Prosperidad Empresarial Compartida
La X en la frente
Hace unos días presentó su libro Abel Alvarado. Es una autobiografía. De esas que pocos se atreven y se animan a escribir.
Es mi creencia personal que cuando uno está listo para escribir el resumen de su existencia es porque se confirma tácitamente la gratitud con la vida que le tocó vivir.
Y al mismo tiempo debe ser toda autobiografía un gesto de generosidad. No se escribe sobre la vida propia para el autoelogio, ni como pretexto para la defenestración que persigue otros fines.
Se escribe sobre uno mismo siempre pensando en los demás y cómo todo buen discurso, la autobiografía debe tener por fines el deleitar, el persuadir y el conmover.
Por eso la autobiografía es para mí, el género más honesto de la literatura, probablemente sólo comparable con el género espistolar.
Anticipo que no he leído el texto completo de mi amigo Abel, pero he conversado y convivido lo suficiente con él y con otras personas que le reconocen para anticipar que es una autobiografía que cumple a cabalidad con las virtudes antes descritas.
Y es que la de Abel no ha sido una vida fácil (quizás como no han sido fáciles las de muchos de nosotros), pero además de ello, Alvarado ha tenido el acierto de construir su relato con base en anécdotas que son los que ilustran y además certifican las lecciones bien aprendidas que la vida nos regala.
Y es que además de la longevidad (que no aparenta), Abel tiene una memoria prodigiosa. Y no sólo eso; me confesó que tiene memoria de sucesos en su vida desde que tenía dos años.
Uno de los Presentadores, el Maestro Sergio Huerta, dijo algo que me dejó pensando: que vivimos la era de la “efebocracia”.
Y su principal característica es que a los jóvenes de hoy sólo les interesa escuchar y ver a otros jóvenes.
Hoy ya casi nadie valora la experiencia vuelta canas y arrugas. El vértigo de estos tiempos líquidos nos arrebata la calma y solo apreciamos lo que nos da placer instantáneo.
Hace falta volver los ojos y los oídos a nuestros mayores que tienen mucho que contarnos, mucho qué enseñarnos y mucho que advertirnos.
Hay un dicho que dice que nadie escarmienta en cabeza ajena y es una verdad a medias. En las aulas universitarias he encontrado a muchos jóvenes con muchas dudas, más que sobre el derecho, sobre la vida. Dudas que se van haciendo más pesadas con el tiempo y se convierten en lastre y en causa de los fracasos personales y profesionales.
Si buscamos a nuestros “viejos” llevaremos sobre otros la ventaja que se obtiene anticipando el futuro. Escuchar las lecciones del pasado es una forma cada vez menos explorada de viajar al futuro para saber cómo resolveremos los problemas.
Y entrecomillo “viejos” porque cuando reencontré a Abel Alvarado siendo magistrado en funciones de la Sala Constitucional de nuestro Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca, estaba lleno de achaques. Le fallaba la vista y traía una afección cardiaca.
Hoy está rejuvenecido, sus ojos brillan (igual que su calva, con su nuevo look), sube, baja y hasta corre.
Yo mismo lo vi correr, como un joven de 15 años, en el aeropuerto de Roma. Nadie me lo platica.
Y creo que su secreto fue su autobiografía. La juventud y la plenitud física tienen mucho que ver con la alegría y no por nada se dice que la juventud es solo un estado de ánimo.
Felicidades Abel!
Necesitamos menos corridos bélicos y más autobiografías.
*Magistrado de la Sala Constitucional y Cuarta Sala Penal del Tribunal Superior de Justicia de Oaxaca