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A los que gobiernan la educación…
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de abril de 2018.- La época electoral saca emociones y perfiles que no conocíamos de algunas personas, a algunas pone de buen humor, hay cierta oportunidad económica y sobre todo de futuro, mientras que a otros estresa a niveles peligrosos para su propia salud.
Nada más desmotivante que un equipo de campaña contaminado por la envidia y el ego, hace más pesada la jornada, la gira, las actividades en el búnker. Pero el otro lado de la moneda es emocionante, se participa, se gana cada voto, se amanece con un nuevo brillo en los ojos.
Cada vez más las campañas se han perfeccionado en diversas áreas, no solo ya en la imagen y mensaje, la primera pulcra, con estudio de colores, con la posición exacta del brillo en las letras y en la vestimenta, ya en el discurso, en el eje, en el slogan, en la llamada propuesta ancla.
No se diga en la diversificación de canales de comunicación, las plataformas digitales, las miles de pantallas con las que tiene contacto el votante, la disminución de la influencia de los medios tradicionales, la siempre eficiente comunicación de tierra con perifoneo y volanteo como buque insignia.
Y por supuesto el candidato o candidata que camina y toca cada puerta tratando de causar la mejor impresión ya sea para ganar un adepto, contener un voto en contra, convencer a un indeciso. La campaña tiene vida, vibra, se siente, y a veces hasta se contagia.
La capacitación es un proceso clave, tanto para el equipo como para las brigadas con y sin candidato, para las estructuras, sobre todo la que estará el día de la elección resguardando la casilla, espacio físico donde la democracia cobra la mejor de sus representaciones, ciudadanos ejerciendo de funcionarios ayudando y supervisando a que sus vecinos emitan su sufragio y al cierre de la jornada los cuenten frente a las miradas de representantes y observadores autorizados para que no quepa duda el resultado, la sociedad elimina la palabra “fraude” a los que pierden.
Pero atrás de todo este encanto hay mucho trabajo que a veces no se ve o no se sabe y es el pulso diario de una campaña, se le conoce como meta electoral, en la traducción más simple es cuántos votos necesito para ganar y dónde están. Allí la magia de las estadísticas cobra vida y los coordinadores generales, estatales, municipales, seccionales, se juegan día a día el cargo y el futuro próximo por alcanzar esa meta que se supone se reflejará en votos el llamado Día D.
Pero también hay un fenómeno que ha aparecido constantemente en estos lares, la simulación al servicio de la campaña, el líder que dice tener miles de seguidores dispuestos a emitir su sufragio a favor de una causa siempre y cuando cumplan con algunas pequeñas condiciones, nada es de a gratis en esta vida. Algunos caen en sus garras presas de la desesperación, otros más inteligentes le piden demostrar que existen, ya en un evento masivo, ya en una base de datos. Y es allí cuando la realidad se topa de frente con ella misma.
En la campaña como en la viña del Señor hay de todo (hasta uvas), y en la guerra como en el amor (y en las campañas) todo (o casi todo) se vale.
Fuente: Sentido común
@rvargaspasaye