Diferencias entre un estúpido y un idiota
Oaxaqueñología | Raúl Ávila Ortiz | Hacia el 1-J
El historiador Enrique Krauze insiste en su advertencia sobre el riesgo del populismo ante un muy probable AMLO Presidente.
Siempre estaré en favor de la libertad de expresión aunque pueda diferir de sus contenidos.
La advertencia populista es redituable. Si ocurre se habrá tenido razón. Si no, pues se podría decir que de algo habrá servido la alerta, así sea para honrarse a sí mismo y servir a la propia clientela.
Desde luego que la luz preventiva es útil para encender la conciencia, aumentar el conocimiento y afinar la comprensión en torno a dicho instrumento, obviamente dañino cuando el líder lo usa en exceso.
Sin embargo, aparte de la diversidad de formas y contenidos del populismo en tanto estilo de gobierno (¿Como comparar a Chávez con Lula o con Mujica?) habrá que considerar el contexto mexicano y los referentes comparativos al uso e efecto de ponderar el caso.
En el contexto, las opiniones tipo Krauze deberían calibrar la condición grave en que ha derivado la rigidez del modo mexicano y transnacional de producción y de dominación durante los tres últimos decenios, en particular desde 1994.
Al retirar las protecciones que brindaba el estado al campo y la industria, y al intensificar la lógica librecambista sin propiciar la productividad, el desarrollo sustentable y mejor distribución del ingreso, ambos objetivos constitucionales (art. 25), entonces el resultado a la vista es la prevalencia de los más fuertes y la disfunción estatal.
A las crisis del Estado de derecho, el estado social y la incipiente democracia pluralista, le acompaña una riesgosa degradación moral e institucional que los mecanismos de regulación y control hipertrofiados no pueden contener.
Ante semejante realidad, el libro de la historia debe ser reabierto.
Este indica que en aquel tipo de coyuntura, de emergencia nacional pues se han agotado varios ciclos jurídicos, políticos y económicos, largos y cortos, el líder y su gobierno tienen que acercarse al pueblo y articularlo a través de diferentes métodos:
Proteger la dignidad personal e incentivar el orgullo nacional sin desmedro de la libertad y los compromisos internacionales no perjudiciales.
Frenar de inmediato el abuso de los privilegios y predicar con el ejemplo los valores republicanos. Mantener el respeto a la democracia representativa y conjugarla con la participación y la deliberación social y ciudadana. Profesar solo una religión: la del estado laico en donde cabemos todos, aun los sin religión.
Retomar en serio la valoración del federalismo para reordenarlo con firmeza y claridad.
Fortalecer la cooperación multinivel para asegurar la regularidad en la provisión de bienes y servicios básicos. Renovar la justicia en sus diversos ámbitos: constitucional y ordinaria, nacional, federal y local para facilitar el acceso y la tutela efectiva. Abrir el corazón del Estado a la democracia y cerrarle las venas a la corrupción.
El populismo no alcanza para todo ello. Aquí la clave está en que el próximo gobierno es de salvación nacional y deberá combinar estrategias.
De allí la importancia de la reconciliación, la amnistía diferenciada y el llamado al esfuerzo comunitario, individual y colectivo, cuyo valor deberá compensar la insuficiencia presupuestal.Mejor aún, deberá reponer y vigorizar los procesos fundamentales de la regeneración del tejido social.
Y de allí, al mismo tiempo, la relevancia de atreverse al cambio oportuno de régimen político en sentido semipresidencial y abierto a la sociedad.
En cada fin de ciclos históricos, lo hemos sabido hacer.
Lo hizo Juárez, el liberal radical y populista republicano entre 1858 y 1867 ante el prolongado fin del mundo novohispano de dominación y producción que el conservadurismo supo sostener y quiso reproducir.
Lo hizo Cárdenas ante el adiós definitivo al siglo 19 liberal individualista liquidado por la Gran Depresión y el genio de Calles al fundar el PNR en el aciago año 1929.
Lo hizo, incluso, Salinas de Gortari en sus primeros tres años de gobierno, luego enterrados por la prematura muerte del siglo 20 a manos del neoliberalismo.
Lo deberá hacer el próximo Presidente de México ante el giro intempestivo provocado en Europa y América por la Gran Recesión de 2009, la globalización asimétrica y la ambición irresponsable, sin equilibrios ni controles. Mucho peor que el populismo, en todo caso.
No es el populismo irresponsable el que se aproxima. Es una nueva síntesis de contradicciones insolubles que deberá revertir el inconstitucional y antidemocrático neoliberalismo desigualitario mediante un nuevo igualitarismo intercultural, comunitario y liberal.
Estamos ante una vuelta no en “U” sino a la izquierda en busca del sendero mexicano social, humanista y popular del liberalismo histórico –nacionalista y pluralista– y con responsabilidad internacional reivindicativa de la dignidad humana.
Se trata de un modo renovado de dominación y de producción que rescate y rehaga instituciones para poner a todo México, no sólo a unos cuantos, en el siglo 21.
Las alertas de Krauze, como la alerta del vidente romano por los “idus” de marzo al Emperador romano Julio César, parecen formar parte de las contradicciones incluidas en la síntesis que se avecina.