Economía en sentido contrario: Banamex
La recomendación era puntual, sin lugar a ninguna sola duda o mala interpretación. Muy precisa.
Ya era el día x, del mes n, del año de Dios y nada cambiaba.
Los sucesos hacían recordar cuál era la etapa del año que se vivía y para un ser, cuyo uno de sus elementos es el aire, argumentos sobraban para el enfado o hastío, el trabajo parecía no tener fin y aún faltaba hacer lo propio.
Sí, aquello que le era para su propia personalidad y sin embargo el día se agotaba muy rápido y la dura decisión era, ¿lo hago o lo dejo para mañana?
A punto de la tumba la decisión tenía que ver con el reclamo de la cama a la osamenta que dedicada al resto del mundo, menos a su cuerpo, le exigía descanso.
Así concluía una jornada más. El día siguiente esperaba, con la esperanza de encontrar algo nuevo.
En esa voraz escalada de tareas sus días de malecón pasaban y la tranquilidad del mar siempre miraba sus pasos sin que él fuera admirado.
Ante esa desdeñosa conducta la casa de Poseidón se consolaba con un simple, algún día esos ojos sin color se volverán a descubrirme.
Ojos de los que no podían saber su color, acaso cafés, negros o de cuales quiera otro color, que seguro se con fundían por la revuelta de las abrumadoras labores pero que, deseados se convertían en un esquizofrénico frenesí para las aguas del mar.
La paciencia se agotó, el elemento agua no quiso esperar más, con la temperatura al máximo de caliente, el aire gélido del desinterés las fuerzas chocaron y en el colapso, el huracán apareció.
A su paso desbordó ríos y abarrotó de aguas las lagunas.
Fustigó árboles y destrozó viviendas, llevó toneladas de desechos al mar, que por fin había sido visto y que sin embargo ahora con rugidos exigía paz.
Pasado el desastre provocado por la conjunción, la paz se agolpó.
En el remanso de enmiendas, no faltaron ojos que habiendo mirado el origen habían optado por las consecuencias a la espera de un encuentro que les provocara vivir momentos fuera de su propio tedio, en busca de tener también, su propio huracán.
Por eso la recomendación puntual la recordaba textual: “mantén el ritmo, llega al final”.