
¿Quién le quiere poner el cascabel al gato?
Espresso ComPol
David Owen es un célebre autor, político y neurólogo inglés quien publicó un libro fundamental para las personas interesadas en la política y el poder: En el poder y la enfermedad”. En su obra, Owen comienza analizando el fenómeno de la hubris, (mejor conocida como locura o borrachera de poder) a la que describe como un trastorno derivado de la posesión y ejecución del poder.
El excanciller británico analiza cómo la hubris se manifiesta en la persistencia en el error y la incapacidad para cambiar de rumbo, llevando a decisiones insensatas, estúpidas o irreflexivas (en el México muy reciente tenemos muchas de esas). Su libro revisa (después de profundizar en la hubris) casos históricos de líderes que han desarrollado este síndrome, incluyendo figuras como John F. Kennedy, François Mitterrand, Adolf Hitler, Winston Churchill y otros. Además, analiza la relación de la salud del gobernante y el ejercicio del poder.
Además, profundiza la importancia de los mecanismos de control democrático para evitar que la borrachera del poder cause estragos en la política y afecte la vida de la sociedad
Una de las características de la hubris es la falta de consulta y diálogo con otros actores políticos y sociales, lo cual revela, la soberbia que caracteriza a personas que han sido contagiadas por la borrachera del poder.
El libro de David Owen se ha vuelto un clásico cuando se trata el escabroso tema de la hubris, fenómeno que no es nuevo, ya que ha sido observado a lo largo de la historia en diversas figuras de poder, sin importar el tamaño del cargo.
En el contexto de la política mexicana, esta característica se ha manifestado en numerosos alcaldes, gobernadores y presidentes de la república. Incluso desde el México prehispánico y durante la época de la colonia. Los religiosos tampoco han estado exentos del contagio de la hubris.
Esta hubris o borrachera del poder, tiene como elementos principales una confianza excesiva y desmedida que lleva a las personas líderes a tomar decisiones imprudentes, creyendo que están por encima de las leyes y normas que rigen a la sociedad (¿Recuerdan la célebre frase “al diablo las instituciones”?).
Uno de los ejemplos más notorios de hubris en la política mexicana es retratado en un clásico del escaso cine político mexicano: “La ley de Herodes”, en el que Varguitas (interpretado por Damián Alcázar) es mordido por el gusano de la hubris al ser nombrado alcalde sustituto de la ficticia población de San Pedro de los Sahuaros.
Pero, eso es en la ficción. En la realidad, México ha gobernadores y presidentes que, cegados por el poder, han incurrido en actos de corrupción y abuso de autoridad.
Estos líderes, convencidos de su invulnerabilidad, han desviado recursos públicos para beneficio personal, ignorando las necesidades de la población que los eligió. La historia reciente está plagada de casos en los que la ambición desmedida ha llevado a la caída de figuras políticas que, en su momento, parecían intocables.
Gracias a la televisión, los excesos de las personas gobernantes pudieron ser conocidos, especialmente de los presidentes mexicanos. Pero, en la autoridad más próxima, como son las presidencias municipales, la hubris también se manifiesta en la forma en que algunos alcaldes y alcaldesas han ejercido su mandato.
Entre más borracho de poder está el gobernante, más se nota la centralización del poder y la falta de rendición de cuentas y cree que su visión es la única y la correcta, toman decisiones unilaterales que han tienen consecuencias negativas para sus gobernados
La cercanía con la ciudadanía y el control sobre los recursos municipales pueden llevar a estos líderes a creer que tienen un poder absoluto. La falta de transparencia y la toma de decisiones arbitrarias son señales de que la hubris ha contagiado por completo a su gestión. La historia ha demostrado que, tarde o temprano, la borrachera del poder lleva a la caída de estos líderes, ya sea por la vía legal o por el rechazo de la ciudadanía.
De acuerdo con la información pública ventilada en medios de comunicación del estado mexicano de Chihuahua, un caso que comienza a trascender a nivel nacional es el del alcalde del municipio de Hidalgo del Parral, Salvador Calderón Aguirre.
Hidalgo del Parral enamoró al revolucionario mexicano Francisco Villa, quien murió asesinado ahí mismo en julio de 1923. Es una de las ciudades más antiguas del estado más grande de México y una de las principales ciudades.
Fuertemente politizada, Parral ha sido gobernada por el PRI, PAN y fue de una las primeras en tener un alcalde independiente, allá por 2016, en la figura del célebre Alfredo “El Caballo” Lozoya quien construyó un capital político tan sólido que lo llevó a heredar la alcaldía a uno de sus fieles escuderos en 2021.
Tuvo el control político del municipio por 8 años y en el 2024, un perfil que pintaba como una esperanza de oxigenación y renovación del ejercicio del poder político, postulado por el PRI y PAN: Salvador Calderón Aguirre, mejor conocido como “Chava”, le ganó la elección a Sol Sánchez esposa del ex alcalde Alfredo Lozoya y al empresario morenista Otto Valles.
Chava Calderón asumió la alcaldía entre enorme expectativa y esperanza en septiembre de 2024. A menos de un año Calderón ha demostrado (por sus acciones que han sido documentadas por medios de comunicación) tener severos síntomas de hubris o borrachera del poder.
Según lo documentado por El Diario de Chihuahua en días pasados, “Calderón Aguirre enfrenta una investigación por parte de la Fiscalía Anticorrupción del Estado de Chihuahua, luego de que denunciaron una presunta exigencia indebida de pagos a la empresa Telcel y la clausura de sus antenas, lo que derivó en afectaciones a miles de usuarios en el sur del estado”.
Es decir, el alcalde Calderón chantajeó vía tercera persona al gigante de la comunicación y dejó incomunicados a miles de chihuahuenses del sur del estado.
Este es el escándalo más reciente de Calderón, quien, en menos de un año, ha derrochado su capital político, el cual parece estar totalmente acabado. No hay día que las y los parralenses compartan alguna información que explota en un escándalo nuevo y todos tienen que ver con la percepción de corrupción, tráfico de influencias y ausencia de liderazgo.
Por eso, es fundamental que la sociedad mexicana esté alerta ante los signos de hubris en sus líderes. La rendición de cuentas, la transparencia y la participación ciudadana son herramientas clave para evitar que la borrachera del poder se apodere de quienes ostentan el poder. Solo a través de un ejercicio democrático y vigilante se puede garantizar que los líderes políticos actúen en beneficio de la población y no de sus propios intereses.
La hubris es un mal que ha afectado a numerosos políticos mexicanos; Chava Calderón sin duda no es el único, pero dada la rapidez con la que se contagió de la hubris, se ha quedado sin capital político y, por ende, sin carrera política, la cual murió mucho antes de que empezara.
Y así, Alfredo “El Caballo” Lozoya y la ola naranja de Movimiento Ciudadano, se frotan las manos y guardan cada yerro del priista Calderón, puesto que con cada día que pasa, Calderón hace todo lo posible para regresarles el poder del Ayuntamiento de Hidalgo del Parral sin mucho esfuerzo.
Así que, gracias a la hubris, Calderón derrumbó toda esperanza de un cambio y buen gobierno.
ESPRESSO COMPOL
La historia está llena de ejemplos de cómo la desmesura y la soberbia han llevado a la caída de estos líderes. Es responsabilidad de la ciudadanía y de las instituciones democráticas mantener un control constante sobre el ejercicio del poder para evitar que la hubris siga causando estragos en la política mexicana.