El alarido de la libertad
CIUDAD DE MÉXICO, 10 de mayo de 2020.- El último dato sobre violencia familiar en México, es de 46 mil 783 casos, en los primeros tres meses del 2020. En un alto porcentaje esa violencia viene del sector masculino, pero hay datos que confirman la mano femenina, en el apoyo. La intervención moral, etica y formativa de este sector se menciona poco. Los expertos que analizan los casos masculinos desde diversas disciplinas, señalan al milenario sistema patriarcal, a religiones misóginas, a los diferentes sistemas económicos que han dominado al mundo privilegiando al hombre, a la fuerza natural masculina que se ha impuesto, entre muchas. La pregunta de aguafiestas que hago todos los años es la misma en esta ocasión:, ¿que papel juegan las madres, las dadoras de hijos, las que los crían, las que los tienen a su vera durante los primeros años, en la violencia familiar y cual es el porcentaje de su responsabilidad? Es una pregunta que no se atrevieron a plantear y algunos la rechazaron, los grupos colectivos que se manifestaron en miles, el pasado 8 de marzo. La concepción sacrosanta de la madre se impone sobre la denuncia de feminicidios, de graves agresiones, de la necesidad de autocrítica, de la urgencia de enfrentar el problema en unidad de géneros. La idealización de un concepto representado en vírgenes, no en mujeres procreadoras propiamente dichas, las estampas creativas de miles de mujeres que aparecen con sus hijos en brazos y que son llamadas vírgenes, exhibe el también sacrosanto ideal de la pureza, lo intocable, que todavía se muestra en estas celebraciones del diez de mayo. La posición de los sectores críticos – con excepciones notables de madres que luchan-, no tiene diferencia con el mandato dictatorial de los gobiernos priístas que exigían no tocar para nada a la madre. Confundir el respeto con la responsabilidad, ha sido uno de los atrasos.
Efecto del Covid 19: 10 de mayo sin alharaca comercial
Treparse en los conceptos para sacar ganancia ha sido lo común. La emergencia frenó en muchos sentidos los alcances de la festividad maternal. El 10 de mayo en México, con fecha diferente en otros países, ha sido un día de jolgorio comercial, de regalos, de visitas a restaurantes, besos y abrazos. La fecha impone reglas; hay que guardar las formas. La grandes tiendas no hacen rebajas en las bebidas fuertes. Se ponen en ofertas los vinitos, las mentas, las bebidas azucaradas, los chocolates, las lociones suaves, las blusitas rosadas. La aparición del otro integrante del festejo, el macho mexicano, configura lo clásico de su descripción: va a ver a su mamacita, a la autora de sus días, le lleva los regalos también clásicos, según su nivel económico y el entorno familiar se complementa con la actitud de los hijos, el reconocimiento humilde por un día, del recuerdo de la madre apapachadora, consecuente, selectiva para el hombre frente a las hijas mujeres, mientras en los demás días puede llegar la violencia que se expresa en cifras, en el ocultamiento de una realidad que está a la vista y que por desgracia tiende a subir. Está en muchos casos el papel de la madre sumisa ante el marido o el amante, omisa a los desmanes de ese hombre o de los hijos o parientes varones, que muchas veces son los violadores incluso los asesinos de hijas o entenadas. Ellas mismas son a veces las víctimas. Y se ven madres que forcejean a sus hijos como si fueran de oro frente a nueras, novias o amigas. El sistema económico que privilegia un concepto para vender, la sociedad misma que lo acepta y oculta sus deficiencias, los gobiernos que quieren llevar la fiesta en paz y muchas madres que aceptan su papel y lo reproducen , ¿son todos ellos los culpables de la violencia familiar?
Inconsistencias y silencio hacia el concepto madre, que no ayudan
Con la disculpa de ustedes publicaré de uno de mis libros, este relato por el día de la madre:
(Lo que lo no se dijo. Minis y otras pequeñeces, editora Groppe 2015, página 83).
Inconsistencias
La madrugada nebulosa, que se miraba con solo levantar la cortina de la sala, no le dijo nada sobre la petición de aquel hombre que la había citado al amanecer. Una llamada a la puerta, le confirmó que su enviado había venido por ella y que tenía que enfrentarse a lo desconocido. A la habitación oscura a la que entró después de recorrer buena parte de la ciudad, se llegaba por un estrecho pasillo también en penumbra y un fuerte olor a resinas le hizo pensar que estaba en el cuarto de un pintor. En efecto, por el reflejo que entraba de una ventana abierta, pudo ver cuadros, bocetos y esculturas. Un hombre alto, con el pelo largo, la miraba, mientras mantenía la mano derecha sobre un libro en una pequeña mesa, cerca de la ventana. Al levantar la mano, ella alcanzó a leer sobre el libro, un nombre que no le dijo nada: Gorki. El hombre se acercó y sin decir una palabra le movió el rostro hacia la ventana. La tenue luz se proyectaba en su cara aún hermosa, pero cubierta de arrugas y el hombre calibraba el efecto de la luz mortecina y la niebla reinante plasmadas sobre un rostro de mujer madura. Con mano suave, el hombre le recorrió las mejillas y examinó sus cabellos recogidos en la nuca; luego la observó de lejos y por un momento pareció estar satisfecho. No obstante, dio un suspiro de desaliento y se dirigió a la mesita. La mujer vio como tomaba un sobre y se acercaba con él. “Mi paga”, pensó. El hombre se volvió entonces a su enviado y con una voz de murmullo que estaba acorde con la habitación en penumbra, le dijo algo que ella apenas alcanzó a percibir:
–Es lo que más se acerca a lo que quiero. Pero no es la modelo exacta que yo he imaginado para La Madre.