La Constitución de 1854 y la crisis de México
CIUDAD DE MÉXICO, 24 de octubre de 2018.- Detrás del método de selección de los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina del presidente electo López Obrador se localiza un mensaje de poder que debiera tranquilizar y no inquietar: el próximo sexenio será una continuidad del sistema político priísta, sólo que con sus toques especiales que diferencian estilos y no nuevas definiciones.
Los datos están a la vista:
1.- López Obrador no rompió el modelo de selección castrense; los dos designados estaban en las listas entregadas por los titulares salientes, aunque sin posición privilegiada.
2.- La intención de López Obrador fue la de adquirir una autonomía relativa de lo que significa el papel de los titulares administrativos, políticos y operativos de las fuerzas armadas. Fox, Calderón y Peña Nieto tuvieron imágenes menores a las de sus secretarios de fuerzas armadas.
3.- López Obrador no será sólo comandante en jefe de las fuerzas armadas por ministerio de ley, también el jefe operativo de la estrategia de seguridad conduciendo todas las mañanas desde Palacio Nacional.
4.- La presencia del secretario designado de Seguridad Pública, Alfonso Durazo Montaño, en la reunión de presidente electo con los altos mandos castrenses rompió el protocolo de seguridad, pero dejó claro que el mando de seguridad que involucra a las fuerzas armadas será civil.
5.- Los estilos de López Obrador pudieran ser entendidos como un primer avance –quién sabe si se consolide en su sexenio– para la designación de civiles como secretarios de Defensa y de Marina, dejando un comando conjunto de estados mayores para el manejo operativo de las tropas. Altos mandos militares, antes de López Obrador, estaban convencidos de que los jefes militares se desgastan al cumplir con funciones políticas y administrativas en los gabinetes.
Los mensajes de López Obrador rumbo a su toma de posesión van aclarando el panorama: busca una autonomía relativa frente a los poderes del sistema. El presiente electo no tiene una propuesta nueva de sistema, por lo que ha aprovechado el interregno de cinco meses para fijar de manera autoritaria las nuevas relaciones de poder del presidente con los miembros del sistema priista.
López Obrador sabe que carecerá de horizonte personal si subordina a Morena al modelo de sistema priísta, pero Morena carece de fuerza para constituirse en el partido-sistema que era el PRI. Por eso el presidente electo busca imponer sus reglas al sistema. En síntesis, el sistema priísta tiene tres pistas:
–Los seis pilares: presidente de la república, partido del Estado, Estado de bienestar, relaciones con los sectores invisibles del sistema, Constitución y cultura política (ideología, educación, pensamiento histórico).
–Los sectores invisibles del sistema fueron priístas y militantes y hoy aparecen como priístas funcionales: medios de comunicación, intelectuales, empresarios, oposición leal, gobierno de los EE. UU., iglesia católica, indígenas, movimientos sociales no corporativos, poderes fácticos (grupos criminales, corruptos) y burocracia del poder. El ejército, que fue el cuarto sector del partido del Estado con Lázaro Cárdenas, se institucionalizó y garantizó las alternancias al PAN y a Morena.
–Las fuentes de legitimidad: Constitución, ideología priísta como pensamiento oficial-educativo y bienestar social.
En cada una de estas instancias, López Obrador ha buscado imponer su dominio a partir de su mayoría absoluta y la de Morena. Sin embargo, Morena es un partido Babel formado en su mayor parte con los resabios del PRI y de priístas chambistas que se colocan con el que gane. López Obrador percibe que los seis años de gobierno –cuatro reales– no le alcanzan para su reforma del sistema y por eso quiere aprovechar la estructura del sistema priísta ajustándola a sus propias necesidades.
En todo caso, el principal mensaje de estos cinco meses de interregno radica en la decisión de López Obrador de volver al modelo de sistema político priísta, presidencialista, centralista y dominante. Lo malo es que la restauración presidencialista necesitaría de un Morena corporativo como PRI, de un Lázaro Cárdenas, de una oposición total leal, de medios-bocinas y no redes críticas y de una ciudadanía priízada en su sumisión voluntaria.
Y López Obrador requerirá dos reelecciones presidenciales o dos sucesiones funcionales a su proyecto, pero con la realidad de que su liderazgo es único y el PRI mantuvo el poder por la continuidad del PRI en la presidencia evitando las reelecciones funcionales.
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