Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
La democracia lleva consigo la idea de libertad, se cree, sin embargo, que esta libertad es la posibilidad de elección entre varias ofertas, así, se tendría mayor democracia ante un mayor número de ofertas, por ejemplo, un mayor número de partidos o de candidatos en un proceso electoral.
Sin embargo, el exceso de oferta, un mayor deseo, no me hace más libre. El mayor número de partidos o de candidatos significa incremento de la determinación del ciudadano, por tanto, es menos libre para su elección o decisión. La democracia requiere calidad y no cantidad.
La idea del mayor número de cosas es una invención de la modernidad occidental. Casi todo se relaciona con el mayor número, por ejemplo, de dinero, de poder, de mercancía, de control, de dominación, de clientela, de votos etc. No se plantea el problema del menor número, de población, de contaminación, de crímenes, por ejemplo.
La gloria política significa el mayor número de distinciones. En este sentido, nos debemos de plantear no de una sola modernidad sino de varias modernidades de acuerdo a nuestras culturas. Por ello, la modernidad mexicana no es la misma que la modernidad americana, las dos modernidades deben de obedecer a lógicas distintas. Así, la democracia mexicana debe de responder a la modernidad nuestra que, sin duda, alguna, se distingue por su demodiversidad.
Además, en los procesos históricos han existido diversas modalidades de modernidad, en sus albores, tener los mejores ejércitos distinguía a los Estados, hoy lo distingue la tecnología. La imposición de determinada modernidad, no deja de ser colonialista, por tanto, producirá una determinada democracia, que será también colonialista. La modernidad democrática debe adaptarse a la cultura o a las culturas y a sus tiempos. Por eso, la imposición de una sola modernidad lleva en su seno el colonialismo, el Uno es el más famoso símbolo de la modernidad occidental, que significa un solo paradigma, un solo Dios, una sola civilización, un solo pueblo, el mito único , el mito occidental, es al fin, un mito colonial.
Esto es tecnología de la dominación moderna occidental, esto es un dispositivo de la dominación de la colonialidad occidental. No se puede aceptar como algo natural del proceso histórico de la humanidad. Se tiene que reconocer la pluralidad del mundo, de sus diversos procesos históricos.
La técnica es un poderoso instrumento de homogeneización que limita a nuestras identidades culturales, corremos el peligro que nos convirtamos en simples productos de su proceso.
Se tiene que encontrar un equilibrio entre la modernidad técnica – científica y las diversas culturas. La conservación de la autenticidad de las culturas, de sus autenticidades culturales nos parece una necesidad imperante.
Considerar al mundo como un organismo vivo, que tiene vida, alma, espíritu, mitos, ideales, amor, deseos, es una realidad difícil de negar, por ello, necesita de mayor libertad para sus expresiones. Solo las tecnocracias parecen insistir en encapsular esta realidad en un solo concepto.
Las tecnocracias insisten considerar al humano como un número, como un individuo que solo se le debe contar, cuando en realidad es una persona, que es una red de relaciones asumidas, en esa red se muestra en sentidos tan diversos que es una grosería considerar a esa persona como un número.
La persona no vive para sí, forma parte de una historia que es colectiva necesariamente, la vida adquiere sentido en las relaciones y no en el ser Uno.
No considerar al humano como persona que solo lo es en las relaciones, se corre el peligro de crear instituciones, como el Estado, sin contenido de la riqueza humana. Somos seres históricos, le damos contenido, como uno o como número solo damos el vacío.
Cuando uno descubre que la vida es un regalo, que ha sido invitado durante cierto tiempo al banquete de la ella, se comprende que las cosas más elementales de la existencia son las fundamentales (Panikkar: 2008). Por eso, en las democracias, se debe estar muy atento en las cosas fundamentales y no necesariamente en los procedimientos, sino en lo sustancial, que es la persona y no en el individuo.