sucesor. De ahí que haya resuelto anticiparse en el tablero de la sucesión política y presionar a la nomenclatura de Morena para cambiar la decisión de que los aspirantes, las llamadas corcholatas del presidente, no puedan continuar en sus cargos y renunciar para tratar de por lo menos así, generar el piso parejo al que había convocado en meses anteriores.
Marcelo Ebrard es un hombre de Estado. Ha demostrado su lealtad al presidente López Obrador desde el año 2000.
Pero sabe muy bien que no es el candidato de la nomenclatura morenista, pero sí el candidato que la sociedad percibe como la mejor apuesta para que Morena continúe en el gobierno otros seis años y seguramente doce más, por que su gobierno garantizaría la continuidad, tal y como lo demostró cuando fue jefe de gobierno.
Lealtad al presidente y lealtad y continuidad con sus políticas progresistas en el gobierno .
Ebrard no tenía otra opción. Se está jugando su última carta, pues sabe muy bien que la candidata del presidente, de los gobernadores y de un sector importante de diputados federales y locales, es la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum.
Ebrard siempre ha partido de la premisa de que en política percepción es realidad y la percepción generalizada entre la militancia y la sociedad es que la candidata preferida del presidente para continuar con su gestión lo encarna la figura de Sheinbaum.
A menos que, en otra jugada del ajedrez político presidencial Claudia se decantara por Adán Augusto y se perfilara como realidad lo que en el discurso del Zócalo, el presidente AMLO señaló, palabras más, palabras menos, que él no se equivocaría en su decisión como lo hizo el general Cárdenas, quien debió decidirse por su paisano y hermano Francisco J. Mújica y no por el que lo sucedió en el poder.
En ese ajedrez político de la sucesión son relevante los mensajes de Monreal y Adán Augusto, después de conocerse la renuncia de Ebrard, que ellos esperarían hasta el final la decisión última.
Y esos mensajes lo que transcriben es un acuerdo político entre ambos para caminar juntos en la ruta que marcaría el gran elector: su hermano.
La sucesión entra ahora en un espiral que no abona al plan que seguramente había definido el presidente Lopez Obrador, quien deberá retomar los hilos sucesorios ante el audaz movimiento de Marcelo.
Marcelo Ebrard sabe muy bien que si la encuesta se abre a la sociedad, entre militantes, simpatizantes y ciudadanos sin partido pero que votarían por Morena, saldría ganando.
De ahí su decisión de renunciar. ¿Estirar la liga sin romperla? O estirar la liga para que sean otros los que la rompan.
Mientras esto pasa, el presidente López Obrador deberá tomar la decisión de nombrar a un sustituto o sustituta en la cancillería, cargo que solo tres mujeres han ocupado en la historia diplomática de México.
Rosario Green de 1998 a 2000, Patricia Espinosa de 2003 a 2006 y Claudia Ruiz Massieu de 2012 a 2015. Carmen Moreno Toscano inició su carrera en el servicio exterior en 1957 y es actualmente subsecretaria de Relaciones Exteriores, un nombre que mencionan al igual que Esteban Moctezuma, actual embajador de México en Estados Unidos. Ya veremos.