Diferencias entre un estúpido y un idiota
CIUDAD DE MÉXICO, 6 de marzo de 2020.- Seguramente nadie imaginó –ni en la pesadilla más indeseable–, que alguna vez los medios de comunicación mexicanos se pudieran convertir en el más poderoso motor de las mentiras oficiales.
Por ejemplo, si durante los gobiernos de Zedillo, Fox, Calderón o Peña, algún investigador hubiese pronosticado que la mayoría de medios nacionales se prestarían para impulsar voluntariamente las mentiras oficiales, sin duda los demócratas mexicanos, los congruentes políticos de izquierda y la sociedad, habrían calificado de loco al investigador y de imposible para la democracia mexicana tal hipótesis
Y, ante esa posibilidad, seguro presenciaríamos una escandalera en defensa de la democracia y en rechazo a la eventual complicidad mediática –de la prensa, la radio, la televisión y, sobre todo de medos digitales y redes–, para solapar las mentiras del presidente.
Y ante lo impensable, se habrían movilizado los demócratas mexicanos, las izquierdas y, sobre todo, la academia; todos en defensa de la verdad y contra la eventual llegada de un presidente que, por decreto, pudiera obligar a los medios a solapar sus miles y miles de mentiras.
Incluso, ante la mera posibilidad, algunos dueños de medios y los ombudsman de sus audiencias, habrían reaccionado y se habrían negado a la posibilidad de difundir, sin chistar, una cascada de mentiras oficiales.
Sin embargo, en los hechos, desde el arranque del gobierno de López Obrador, la hipótesis arriba planteada se hizo realidad.
Es realidad, por ejemplo, que casi todos los medios –prensa, radio, televisión, digitales y redes–, difunden sin chistas las decenas de mentiras que, de lunes a viernes, dice el presidente mexicano, a quien una sola empresa –SPIN, de Luis Estrada–, le ha documentado casi 22 mil mentiras en sólo 15 meses de gobierno.
Y es que, en el gobierno de López Obrador, y por decreto presidencial, todas las mañanas, durante dos horas –en promedio–, se instala una “cadena nacional” de la mentira, la difamación y la calumnia; cadena nacional a la que se sumen páginas digitales, medios locales y no faltan los que, en el extremo del ridículo, ya comercializan la montaña de mentiras oficiales.
Y contra lo que muchos habrían creído, en los hechos, en el día a día de las “mañaneras”, no existe un solo medio –en prensa, radio, televisión, digitales y redes–, capaz de advertir cada mañana a sus respectivas audiencias que es mentira tal o cual declaración, calumnia o difamación presidencial.
Nadie de la llamada prensa nacional se atreve a desmentir –en tiempo real–, las mentiras del presidente, las declaraciones falsas y carentes de sustento, las calumnias y las campañas de difamación.
Y menos se atreven a decirle por su nombre, a esa innegable realidad de que el presidente mexicano no sólo es un mentiroso patológico sino que está entre los mandatarios más mentirosos del mundo.
En los hechos, los medios nacionales se han convertido en los grandes difusores de miles de mentiras oficiales, ante el silencio de todo.
¿Dónde está, por ejemplo, la academia, los defensores de las audiencias, los políticos de izquierda que por décadas cuestionaban a Televisa por difundir las mentiras oficiales?
Hoy, el primer gobierno dizque de izquierda, el primer presidente dizque de izquierda, es el más mentiroso y de lunes a viernes, todas las mañanas, protagoniza una cadena nacional para difundir mentiras que nadie aclara, que pocos cuestionan y que a nadie parece importar.
Incluso, resulta monstruoso que ningún medio haya realizado un reportaje de las casi 22 mil mentiras del presidente mexicano, convertido en uno de los mandatarios más mentirosos del mundo.
¿Dónde están, por ejemplo, las voces de los políticos de izquierda que surgieron del movimiento de 1968, cuya consigna central era la de “prensa vendida”?
No aparecen esos políticos y tampoco los especialistas que debieran poner el grito en el cielo porque todos o casi todos los medios difunden sin chistar las mentiras oficiales, a cambio de pingües prerrogativas.
Y es que quienes vivieron –vivimos–, el México de Díaz Ordaz, el México de 1968, aún recordamos aquel grito emblema de las protestas callejeras que marcó y hasta satanizó a una generación de periodistas.
“¡Prensa vendida…!”, gritaban los contingentes juveniles de la izquierda “sesentayochera”; esa dizque izquierda de la que se dicen herederos los impostores de Morena, hoy el partido en el poder, idéntico al PRI de Díaz Ordaz.
¿Quién, de los grandes medios, de los reputados periodistas e intelectuales, se atreverá a alzar la voz contra esa monstruosidad de la mentira que son “las mañaneras”?
Al tiempo