El episcopado ante el segundo piso de la 4T
CIUDAD DE MÉXICO, 19 de octubre de 2018.- La siguiente historia se publicó en la primera plana del diario La Jornada, en el último tercio de 1995, cuando el presidente de los mexicanos era Ernesto Zedillo.
El autor de éste espacio había realizado la cobertura informativa del candidato presidencial del PRI, luego del asesinato de Luis Donaldo Colosio.
Una vez que Zedillo se convirtió en presidente, continuamos con la cobertura de la casa presidencial.
El de Zedillo había sido –desde su arranque–, uno de los gobiernos del PRI más respetuosos de la libertad de expresión.
En realidad con Zedillo arrancó el verdadero respeto a las libertades de prensa, al grado que no era ninguna sorpresa que columnistas, cronistas y reporteros citaran y criticaran las eventuales correrías de los hijos del presidente.
El autor de este espacio se refirió en ésta columna y en algunas crónicas –siempre de forma crítica–, a los jóvenes hijos de Zedillo sin que, por ello, existiera censura de la dirección de La Jornada y menos de la casa presidencial.
Sin embargo, en cierta ocasión –y luego que concluyó una gira por zacatecas–, Zedillo y su esposa Nilda juguetearon irónicos con los reporteros de la fuente.
Uno por uno, en tono sarcástico, fue evaluado por la pareja presidencial.
Cuando tocó el turno al autor de ésta columna, el presidente y su esposa improvisaron una conversación en la que él le decía a ella que en la casa hay un perro pastor alemán que no sólo muerde a las visitas, sino que muerde a los de casa.
El juego siguió por unos minutos hasta que, en medio de la tensión y la risa colectiva, me retiré de la mesa.
De vuelta en la redacción comenté a los directivos y editores el mensaje que significaba el juego verbal de Zedillo y su esposa y, por eso, propuse publicarlo, con el contexto del caso.
Al día siguiente, en la primera plana de La Jornada apareció un texto crítico del caso. Continué con la cobertura de Los Pinos hasta mi salida de La Jornada.
Viene a cuento el ejercicio memorioso porque –a pesar de escaramuzas entre el poder presidencial y sus críticos–, el gobierno de Zedillo nunca pidió la cabeza de periodista alguno. Más aún, mi paso de La Jornada a El Universal se concretó por eso, por mi postura crítica al gobierno de Zedillo.
Hoy, sin embargo, cuando el futuro presidente aún no toma posesión, cuando el futuro gobierno será disque de izquierda y cuando se pregona que se respetarán las libertades democráticas, la realidad muestra todo lo contrario.
Por presiones de la claque de López Obrador han sido despedidos periodistas, cartonistas, columnistas y articulistas de distintos medios.
Los más recientes de El Universal, diario que claudicó ante la presión del nuevo gobierno por una nota que algunos consideraron ofensiva al poder.
¿Serán intocable el próximo gobierno y la familia presidencial? ¿Los periodistas críticos seguirán siendo despedidos? Eso no ocurrió ni en el PRI de Salinas, Zedillo y Peña.
¿Es el cambio que prometió el nuevo gobierno? ¿O son mas sensores y represores que el PRI?
Al tiempo.