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Los resultados al cierre de 2024 de la empresa Petróleos Mexicanos (Pemex) muestran una pérdida neta de 620,600 millones de pesos (mdp), la mayor pérdida desde el atípico 2020, dominado por la pandemia.
Si le añadimos que al 31 de diciembre de 2024 la deuda bruta financiera fue de 1.98 billones de pesos (bdp) (equivalente al 5.8% del PIB nacional estimado para 2024), los adeudos a proveedores ascendieron a 398,000 mdp, y las obligaciones laborales (pasivo laboral) superan los 2.1 bdp, nos encontramos ante una realidad desesperanzadora: el sueño de López Obrador por alcanzar la soberanía energética está cada vez más lejos; es prácticamente una utopía.
A lo largo de los últimos 13 años (2011-2024) se observa un deterioro continuo del patrimonio neto o capital contable de Pemex como resultado –principalmente– de las pérdidas recurrentes reportadas por la empresa. Mientras que al 31 de diciembre de 2011 la empresa poseía un patrimonio neto de +120,000 mdp, a esa misma fecha de corte de 2024 este fue de -1.84 bdp. Esto significa que, al cierre de 2024, los pasivos totales de la petrolera (4.2 bdp) fueron equivalentes a 1.8 veces sus activos totales (2.3 bdp). PEMEX debe casi dos veces lo que vale.
Cierto es que los problemas de la empresa no comenzaron en 2018. Desde 2004, la producción petrolera cayó de 3.4 millones a 1.8 millones de barriles diarios (mbd) en 2024. El sindicalismo oficialista obtuvo de los gobiernos priistas enormes concesiones, altos ingresos y condiciones extraordinarias de empleo que la llevaron a ser una de las empresas petroleras menos productivas: produce aproximadamente 15 barriles diarios por empleado, frente a los 62 de Petrobras o 180 de ExxonMobil.
En lugar de tener mejores condiciones con los gobiernos del obradorato, el «huachicoleo» se sofisticó, convirtiendo a muchas gasolineras en vendedoras de gasolina robada o ingresada fraudulentamente al país, con un costo estimado en 90,000 mdp anuales para Pemex, restando aún más capacidad de recuperación a la moribunda empresa.
En el mundo de López Obrador, manejar Pemex era cosa de niños, así que puso al frente de esa empresa a su mejor agrónomo y en la secretaría del ramo a la actual gobernadora de Veracruz. Tal vez por eso ni se ha terminado la refinería de Dos Bocas —con un costo que supera los $20,000 millones de dólares, más del doble del presupuesto inicial— y tal vez por el financiamiento a las campañas de Morena desde las trincheras del huachicol, tampoco se haya contenido la lacra que eso significa.
Nadie dice que sea fácil rescatar Pemex, pero queda claro que no va a ser congelando el precio de la gasolina magna en 24 pesos —política que costó al erario 480,000 mdp en subsidios en 2023— (versión Sheinbaum de los 10 pesos que López Obrador ofreció en campaña y que nunca cumplió) ni abriendo cada vez más gasolineras de Pemex o construyendo una refinería que ya por su costo difícilmente resultará rentable en el mediano plazo.
Urgen medidas radicales más allá de los subsidios y la construcción de obras emblemáticas. Primero, se debe realizar una reestructuración financiera inmediata con apoyos fiscales no sostenible que reduzca la carga de la deuda y cancele adeudos con los proveedores para restaurar la cadena de suministro. Segundo, tejer alianzas estratégicas con el capital y tecnología privados en segmentos no estratégicos (aguas profundas, campos maduros, petroquímica), manteniendo la propiedad estatal, pero mejorando la eficiencia. Tercero, una auditoría operativa independiente para recortar los gastos superfluos y combatir la corrupción sistémica, especialmente en logística y distribución. Cuarto, realizar inversiónes prioritarias en el mantenimiento de la infraestructura crítica (evitando más tragedias como la de Ku-Maloob-Zaap en 2021) y en la modernización de las refinerías existentes, antes que iniciar nuevos megaproyectos. Quinto, generar un plan de transición energética realista que diversifique los ingresos hacia el gas natural, los biocombustibles y las energías limpias, reduciendo la exposición a la volatilidad del crudo. Sin estas acciones, Pemex seguirá siendo un lastre para la soberanía energética.