Emilio Mendoza Kaplan/Quadratín
OAXACA, Oax. 13 de junio de 2025.- México atraviesa una encrucijada democrática histórica: la concentración inédita del poder político en un solo partido —control del Ejecutivo, del Legislativo y a partir de la reforma una enorme influencia en el Judicial—.
Este escenario, más que una mera coyuntura, exige una reflexión urgente sobre los mecanismos que preservan el equilibrio republicano.
Sin embargo, en esta crítica necesaria también yace una oportunidad: la de replantear nuestra democracia desde la raíz, con la ciudadanía como motor de transformación.
I. La sombra del poder concentrado: riesgos tangibles
La hegemonía política amenaza pilares democráticos fundamentales. Los riesgos no son teóricos, sino visibles:
- Asfixia de contrapesos: Sin oposición legislativa efectiva y con un Judicial bajo presión, se debilita la rendición de cuentas.
- Erosión del pluralismo: La estigmatización de voces críticas y medios independientes empobrece el debate público y margina soluciones alternativas.
- Polarización instrumentalizada: La división social se agudiza cuando el discurso oficial simplifica narrativas en «el pueblo contra los conservadores», soslayando la complejidad de los problemas.
- Decisiones costosas: Los proyectos emblemáticos (por ejemplo Dos Bocas o el Tren Maya) avanzan con opacidad en estudios técnicos, impactos ambientales y costos reales, priorizando el simbolismo sobre la sustentabilidad.
II. La Oposición Invisible: ¿Falta de Voluntad o de Estrategia?
- El descontento social existe, pero no se traduce en una fuerza política articulada capaz de ofrecer alternativas creíbles. Esto se debe a:
* Fragmentación: Grupos opositores carecen de agenda común y narrativa unificadora.
* Desconexión élite-ciudadanía: Muchos críticos reproducen discursos alejados de las urgencias cotidianas de la población.
* Falta de propuestas innovadoras: Se critica al gobierno, pero rara vez se presentan soluciones viables para resolver problemas estructurales (desigualdad, inseguridad, informalidad).
- III. Morena en el Banquillo: Logros, Contradicciones y la Deuda Social
Un balance justo exige reconocer claroscuros:
Aciertos: Programas sociales (pensiones universales, becas) que alivian pobreza extrema; la narrativa anti-corrupción (aunque con resultados dispares).
Contradicciones flagrantes:
Austeridad selectiva: Recortes a órganos autónomos mientras crecen el gasto militar y en proyectos faraónicos.
Seguridad fallida: Militarización sin una reducción sostenida de homicidios y delitos; abandono de estrategias locales de prevención.
Economía cortoplacista: Cancelación de Texcoco sin alternativa integral; apuesta a combustibles fósiles (Dos Bocas) desalineada con la crisis climática global.
La deuda pendiente: Los programas asistenciales, vitales hoy, no son sostenibles sin generar empleo formal masivo y movilidad social real. Sin inversión en educación técnica e infraestructura productiva, el círculo de la dependencia persiste.
IV. Más allá del voto: La sociedad como contrapeso activo
La esperanza no reside en esperar alternativas políticas tradicionales, sino en activar la potencia social:
- Vigilancia y exigencia colectiva: Fortalecer observatorios ciudadanos, uso de plataformas de transparencia y litigio estratégico para defender instituciones autónomas.
- Tejido social desde lo local: Apoyar iniciativas vecinales de seguridad, cooperativas económicas, redes de trueque y medios comunitarios que generen resiliencia ante fallas estatales.
- Diálogos incómodos pero necesarios: Crear espacios (físicos y digitales) donde diversas voces (citadinos y provincianos, jóvenes y viejos, morenistas y opositores) construyan consensos mínimos sobre prioridades nacionales.
- Cultura cívica renovada: Educar en derechos, mecanismos de participación (consultas, iniciativas populares) y pensamiento crítico desde las escuelas y barrios.
A manera de conclusión, debemos reconocer que la Democracia es una construcción cotidiana, no un regalo.
La concentración de poder en México es un síntoma de una democracia joven y frágil, no su sentencia de muerte. Los riesgos son graves, pero también son un llamado de atención ineludible: la salud de la república depende menos de quién gobierna y más de cuán despierta, organizada y exigente sea su ciudadanía. La historia mexicana enseña que los cambios profundos (la Independencia, la Reforma, la Revolución) nacieron de la inconformidad organizada. Hoy, el desafío es construir sin violencia, desde la participación inteligente y persistente, un país donde el poder nunca más pueda ser patrimonio de unos pocos. El México equitativo y próspero no será obra de un partido mesiánico, sino de una sociedad que decida ser protagonista de su destino.