Economía en sentido contrario: Banamex
Uso de Razón
CIUDAD DE MÉXICO, 8 de mayo de 2017.- El país tiene que responderse a la pregunta de si quiere vivir con libertad de expresión o no, porque va a estar en riesgo.
Desde luego que ahora, hace cinco o diez años, los que ejercen periodismo policiaco o de investigación del narcotráfico en zonas de alta presencia de grupos criminales, corren peligro.
Pero no hay una política de Estado en contra de la libertad de expresión.
Al contrario, al Presidente se le ha llamado traidor o idiota en importantes columnas de los principales medios nacionales y no ha pasado absolutamente nada.
Y a quien puede ser Presidente, porque encabeza la mayoría de las encuestas de preferencias electorales, no se le puede criticar porque pone en su lista negra a los periodistas y medios que lo hacen. Toma represalias.
Estamos a tiempo para entenderlo. Cuando un político sin responsabilidad de gobierno responde sin argumentos y con acritud a quien lo critica, nos revela lo que podría hacer cuando tenga en su mano los instrumentos del poder.
Hace poco más de una semana el diario El Universal reveló un video donde aparecía una diputada de Morena recibiendo dinero ilegal “para López Obrador”.
Y en lugar de reprender a su diputada “recaudadora”, el líder de Morena la emprendió contra el diario, al que acusó de ser “una gacetilla” del gobierno.
¿Cómo va a reaccionar ese personaje, desde la presidencia de la república, si un medio exhibe a un funcionario suyo en actos de corrupción o ilegalidad?
Que se cuide el periódico, radio o televisora que ose hacerlo.
No se trata de una reacción visceral aislada. Es una constante.
Cuando el escritor Francisco Martín Moreno publicó en una columna que no votaría por López Obrador, éste le contestó con furia que era el amanuense de los conservadores y un pésimo escritor.
Sólo por decir que no va a votar por López, Martín Moreno se hizo acreedor de esa andanada.
¿Cómo reaccionará desde la Presidencia si alguien lo llama traidor o idiota, como han hecho con Peña Nieto, en ejercicio de la libertad de expresión?
A Paco Calderón, el gran cartonista de Reforma, lo insultó en tuiter por hacer una caricatura suya en que se enoja por ser el único con “autoridad” para perdonar los pecados de los demás.
Ese político, con todo el poder del Estado en sus manos, es un peligro para la libertad de expresión.
Sería, cuando menos, un regreso a los tiempos del “no pago para que me peguen”, de José López Portillo, cuando por un cartón de Rius en Proceso (JLP enredado en unos hilos) decretó el boicot publicitario a la emblemática revista y perdimos el empleo casi el 40 por ciento de los que ahí trabajábamos.
A Sabina Berman, López Obrador le negó una entrevista con el argumento de que había criticado a Morena.
¿Entonces, no se va a poder criticar al partido del Presidente?
Claro que no. Al menos no sin represalias.
El desplante de López Obrador contra El Universal no fue un hecho aislado. Los periodistas que no coinciden con él son tratados como enemigos, y no como críticos que tienen derecho a la interlocución y a ser escuchados.
Por eso es importante reflexionar desde ahora qué queremos a partir de diciembre del próximo año.
¿Una vuelta al autoritarismo presidencial que castiga a los críticos?
¿O poder decir y criticar al gobierno y a la vez ser interlocutores respetados por el Estado?
Eso, entre otras libertades fundamentales, estará en juego el próximo año. Bueno, se empieza a jugar ya.