El episcopado ante el segundo piso de la 4T
CIUDAD DE MÉXICO, 29 de abril de 2019.- María de los Ángeles Moreno Uriegas me dispensó no solo un trato de amigo cercano, sino que en momentos importantes me hizo sentir que me tenía una confianza tan importante como inmerecida.
Hoy escribo, dolido por su partida siempre prematura, dos memoraciones que ilustran su valor y su congruencia.
1.- Eran los días posteriores al fatídico 28 de septiembre de 1994, fecha en fue asesinado el entonces poderoso diputado federal electo, José Francisco Ruíz Massieu, personaje del que se aseguraba que una vez que colocara la banda presidencial a Ernesto Zedillo solicitaría licencia al Congreso para hacerse cargo de la Secretaría de Gobernación, cuando recibí una llamada de María de los Ángeles Moreno.
La entonces presidente del comité nacional del PRI me pedía que fuera a sus oficinas para que le diera mi opinión sobre un documento que daría a conocer a la opinión pública para fijar la posición de su partido ante las especulaciones de todo tipo que circulaban sobre la desaparición del diputado Manuel Muñoz Rocha y que algunas de ellas involucraban a la dirigencia nacional del Revolucionario Institucional.
Era un documento puntual, valiente y preciso como todos los que caracterizaban los escritos de María de los Ángeles Moreno.
La presidenta del PRI tenía en esos días el acoso de Mario Ruíz Massieu, a quien el presidente Carlos Salinas designó como subprocurador de la PGR para realizar las investigaciones del asesinato.
En los momentos en que me tocó estar con ella en esos días siempre la vi serena ante una presión que no era un asunto menor. Involucraba para el presidente en turno su relación presumible con el caso y realizar para Ernesto Zedillo un trabajo político aséptico y profesional que no le complicara su entronización como presidente de México.
Y así cumplió María de los Ángeles Moreno, de cara a la nación, con esas importantes tareas para que el país no se convulsionara más de lo que ya estaba con los asesinatos políticos de Colosio y Ruíz Massieu.
2.- En un desayuno que tuvimos María de los Ángeles y el redactor de estas notas en un restaurante ubicado en la esquina que forman las calles de Insurgentes Sur y Extremadura, Konditiori, la entonces presidenta del senado me contó que en la sesión de ese día resolvería un desacuerdo suscitado entre dos importantes legisladoras por cuestiones de su ubicación en el salón de sesiones de la vieja casona de Xicoténcatl.
Beatriz Paredes, senadora y dirigente nacional de la CNC, había sido ubicada en un lugar que otra dirigente de un sector del PRI, Elba Esther Gordillo, lidereza de la CNOP, no consideraba equilibrado de acuerdo a sus representaciones.
Con oficio y tacto político María de los Ángeles Moreno resolvió la tormenta en un vaso de agua que se había formado por el asunto referido y tanto Beatriz como Elba Esther quedaron satisfechas con el reacomodo, y ella continuó siendo una presidenta de la llamada Cámara Alta con reconocimiento y con total poder.
María siempre fue una política que dignificó los cargos que ocupó en su partido, en los cuerpos legislativos de los que formó parte y en los cargos de administración pública que desempeño.
Descanse en paz una gran mexicana.