Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 1 de febrero de 2019.- La sabiduría popular mexicana tiene perlas dignas de exportación, y en la jerga política es muy recurrente que escuchemos frases del tipo: “el que pregunta no se equivoca o se equivoca menos”, “es de sabios cambiar de opinión”, “el que se mueve no sale en la foto”. Estas tres menciones al menos nos dan pauta para analizar algunos de los acontecimientos recientes.
El primero, el hecho de que el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador recurrentemente equivoque declaraciones y por ello tenga que recular, lo cual se está volviendo una constante en su misma actividad de comunicación mañanera: ya fue porque no existía huiachicol en los terrenos de Texcoco como lo afirmó, o bien porque Grupo Modelo no hizo con los impuestos lo que él señaló, o porque Coppel no ganó ninguna licitación para adquirir enseres en el norte de Nayarit, pues no pudo ganar algo que no hubo.
El costo de esas pifias, pese a que en algunas ha asumido su error quizá por el momento sea mínimo, pero a la larga puede pesar más. Vale la pena apuntar que varios de estos errores fueron gratuitos, esto es que no se generaron a partir de una pregunta periodística ni en Palacio Nacional ni en alguna gira de trabajo, sino que fue dicha por el Presidenteen el mismo discurso ya en el inmueble del Centro Histórico o en alguna plaza en evento.
También es justo mencionar que en el caso por ejemplo del presupuesto de las Universidades a finales del año pasado, tuvo el tino de corregir, esa buena señal tal vez se repita en algunas decisiones donde parece que no va por buen camino(caso funcionarios PEMEX que tenían relación con La Estafa Maestra), de tal forma que no sería la primera ocasión en que desista o decida mejor tomar otra vía para lograr el objetivo. O más recientemente restándole seriedad a las calificadoras como Fitch Rating que señaló de “hipócritas”, cuando de darse el caso de que mejoren su calificación entonces sí serán bienvenidas sus palabras seguramente.
Buena parte del capital político está depositado en la moralización del país, y en los programas sociales, donde públicamente ha mencionado que un objetivo básico es que cada familia mexicana cuente con al menos un beneficiario, labor noble, loable y sin duda, bien ejecutada, también clientelar.
La otra parte de su capital lo dirige a temas como seguridad, campo, economía, deporte, educación, cultura, entre otros, y es allí donde pareciera que los integrantes de su gabinete levantan la mano para no salir en la foto, no moverse, y dejarlo solo. La primer línea de contención ahora es el mandatario, cuando anteriormente era el gabinete, el ejecutivo da la cara por su equipo, el desgaste hoy no lo notan, pero tarde que temprano se verá, ejemplo claro es que él fue el vocero que diera a conocer el avance de la noticia de la caída de la aeronave en Puebla donde fallecieron por desgracia entre otros la Gobernadora y su esposo.
En términos digitales digamos que los funcionarios de primer nivel sólo le dan like o RT pero no comparten ni comentan, y es allí donde se necesita que los secretarios federales asuman su responsabilidad y pasen de la arenga a las cifras oficiales y ayuden más la causa de gobierno y no quede su participación solamente como complemento de una fotografía o como un porrista que escribe el hashtag del momento.
Los resultados del gobierno deben convertirse en realidades en el corto plazo. Las buenas intenciones alcanzan un límite, la evangelización no completa su círculo si no conlleva los otros detonadores. Por lo pronto el discurso sí está funcionando en su tarea de polarizar a la opinión pública.
@rvargaspasaye
Fuente:
Sentido Común