Prohibir comida chatarra en escuelas, primer gran paso contra la obesidad
CIUDAD DE MÉXICO, 28 de enero de 2020.- Seguramente a los millennials poco o nada les dice el nombre de Gustavo Díaz Ordaz.
Es posible, incluso, que no sepan siquiera que Díaz Ordaz fue presidente de México, entre 1964 y 1970, del siglo pasado.
Más aún, es probable que tampoco identifiquen a Díaz Ordaz como el autor intelectual de lanzar al Ejército Mexicano contra las protestas juveniles, lo que dio como resultado la mítica “matanza de Tlatelolco”.
Bueno, pues ese “gorila en el poder” al que los jóvenes de 1968 motejaban como GDO –por su acrónimo y por su aspecto simiesco–, está de vuelta en la figura de López Obrador.
¿Por qué?
Porque hoy, López Obrador no sólo lanza a militares disfrazados de Guardia Nacional contra migrantes centroamericanos para cumplir quién sabe que inconfesables acuerdos con el gobierno de Trump, sino que ordena reprimir –con cientos de acarreados–, a manifestaciones a favor de la paz y contra la ineficacia del gobierno lopista para contener la violencia.
Además, en sus delirios de tirano, Obrador también insulta y ofende a los padres de niños con Cáncer –a pesar de que se ha demostrado de manera contundente que la falta de medicinas es por errores del gobierno de AMLO–, y al mismo tiempo el presidente prefiere incrementar el monto de las becas a los “ninis”, a los que acarrea para sus mítines.
Es decir, vivimos lo impensable hace penas dos años; una regresión a lo más cuestionable de los gobiernos del PRI; gobiernos de terror, autoritarios, dictatoriales, incompetentes y con delirios faraónicos.
Por eso, cada día son más claras las coincidencias entre los presidentes Gustavo Díaz Ordaz y López Obrador; sincronía entre pares, sobre todo, en el talante autoritario y dictatorial de los dos; GDO y AMLO.
Pero vamos por partes.
El gobierno del primero, de Díaz Ordaz, se caracterizó por la represión en todos los ámbitos de la vida nacional; represión convertida en política pública y de gobierno, capaz de espiar, infiltrar y hasta apalear tanto a los opositores, como a enemigos políticos y críticos.
Por eso, Díaz Ordaz espió, infiltró y reprimir –literalmente a palos–, a gremios como los maestros y los médicos en tanto que, de manera arbitraria quitaba y ponía gobernadores y, sin duda, perseguía a críticos de su gestión.
Más aún, en el México de Díaz Ordaz eran letra muerta libertades básicas, como las de expresión y manifestación y cualquier intento disidente era aplastado mediante una feroz censura, si no es que a través de la tortura –sí, la tortura–, de disidentes que insistían en la manifestación callejera y hasta se llegó a la desaparición de personas.
Por eso, ante la falta de libertades básicas –como la libertad de expresión, la libertad de tránsito y de manifestación–, se gestó el movimiento estudiantil de 1968, reprimido violentamente, por GDO, mediante el Ejército.
Lo curioso es que tanto Díaz Ordaz como si sucesor, Luis Echeverría, usaron “grupos de choque” y hasta “halcones” para hacer ver la represión como una lucha de clases; entre facciones sociales confrontadas. Claro que nadie se tragó el montaje.
Hoy están de vuelta la siembra de “grupos de choque” por parte de AMLO y también están de vuelta los “halcones” ya no portan macanas y palos, sino que son “halcones cibernéticos”, capaces de las peores atrocidades imaginables.
Por ejemplo, desde que arrancó AMLO sus recorridos por el país, ya ungido presidente, sus equipo de avanzada montaba un circo a la plaza que llegara en donde el numero principal era el abucheo al gobernador en turno.
Así pasó con todos los gobernadores del país, del partido que se quiera.
La idea de tal estrategia, según AMLO, es hacerle ver a la gente y al mandatario en turno, quien manda.
Lo mismo hizo el domingo pasado en el Zócalo capitalino. Es decir, al momento que llegó a la plaza marcha encabezada por Sicilia y LeBarón, cientos de adultos mayores acarreados ex profeso se lanzaron contra los manifestantes, a los que insultaron, calumniaron y difamaron.
Es decir, que el gobierno de Obrador –y sólo él–, es quien decide la legitimidad de una manifestación, de una protesta y de una información.
Ya antes AMLO había descalificado a los padres de niños con cáncer; antes había acusado a los medios de supuestos montajes y boicots en contra de su gobierno, por exhibir las atrocidades que comete López Obrador.
Es decir, López Obrador y Díaz Ordaz son idénticos en el poder; gemelos perversos que aspiran al poder absoluto, dictatorial.
¿Lo vamos a permitir los ciudadanos?
Al tiempo.