Llora, el país amado…
CIUDAD DE MÉXICO, 12 de diciembre de 2016.- Para nosotros los mexicanos, diciembre marca la conmemoración de la aparición de nuestra querida Virgen de Guadalupe, emblema de la nacionalidad, misma que otorgó Dios a nuestra patria como un favor nunca hecho a ninguna otra nación, “Non fecit taliter omni nationi”, frase que siempre acompaña a la figura de nuestra querida Virgen.
La Virgen de Guadalupe, con su historia múltiple, su iconografía, las casi infinitas interpretaciones religiosas, históricas, sociológicas y estéticas que ha suscitado a lo largo de los siglos, es como el apóstol Santiago en su contexto, para mi es una de mis pasiones fundamentales como anticuario mexicano moderno.
También de ella me considero alférez pues estoy completamente convencido de que, como ningún otro, es el símbolo de lo mexicano.
El Cerro del Tepeyac ha sido, a través de la historia, un lugar trascendental para la vida de la Ciudad de México, de toda nuestra patria y de nuestra nacionalidad, un punto neurálgico, religioso, mágico y un centro de energía del cual ha emanado una fuerza centrífuga que ha creado en nuestro pueblo un poderoso espíritu en busca de lo divino y de lo inexplicable, que es la necesidad humana de explicarse y de entrar en comunicación con Dios, manifestándose profundamente en nuestra cultura.
Ese cerro mágico es nuestro centro ceremonial por excelencia: en él ha tenido lugar, durante más de 500 años, el ritual religioso más popular y populoso de nuestro país, mediante el cual los mexicanos han rendido homenaje y pleitesía a la imagen de nuestra madre: la Virgen de Guadalupe.
Hace algunos años, cumpliéndose los 450 años de su aparición, decidí acudir a la celebración de la Virgen en la Basílica, recuerdo como me incorporé a un río silencioso de gente caminando a paso lento, magnetizados por la espiritualidad del lugar cuya magia es innegable, energía vibrante que anterior a la Conquista era ya un Centro ceremonial, religioso y de adoración.
Recuerdo todavía esa maravillosa sensación de irme acercando a la Basílica, el sonar de los teponaxtli, tambores de guerra aztecas cuyas vibraciones iban en aumento en todo mi ser conforme me acercaba.
Vi a todos los capitanes o jefes de los tradicionales grupos de danzantes cocheros, los cuales agrupados en un cerrado batallón empezaron unos minutos antes de las doce de la noche a danzar magistralmente cantándole las mañanitas a nuestra Virgen Morena.
Ojalá pudiera transmitir al lector la fascinación que esto me causó en el sentir, esa omnipresencia de Dios que en este caso es su madre, la Virgen de Guadalupe.
Veo entonces el por qué en diversas pinturas y objetos tanto coloniales como actuales se presenta la frase mágica explicativa de “Non Fecit Taliter Omni Nationi”, -favor nunca hecho a ninguna otra nación-, acompañada de otra frase que le dará, por así decirlo un valor agregado al mencionarse que esa magia se trasmitió a la pieza en cuestión, por el simple hecho de haber sido tocada a la original, lo cual es un valor adquirido, compartiendo su mágica presencia del objeto en cuestión con la omnipresencia divina.
Te invito a mi Galería ubicada en Campos Elíseos 105 esquina Lope de Vega, donde encontrarás durante todo diciembre maravillosas piezas con la temática de la Virgen de Guadalupe.
De igual manera te invito a disfrutar a través de mis redes sociales las publicaciones que haremos durante este mes conmemorativo con diversas obras de tema Guadalupano, con sus respectivas semblanzas, ¡no te las pierdas!.