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CIUDAD DE MÉXICO, 9 de febrero de 2021.- Arsenio Lupin, el personaje que rebasó a su autor Maurice Leblanc, tiene como principal característica su sentido del humor y la gracia de todas sus hazañas. Los evasores y presuntos ladrones de guante blanco, en México, ni siquiera tienen esos méritos. Los que son señalados por sus nombres, exhiben mas bien la personalidad del delincuente tradicional de altos niveles, tipos avorazados que saquean para vivir bien, acumular fortunas y disfrutar de lo que ellos llaman buena vida. A menudo salen a relucir situaciones que conducen a esos personajes. En los primeros días de febrero se dieron a conocer las evasiones del grupo opositor más beligerante Mexicanos contra la Corrupción, en las que se menciona una treta elemental para violar el pago de impuestos. Es como una broma simplista si no se tratara de un presunto delito: regalar algo, recogerlo después, entregarlo en otro lugar e irlo recogiendo como si fuera préstamo, en fechas posteriores, para hacer facturas diversas sobre una presunta donación. Una treta sucia y visible. De parte de lo que hemos sabido, están los dineros depositados en Andorra por ricos empresarios, que bien podrían tipificar la riqueza inexplicable o las triquiñuelas en la Ciudad de México de Mauricio Toledo para encubrir sus propiedades. Pueden ser saqueos, transacciones, que nada tienen que ver con la viejas tretas de los ladrones famosos como Robin Hood, para regalar a los pobres o las de Arsenio Lupin para dar la bofetada a poderosos o a delincuentes encallecidos, a los que desprecia.
Leblanc, con muchas obras, trascendió con Lupin, un alegre ladrón
Arsenio Lupin es de los personajes que trascienden y llegan a ser parte de otras obras y otros autores. Y se ramifican en todas las expresiones artísticas, el cine, el teatro la televisión, la caricatura, la pintura, la literatura. Netflix hizo varios episodios el pasado enero sobre el personaje y al parecer piensa proseguir la trama. Maurice Leblanc nació en 1864 y casi tomó medio siglo del 2020, al fallecer a los 77 años en 1941. Abogado, miembro de una familia de navieros, dejó su antigua vida para dedicarse al periodismo y a la escritura. En su medio escribió un día una aventura sobre Arsenio Lupin que dejó sorprendido al director de ese medio, quien le pidió que siguiera la trama. Esta duró más de 40 años y se llegaron a recopilar 20 tomos de esas obras. La mayoría son breves en las que se destaca su ingenio, pero tiene muchas novelas sobre el personaje y otras que son diferentes, algunas con el tema policíaco. Yo acabo de releer sus aventuras con la condesa de Cagliostro, que no me gustaron mucho, quizá por la exaltación de un personaje como ella, llamada en realidad Josefina Bálsamo, que se mueve entre la ficción y la realidad, y de la que estuvo enamorado el Lupin de su juventud, a los 20 años. En ese entonces todavía usaba su nombre verdadero Raúl de Averny, que usa indistintamente a lo largo de sus hazañas como Lupin. En la primera de esas novelas se casa y tiene dos hijos.
Arsenio Lupin y el individualismo frente al poder
Aunque en este caso se trata de un infractor, la posición del Arsenio Lupin desarrollada por Maurice Leblanc no tiene diferencias con los detectives que enfrentan al criminal y vencen a la autoridad, desde la perspectiva de un individuo. Es lo que ha criticado la novelística cubana, por ejemplo, que plantea el trabajo del detective en equipo. Lupin no solo enfrenta a la autoridad sino que la pone en ridículo y en la lucha tan destacada que hace contra el detective de Arthur Connan Doyle, Sherlock Holmes (en las traducciones se escribe Herlock Holmes), se da la diferencia entre el infractor y el que persigue la ilegalidad, pero sus posiciones individualistas son las mismas. En todos los cuentos en los que Lupin se enfrenta al inglés, él no solo sale ganando (lo escribe un francés), sino que deja en ridículo al pobre Sherlock. Quizá se explican de parte de Leblanc por las antiguas diferencias entre Francia e Inglaterra. Napoleón hubiera estado feliz de haber leído a Leblanc. Hoy me fui a los orígenes de Lupin, cuando el pequeño Raíl tenia solo siete años, en El collar de la reina (Maurice Leblanc, grandes maestros del crimen y misterio, Ediciones Orbis 1984). La pérdida del famoso collar de las manos de unos poderosos que lo compraron, se convierte en un misterio cuando desaparece y se achaca el robo a una viuda joven asilada en la casa por haber venido a menos y que tiene un niño de siete años llamado Raúl. La mujer es despedida, pero al poco tiempo le empiezan a llegar partidas en billetes para su manutención, cosa que ocurre por varios años. En una reunión de cortesanos un individuo elegante de apellido Florián (que no es otro que el joven Lupin) les cuenta a los estupefactos presentes, que fue el niño el que subió a una ventana y se llevó el collar; lo vendió a un joyero y planeó los envíos a su madre. Historias todas, bien escritas, ingeniosas, que ojalá se expresaran de manera similar de parte de los ladrones, saqueadores y vivales de guante blanco, que México tiene a montones.