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OAXACA, Oax., 20 de octubre de 2016.- Huelga decir que el dilema del que se desvía de la fe es el de una profunda confusión.
Cree que ha perdido la posibilidad de tener el consuelo que ofrece cualquier convicción.
No puede alcanzar ni el más mínimo grado de esa seguridad que tiene el creyente, el agnóstico o el ateo.
Es el vivo retrato de la confusión.
Doce Pasos y Doce Tradiciones
Durante mis primeros años de sobriedad, yo me resistía al concepto de Dios.
Las imágenes que me venían, evocaciones de mi pasado, estaban cargadas de temor, rechazo y condena.
Entonces oí describir a mi amigo Ed la imagen que tenía de un Poder Superior: cuando era niño se le había permitido tener una camada de perritos siempre que asumiera la responsabilidad de cuidar de ellos.
Todas las mañanas encontraba las inevitables deposiciones de sus perritos en el piso de la cocina.
A pesar de sus frustraciones, Ed decía que no podía enojarse porque esto es “natural” en los cachorritos.
Ed decía que Dios ve nuestros defectos y faltas con una comprensión y cariño similares.
A menudo he encontrado solaz para mi confusión personal en el concepto tranquilizador que Ed tenía de Dios.