Padre Marcelo Pérez: sacerdote indígena, luchador y defensor del pueblo
CIUDAD DE MÉXICO, 21 de mayo de 2018.- Lo más destacado en el debate de anoche fue el contraste sideral entre la personalidad y la formación de López Obrador, con las de Meade y Anaya.
Patético resultó AMLO sin una sola idea más que acabar con la corrupción como si fuera una pomada contra la siembra de amapola en Guerrero y para defender migrantes en Estados Unidos.
Esta vez López Obrador quiso debatir y lo único memorable fue decirle Rickín canallín a Ricardo Anaya y señalar que le quería robar la cartera.
Lo anterior, ¡en un debate presidencial! Qué pobreza. Qué nivel.
Meade pudo resultar aburrido en algunos pasajes, precisamente porque estaba hablando de cosas serias y con nivel presidencial.
Anaya mostró conocimientos, actualizado con el mundo.
Y López Obrador no enseñó una sola idea nueva. Ni una. Puro pasado.
Resultó de delirio que su propuesta en la relación con Estados Unidos haya sido un plan de… 1961! Quiere revivir la Alianza para el Progreso de John Kennedy: pedirle dinero a los gringos para salir de nuestros problemas.
Eso fue lo que aprendió cuando tenía 20 años. No ha cambiado en nada, y el mundo sí.
¿Qué dijo López Obrador en el debate? Cero novedad. Nada. Todo es culpa del PRIAN. Un discurso ya gastado que da flojera.
Al problema de la siembra de drogas y el incremento del consumo de opiáceos en Estados Unidos, propuso dar precios de garantía al maíz.
Una locura pensar que al sembrar maíz (donde no se puede, como en la sierra de Guerrero) se va a acabar el cultivo de amapola. ¿Va a igualar el precio del maíz con el de la goma de opio? Ignorancia pura.
Un disparate tras otro. Dos mundos diferentes: el suyo y el del Meade y Anaya.
Lo de AMLO es dar vueltas siempre sobre la misma idea: la corrupción y la corrupción.
Pero no se pudo quitar dos golpes que llegan al corazón de su demagogia en ese tema:
En los pocos años que lleva Morena, López Obrador ha manejado tres mil millones de pesos y de eso vive. Es el administrador de una fortuna.
Y ante el señalamiento de Meade, de que “tiene un médico que ni Obama lo tiene”, se escabulló al decir que sus adversarios lo quieren enfermar, pero que está muy bien y sigue jugando beisbol.
El punto no estaba ahí, sino en cómo él se puede dar el lujo de tener como médico en México a un neurólogo de Miami que lo viene a atender.
Si está tan sano como dice, ¿por qué viene a México a atenderlo Félix Dolorit, de Estados Unidos, junto con un equipo de médicos cubanos radicados en nuestro país?
En el debate vimos a un López Obrador absolutamente desgastado, con ideas viejas y que de sólo oírlas dan terror: regresar a 1988 porque se podían comprar más tortillas. Ese año México tuvo una inflación anual de 160 por ciento.
Vimos dos técnicas, las de Meade y Anaya serias e informadas, y López Obrador que se repite sobre una misma idea.
Lo atraparon en una mentira flagrante: contabilizó como inversión extrajera en su gobierno en el DF la venta de Bancomer y la de Banamex, que tanto combatió.
Dio su apoyo al Tratado de Libre Comercio, que antes había señalado como el mecanismo de venta del país a Estados Unidos.
Meade y Anaya van separados en esta elección. La visión moderna de México y el mundo va divida, lo que puede hacer ganar a López Obrador, que en el debate de anoche mostró su ignorancia respecto a lo que es el mundo, a la solución de los problemas del país, al mejoramiento de la relación con Estados Unidos.
La ciudadanía decidirá. Pero lo que vimos anoche fue el borde del precipicio en que vamos a caer si volvemos a las soluciones que fracasaron y el país queda en manos de alguien que piensa que México tiene un solo problema.
Rickin canallín, esa fue su frase más profunda en el debate sobre comercio y relación con Estados Unidos.
Pobres de todos nosotros si la mayoría no toma en serio el riesgo en que estamos con ese candidato.