Diferencias entre un estúpido y un idiota
OAXACA, Oax., 2 de diciembre de 2018.- El discurso del Presidente Constitucional, Andrés Manuel López Obrador toca fondos sensibles del devenir del país, en el entendido de que su traducción en hechos no será simple.
Sus tesis proponen un cambio de régimen abatiendo corrupción e impunidad que han invadido al Estado y diversos sectores de la sociedad.
Para él, en el siglo 19 la Independencia reaccionó en contra de la esclavitud y reclamó soberanía, en tanto que la Reforma logró la prevalencia del poder civil y los valores de la República.
En el siglo 20 la revolución se motivó en la lucha por la justicia social y la democracia; y ahora, en el siglo 21 el reto es la honestidad y la fraternidad como hábitos cotidianos.
La crisis de México halla sus causas no solo en el neoliberalismo económico sino en la inmunda corrupción pública y privada, en particular la de una minoría lucrativa.
El neoliberalismo no fue exitoso ni siquiera en términos cuantitativos pues entre los años 40 y 60 del siglo pasado la economía creció hasta 6% anual, incluso en los años 70, aunque con inflación y deuda.
En el periodo 1982-2018 la eficiencia neoliberal no pasó del 2% anual pero si fue muy efectiva en lograr la reconcentración del ingreso y el aumento de informalidad e ilicitud.
La calamidad se nota en la caída de la producción petrolera, alza de precios, insuficiente inversión extranjera y pérdida del poder adquisitivo del salario.
Somos el país petrolero más importador de gasolinas y hasta compramos maíz, el salario mínimo es el más bajo de América Latina, tenemos doble de diabetes que hace 30 años, somos la segunda nación más emigrante y de las más violentas y corruptas.
En México privatizar ha sido igual a corromper, lo que en el periodo neoliberal afectó a todos los bienes sociales.
Aun así, la cárcel a corruptos sería ineficiente ante los retos por encarar, de modo que el Presidente considera que es mejor concentrarse en evitar los delitos del porvenir.
De ahí que prefiera que las autoridades desahoguen los asuntos pendientes, se funde la comisión de la verdad para el caso Ayotzinapa y la fortaleza del pueblo se oponga a minorías conservadoras y reaccionarias.
De entrada, enfatizó, se ha aprobado en el Congreso que la corrupción se sancione como delito grave para todos, limitado los salarios de los servidores públicos, no fuero presidencial para delitos comunes, separación del poder económico y político, estado no facilitador del saqueo, respeto para todos, auténtico estado de derecho, transición a verdadera democracia, delitos electorales graves, y la promesa de no aumentar impuestos reales ni combustibles por arriba de la inflación.
Las finanzas del país no son positivas. La deuda pública al final del sexenio de Fox era de 1.7 billones de pesos, con Calderón 5.2 billones aún con más ingresos del petróleo y al final de Peña es de 10 billones, lo que significa pagar con 800 mmdp de intereses.
El esfuerzo será titánico por lo que habrá garantía a las inversiones, austeridad y rescate a industrias estratégicas con inversión mixta y otros proyectos de infraestructura; no al IVA en la frontera, proyectos constitucionales para el bienestar y la justicia social, más Estado para garantizar a las mayorías y no a las minorías rapaces, gobernar para todos pero primero para los desposeídos.
Reitera cancelar la reforma educativa; dignidad indígena; médicos y medicinas a zonas marginadas; salarios mínimos no más por abajo de inflación; 2.5 millones de jóvenes empleados como aprendices con 3500 pesos mensuales; 100 nuevas universidades públicas; ciencia y tecnología; pensiones a adultos mayores, jubilados y pensionados; apoyo a discapacitados y a damnificados por sismos; y subsidios al campo y a personas de manera directa.
A ello, dijo, se sumarán la austeridad en la gestión pública, Guardia Nacional con cuerpos policiacos y militarizados existentes y autorizada por el pueblo.
Esto último es clave ante la inoperancia de policías, en general poco disciplinadas y cooptadas por el crimen; apoyo del ejército revolucionario que desde 1913 fue institucionalizado como pueblo uniformado y no oligárquico; con la Marina reestructurada en 1940; y la creación de 266 coordinaciones territoriales de seguridad en el país.
Para el Presidente López Obrador, la política exterior se ejercerá conforme con principios constitucionales y enfoque de inversión y desarrollo con énfasis en Centroamérica para alzar no muros sino cortinas productivas que frenen la sangría migratoria y la gangrena del tejido social.
Al mismo tiempo, en su discurso las culturas originarias son reserva y resiliencia histórica de un México lleno de valores y recursos que requieren tan solo de buen gobierno para producir el renacimiento de la patria.
En cuanto al método, la carta transformación deberá ser rápida frente a conservadores y corruptos, y, especialmente, sin reelección presidencial, sino más bien con revocatoria de mandato.
La dialéctica discursiva del Presidente señala causas y consecuencias relevantes de la situación: deficiente economía y gobierno provocaron la degradación social derivada en más desigualdad, violencia y crimen.
Por ende, cambiar economía y gobierno deberá incidir en la regeneración social.
No se trata de un discurso integral sobre los temas y las políticas para remontar el estado de cosas.
Hubo claras ausencias, ya en federalismo, justicia constitucional o en género y diversidad sexual.
Aunque parece implícito, se extraña al menos una concesión al credo liberal respetuoso de la autonomía de la voluntad y la iniciativa privada que mediante miles de micro, pequeñas y medianas empresas sigue siendo el principal motor económico del país.
Pero se entiende que en ese discurso oficial no lo podía abarcar todo.
Es un hecho que los actores políticos, económicos y sociales deberán interpretar y comprender el momento histórico que vivimos para protagonizar sus respectivos papeles en el futuro inmediato.
De las energías resilientes del pasado y de las jóvenes generaciones de mexicanos habrán de emerger y expresarse el carácter y los talentos indispensables en la nueva etapa que se abre justo ahora.
En el caso del expresidente Peña Nieto y su gobierno, habrá que estudiar al detalle sus aciertos iniciales y las causas de su lamentable deriva final.
De ello, todos los gobiernos de cualquier signo deberían tomar nota pues podrían estar metidos sin saberlo en su propio tobogán.
Si estamos asistiendo a la conclusión de un régimen político centenario, la dialéctica de la 4a transformación no deberá –no podría– excluir a sus contrarios sino a riesgo de su propia frustración, lo cual sería desde luego inconveniente y muy riesgoso.
De allí que esa dialéctica deba nutrirse de la madura corresponsabilidad crítica y creativa de todos los mexicanos.