Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de enero de 2019.- ¿Qué significa que, a pesar del rechazo de buena parte de la sociedad y de la clase política mexicanas, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador haya decidido invitar al dictador de Venezuela, Nicolás Maduro, a su toma de posesión?
¿Qué significa que el nuevo gobierno mexicano, surgido de un proceso democrático, haya respaldado al dictador Maduro –contra el Grupo de Lima–, a pesar de la tiranía impuesta en Venezuela; a pesar de la antidemocracia y las violaciones a los derechos humanos que viven los venezolanos?
¿Qué significa que contra buena parte del mundo, el gobierno de López Obrador haya reconocido el nuevo mandato de Maduro, obtenido mediante las peores prácticas dictatoriales y antidemocráticas?
¿Qué significa que las mujeres y los hombres más cercanos al gobierno de Obrador sean admiradores confesos de dictadores como los de Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Rusia y Corea del Norte?
¿Qué significa que en la crisis que hoy vive Venezuela –y que puede ser el fin de la dictadura de Maduro–, el gobierno de México se haya colocado del lado de las dictaduras de Bolivia, Cuba, Nicaragua, Rusia y otras, lo que violenta principios fundamentales en la democracia mexicana?
¿Y qué significa que el nuevo presidente mexicano sea, en rigor, un candidato en campaña, como si preparara las elecciones de 2021 y su dictatorial reelección en 2024?
La respuesta a las interrogantes anteriores es sólo una y todos la conocen –a pesar de que muchos no quiere ni mencionarla–; la respuesta es que México ya se instaló del lado de las dictaduras; la respuesta es que junto con Maduro, Evo Morales, Ortega y Díaz-Canel, México es la otra dictadura y López Obrador el otro dictador del continente.
Y es que no es ningún secreto que la dictadura de Maduro financió buena parte de la campaña de López Obrador en 2018; que esa y otras dictaduras invirtieron en México y en las presidenciales del año pasado, a cambio de un apoyo que ya es suficientemente claro.
Pero en el fondo, la nueva política exterior mexicana se coloca del lado de los dictadores porque el nuevo presidente mexicano –López Obrador–, en realidad es un aprendiz de dictador; un presidente que llegado el momento preguntará al pueblo sabio y bueno si quiere que siga al frente del gobierno y –luego de sus consultas al estilo de Maduro–, se proclamará como el elegido para seguir al frente del poder presidencial.
No sabemos si Juan Guaidó, el autoproclamado presidente venezolano, llega al poder bajo las reglas democráticas de Venezuela; no sabemos qué tanto metió la mano en Venezuela el gobierno de Trump –para destronar a Nicolás Maduro–, lo que si sabemos es que el gobierno de México, con López Obrador, ya es la otra dictadura del continente.
Y el mensaje para Maduro también es para AMLO; ¡escucha Nicolás, para que entiendas Andrés!.
Ayer muchos dudaban que López Obrador se comportaría como todo un tirano. Hoy, son cada día más los que lo ven como un tirano. Hoy, con AMLO en el Ejecutivo, muchos dudan que Obrador trabaje para su relección.
Y mañana serán más los convencidos de que AMLO ya es un dictador.
Por lo pronto, vale recordar que ninguna dictadura en la historia moderna, ha terminado bien; no terminó bien la dictadura alemana, la italiana, la argentina, la chilena, la nicaragüense, la…
Y tampoco terminará bien la dictadura Venezolana y menos la naciente dictadura de AMLO.
Al tiempo.