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Hace algunos años un vecino en uso de su posición de relevancia en el ejecutivo de un estado vecino me pidió una propuesta para contar con una estrategia de gobierno que permitiera acabar o aminorar los linchamientos que en esa entidad que a la fecha sigue siendo en la que más se presentan casos que en los últimos seis años acrecientan los índices nacionales de más de 1600 sucesos que han terminado la vida de seres humanos de una manera violenta sin que hasta ahora haya alguien o algo que pueda incidir de alguna u otra manera para que se puedan dar respuestas diferentes para quienes a consideración de los que ultiman a los que señalan como responsables de atentados contra una colectividad sean juzgados de manera diferente. Conociendo los últimos acontecimientos en la hoy entidad fallida de por desgracia cada vez más casos, saqué aquella propuesta para revisar y actualizarla por iniciativa propia y al igual que el vecino distante sin paga ni mucho menos alguna suerte de reconocimiento por terceros, confirmé que no solo los que se pronuncian al respecto en su mayoría siguen de alguna u otra manera considerando con cliché y cita forzosa para dar idea que saben de lo que escriben o hablan que el factor mayor que origina esta conducta grupal se debe a la inoperancia, omisión si no es que complicidad de los gobiernos y sus fuerzas policiales y de seguridad que obligan, incitan y posibilitan a los colectivos a actuar para hacer “justicia por sus propias manos” que salvo dos ejemplos de analistas especializados en antropología social que hacen énfasis en otros aspectos aunque de manera tangencial que valió la pena retomar para tener una versión más actualizada que esperaré algún momento para que pueda exponerla y sobre todo que algún gobernante o dirigente de las instituciones encargas de este espinoso asunto puedan tomar en cuenta.
Si revisamos la historia de los últimos 150 años escrita sobre el tema podemos ver que entre otras cosas la actuación de las fuerzas llamadas del orden ha sido la misma en tanto que o llegan tarde o que no hacen lo mínimo para contener o evitar que se ejecuten las decisiones violentas de una colectividad sobre lo que casi no hay en ese momento poder humano que pueda evitarlo, que lo que consideran los que escriben o describen los hechos como incitadores o catalizadores son versiones externas y adjetivadas a partir de su realidad y la forma de interpretarla, que las explicaciones del porqué la reacción violenta son conjeturas en base a el motivo principal que en la casi totalidad de los casos refieren a extraños a una colectividad atentando contra alguno de sus miembros entre los que sobresalen de robachicos, violadores, “comunistas”, ladrones o que han atentado contra bienes colectivos, personas que hacen por la comunidad o quienes vienen a atentar contra ella. El estado de México, la ciudad de México, Puebla y Guerrero son de las entidades en que más se han dado estas manifestaciones colectivas sin dejar de lado que en Oaxaca al menos en los últimos cuatro años más de 15 linchamientos se han ejercido sin que a la fecha en ningún caso haya habido repercusiones jurídicas contra la colectividad que ha ejecutado estas conductas siendo el caso emblemático lo sucedido en los ochenta del siglo pasado en San Blas Atempa en el Istmo de Tehuantepec Oaxaqueño en que los asaltantes y ultimadores del médico de la comunidad, fueron quemados vivos en el centro de la población.
Aunque como ha sido desde hace más de 500 años y en la actualidad se sigue omitiendo ya sea por la ideología dominante o por ignorancia supina, se niega que los descendientes de las poblaciones originarias y el peculiar mestizaje físico o ideológico vigentes, no solo conservan sino hacen realidad conductas sociales de rechazo al contrato social vigente, las leyes y disposiciones que rigen la coexistencia en México, en tanto conglomerado humano que ha enfrentado la dominación, el embate y la manipulación de fuerza externas propias y ajenas y que fue abigarrado en una Nación y en un País que les ha sido bastante ajeno y en el mejor de los casos han sido utilizados como auténtica carne de cañón en momento definitorios como los movimientos sociales llamados la independencia o la revolución. John Womack en su extraordinario libro sobre Zapata inicia con una cita contundente y lapidaria que en una traducción personal dice “Esta es la historia de un pueblo que no quería cambiar y por eso hizo una revolución” que en la consideración de este amanuense antropólogo de banquete actualmente y en la diáspora forzada de un hogar académico, laboral y amoroso, es el principal motivador de los linchamientos en tanto atentado contra la colectividad de Pueblos y Comunidades rurales o urbanas de una estado nacional ajeno, impositivo, mediatizador que durante más de 500 años los ha obviado.
Gerardo Garfias Ruiz