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LIMA, Perú, 1 de enero de 2018.- Los Fujimori ni siquiera disimulan. Los peruanos están tan acostumbrados a sus guerras de familia que ellos incluso parecen divertidos con esa mezcla entre Shakespeare y Falcon Crest que domina la historia reciente de Perú. Esta semana, Kenji Fujimori, el menor, vencedor de la última guerra con su hermana, Keiko, lanzaba un tuit en el que pedía venganza. Como no puede reclamar la cabeza de su hermana, porque al fin y al cabo son familia, exige la de sus cortesanos. Y lo hacía con una caricatura en la que se le ve a él disfrazado de Kill Bill con una espada y el traje amarillo ensangrentado. “Los señores Figari y Ana Hertz de Vega han conspirado por años, sistemáticamente, contra la libertad de @AlbertoFujimori. Hoy, ambos en la sombra continúan atentando contra la gobernabilidad del país. Ellos son el problema. Reconciliación = Reestructuración”, escribía.
Kenji hacía público así, culpando a los asesores de su hermana y pidiendo sangre, de algo que confirman fuentes del máximo nivel peruano: que ella ha estado conspirando para evitar que el patriarca fuera indultado, porque teme que al salir de la cárcel se haga de nuevo con el mando de la familia, que durante estos años ha ocupado Keiko, dos veces candidata presidencial. Todos en esta familia, incluida la madre, Susana Higuchi, han pretendido en algún momento ser candidatos presidenciales. Todos creen en la fuerza del apellido que domina la política peruana desde 1990. Y entre ellos la guerra es total, aunque después de durísimas batallas acaban en extrañas reconciliaciones, esa de la que hablaba Kenji en su tuit, que parecen pactos de familia para recuperar el poder.
De hecho la última gran pelea familiar comenzó en la semana de las últimas elecciones presidenciales, en abril de 2016, y también fue por Twitter. Keiko estaba a punto de perder ante Pedro Pablo Kuczynski (PPK) –ya lo hizo en 2011 ante Ollanta Humala- y Kenji reclamó su turno en el drama shakespeariano: “La decisión es mía. Solo en el supuesto negado que Keiko no gane la presidencia, yo postularé el 2021”. Ella lanzó toda su furia contra él, y la tensión llegó tan lejos que el día de las elecciones Kenji desapareció para no tener que votar a su hermana. Esa es la guerra no resuelta que ha utilizado Kuczynski para salvarse, pactando con Alberto y Kenji para que traicionaran a Keiko y rompieran el grupo parlamentario con 10 congresistas que impidieron que se aprobara la destitución del presidente. A cambio, PPK concedió el indulto al patriarca y padre e hijo celebraron juntos, mientras Keiko, derrotada, acudía a la clínica a rendir pleitesía a su padre y mostraba su supuesta felicidad en twitter por la liberación de su progenitor, como si nada hubiera pasado.
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El País