Dos meses de huelga, miles de asuntos pendientes
CIUDAD DE MÉXICO, 4 de septiembre de 2019.- Sin tomar en cuenta a los niños gritones de la Lotería Nacional, los tropezones vergonzosos de una titular de Cultura que no sabe hablar, la conferencia mañanera del Presidente se vio invadida por diminutivos. El primero la inquisición disfrazada de reporteros que cuestionaban, casi a gritos, cuando va a costar el agua de Jamaica y las tostaditas que van a repartirse por la noche del 15 de septiembre en Palacio Nacional.
Así, en expresión cuentachiles las preguntas se repetían, como abalanza de culpabilidades: ¿Cuánto, cuánto, cuánto?
¿A quién interesa realmente este gasto? Largamente el titular del IMSS, que para mi asombro articula perfectamente sus ideas, que no tartamudea, ni repite hasta el cansancio sus oraciones como la Fraustro disfrazada de bailable escolar, había informado sobre los cambios en los festejos patrios. Que se sintetizan en la irrupción de todos los estados, con sus expresiones culturales, en una fiesta popular sin arcos detectores, sin violencia contra las familias.
Lo dicho por Zoé Robledo era suficiente, de sobra. Pero una y otra vez junto a mi la señorita “reportera”, atrás, gritaban sin micrófono.
Lo importante se desdibujaba.
Y como si no fuese suficiente, otro reportero, primera fila, insistió en que López Obrador tiene la obligación de investigar el origen de la camarita que fue encontrada en Palacio Nacional.
Y lo que siguió fue chunga. Porque los minutos se dedicaron a la “camarita” que mandó traer López Obrador, a insistir en que él no acepta “proposiciones indecorosas”, en que “lo público debe ser más público” …
¿Un Presidente espiado? Un mandatario que no le concede sino la expresión anecdótica al tema.
Y entonces vino, textual, la pregunta. Ya entrados en gastos, sobre su “corazoncito”. Porque con toda la mala leche se había publicado en un medio nacional que López Obrador está moribundo, que está muy enfermo del corazón, que por eso no realiza viajes largos en avión. En respuesta admitió ser hipertenso, haber tenido un infarto, y gozar de cabal salud.
¿Importante? Sí, definitivo, porque no nos merecemos como sociedad rumores que desgastan al Estado como éste.
López Obrador siguió, para irse, como en resbaladilla, vaya que es un comunicador excepcional, a explicar una vez más que trabaja, con mucho placer, por los pobres entre los pobres, y esos, los más pobrecitos, llevan más comida a su mesa. Que esos son los índices económicos que le importan.
¿Mercado Público? Las “mañaneras” son un espacio propicio para la comunicación. Esa que ancestralmente se da entre dos, uno que pregunta, otro que responde. Y que puede disertar o confrontar, que puede hacer con su palabra un papalote. ¿Quién pone los temas, la calidad, el nivel?
Lo cierto, es que si los que preguntan llegasen sin consignas, sin tantos prejuicios, tendríamos otros resultados. Porque eso de las “tostaditas”, honestamente, a quién le importa a estas alturas de la realidad… ¿Diez, cien pesos por invitado a la ceremonia del Grito, hacen la diferencia?
¿Dónde están los árboles, perdón el bosque?
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