
Las pugnas arancelarias y el efecto Trump
La clave básica para iniciar un cambio profundo de las relaciones de poder en un campo político determinado, sea un Estado, parte de ese Estado, en un gobierno, en la administración pública, en un partido político, en un sindicato, en una asociación campesina o en una empresa productiva, es la simbiosis entre la organización adecuada y el liderazgo.
Sin lo uno y lo otro es imposible lograr el éxito en cualquier cambio profundo de estos campos políticos. La organización y el liderazgo evitan el surgimiento del derrotismo, la organización es una potencia que anima, levanta el ánimo, evita las deserciones y sobre todo, la desmoralización.
Nada es tan preocupante como la desmoralización del equipo dirigente, de los cuerpos intermedios del proyecto del cambio, sobre todo de las masas, del pueblo, en suma. Si nadie detiene la desmoralización, seguramente, en el horizonte se asome pronto, el rostro del fracaso.
La organización no se nutre así mismo del ánimo para superar la situación, la fuerza, la potencia nace de la capacidad del liderazgo de alguno de los miembros del equipo dirigente.
Se sostiene, regularmente, que los grandes liderazgos nacen de situaciones explosivas, de emergencia, de correlaciones de fuerzas difíciles de dominar o encauzar a favor de los intereses del proyecto.
El liderazgo significa agarrar las riendas de los caballos desbocados, se impone la inteligencia más inmediata para medir la fuerza de los caballos, de su rumbo, si hay alguno que jala a los demás, si hay liderazgo. Se calcula la fuerza que se necesita para lograr el control. El objetivo es ir minando, pausa a pausa, la fuerza de las bestias, priorizando el control del líder.
Desde luego, el objetivo es evitar el desbocamiento trágico de la carreta, es lograr la conservación de los caballos, pero sobre todo, de los pasajeros y del conductor. Esto es precisamente lo que debe de buscar el líder político: conservar el proyecto, conservar el rumbo, cuidar la integridad de la vida
humana y del régimen, evitar la catástrofe. Valentía, carácter, fuerza, inteligencia, son las principales virtudes exigidas al líder que surge en difíciles situaciones, es un liderazgo que no tiene permiso para fracasar, no goza de tiempo ni siquiera para planear, es de viveza, de reacción inmediata, de intuición, necesita de la buena fortuna.
Hay mucho de sorpresa en estas situaciones, no hay un plan de acciones, solo contenciones, reacciones, es pensar a una velocidad extraordinaria. Se necesita de una gran agudeza política para salir de este tipo de atolladeros.
Confiar en los instintos y en los sentidos es determinante en las reacciones rápidas, controlar cada segundo, saber qué hacer en cada instante es vital.
El liderazgo dependerá de la pura virtud del intelecto, la capacidad para volver simples situaciones complejas. La pregunta es cómo adquirir estas virtudes, bastará trabajar a partir de una inteligencia media, situarse en condiciones difíciles, la mente se entrena por esta razón, irá acumulando experiencia, estar en constante contacto en relaciones de poder, por ello, la mente se entrena, aprende, se ejercita, si a esto se agregan lecturas de situaciones semejantes de gobernantes, de militares y líderes históricos, el
aprendizaje será más completo.
El líder tiene que transmitir mucha energía y transmitir enorme dinamismo, saber el manejo de la persuasión es indispensable, a la vez, destacarse como hábil polemista para el manejo de un aguzado entendimiento, gozar de una gran aptitud del debate agresivo, con la idea de aplastar al adversario.
Esto sirve mucho en las disputas verbales y escritas, ahora, si a esto le aumentamos el manejo de la dialéctica, mucho mejor.
Todo lo anterior no basta si no se tiene una enorme fuerza de voluntad y de seguridad de sí mismo. Esto fue vital para Lenin durante la Revolución Rusa, la voluntad de su colérico temperamento, su enorme intolerancia y su omnipresente certeza de tener siempre la razón hacían casi imposible que una persona más tolerante, de mente abierta, de planteamientos no tan dogmáticos, o de modales menos tajantes, soportara esa prepotencia en el mando (KershaW, Ian: 2022).