Exhiben multipremiada cinta La Soledad de María Conchita Díaz en FIC
Me cuenta Lowry que, en el centro de la ciudad, junto a una bodega de semillas hay una calle que carga con dos equívocos y una revelación; inicia en Periférico, sobre un empedrado de no más de veinte metros, lleva por nombre Díaz Ordaz (Lowry mucho sabe de esto, me dice que con frecuencia por asociación de sonidos se confunda con Porfirio Díaz), en el barrio de La China.
En una primera instancia, podría pensarse que el nombre consagra la memoria del mandatario represor, pero no es así, sólo faltaba eso que en estos tiempos nos dedicáramos a consagrar la memoria de los asesinos; alude a un héroe de la Independencia; y dos, hacia el oriente atraviesa con Zaragoza, la calle de mala fama.
En el 712 hay una pequeña puerta; al entrar se distingue la escalera; arriba, los muros van repletos de gráfica, oscuros trazos que registran el inicio del siglo; hay mesas, al fondo un solar desde donde se puede contemplar Monte Albán; sobre la barra, la albahaca ilumina el espacio con su aroma, junto a la albahaca, la pequeña escultura de una mujer desnuda que, sentada, gira el tronco, muestra los pechos en palpitante escorzo; tras la escultura, las botellas de lúcido mezcal contemplan con deseo la espalda de la mujer.