La Constitución de 1854 y la crisis de México
Seguridad y defensa
Justo cuando todas las apuestas perfilaban una situación de ruptura institucional de México con Estados Unidos por los litigios en el funcionamiento del Tratado de Comercio Libre, el presidente Joseph Biden mandó un cambio de jugada y sus representante Anthony Blinken estuvo en México a una reunión del Diálogo Estratégico sin tocar los puntos en conflicto y reforzando los lazos de amistad entre los dos presidentes.
El trasfondo de este comportamiento estadounidense tiene que ver con el proceso electoral de noviembre próximo cuando habrá elecciones legislativas y de gobiernos estatales en Estados Unidos y por primera vez y rompiendo la tradición el Partido Demócrata en el poder pudiera tener posibilidades de mantener las mayorías, pero sin descontar la capacidad revulsiva del expresidente Donald Trump que también está potenciando su candidatura presidencial del 2024 en las elecciones intermedias.
El presidente López Obrador había anunciado que el 16 de septiembre daría un discurso nacionalista e independentista para lanzar una confrontación directísima contra la Casa Blanca y Estados Unidos como una especie de vacuna estratégica que le sirviera en los litigios sobre temas energéticos que se llevan en tribunales del T-MEC por la expansión de la CFE y Pemex a costa del intento de anulación de contratos con empresas estadounidenses,
El conflicto sobre el Tratado había escalado niveles de riesgo en las relaciones bilaterales y había involucrado directamente a la Casa Blanca a favor de las empresas estadounidenses a través del papel gestor de empresas del embajador estadounidense Ken Salazar y la alianza política entre las poderosas empresas y el Congreso estadounidense, como para registrar el hecho de que se trataba de un asunto de Estado y no solo de litigio con empresas obligadas a cumplir con las regulaciones mexicanas.
Los últimos dos meses fueron importantes para el presidente Biden porque utilizó todo el poder institucional de la Casa Blanca para favorecer a los demócratas, incluyendo un programa de rescate del poder de compra de los ciudadanos con efectos inflacionarios que tiene enfurecida a la Reserva Federal y la obligado a subir las tasas de interés para retirar dinero circulante que llevó la inflación a una tasa de 9% en julio, además de la decisión electoral de Estado de lanzar al FBI en contra de Donald Trump con un registro de su casa en Mar-a-Lago en Florida en busca de supuestos documentos comprometedores.
Y por si faltara un elemento, de manera oficial el presidente Biden anunció que se presentará a las elecciones presidenciales de 2024 con 82 años encima para evitar no tanto el triunfo republicano, sino el regreso de Trump a la Casa Blanca, aunque en el sector político siguen creciendo dudas de que pudiera tener la capacidad y la fuerza para estar otros cuatro años en la Casa Blanca y con indicios de que no habría en otros precandidatos demócratas una figura que pudiera darle pelea a Trump.
El escenario de movimientos estratégicos tenía contemplado la variable México, sobre todo por la relación cercana, la amistad y el sentido de oportunidad del presidente López Obrador para utilizar a Trump como parte de su agenda de negociación con la Casa Blanca. En todos los mensajes de los últimos año y medio, López Obrador ha insistido en su buena relación con Trump y éste ya envió mensajes de que estaba incorporándolo a su discurso de campaña por el tema vital de las relaciones México-Estados Unidos en la agenda migratoria, del narcotráfico y del Tratado comercial.
En los últimos dos meses se tienen informaciones de dos cartas personales del presidente Biden al presidente López Obrador como parte de una estrategia de seducción política. En este contexto se le daba importancia fundamental a la visita del secretario de Estado Blinken a México dentro del diálogo estratégico binacional y con la expectativa de qué López Obrador podría romper buena parte del Tratado, confrontar a Biden y aumentar sus relaciones estratégicas con Trump. En cambio, Blinken desarrolló una inusual y desconocida muestra de amistad al excluir los temas candentes y mandar los conflictos sobre empresas del tema a los tribunales respectivos y evitando el mensaje de que la Casa Blanca era la representante de intereses empresariales acusados de violar reglas comerciales.
Desactivada la ruptura, el presidente López Obrador informó que no habría el candente discurso del 16 de septiembre y aprovechó la oportunidad para refrendar su estrategia en temas que irritan a Estados Unidos: el nacionalismo, la defensa de Julian Assange, la visita como invitados especiales de líderes progresistas latinoamericanos de corte antiestadounidense y el referéndum de que no habrá concesiones en las negociaciones en los tribunales del Tratado y que México seguirá manteniendo una estrategia nacionalista en materia de comercial.
El cambio en la estrategia de la Casa Blanca hacia México no significa la aceptación de las razones mexicanas, sino que habrían sido decisiones coyunturales de posposición de conflictos y negociaciones tensas en los tres temas fundamentales de las relaciones bilaterales: la crisis migratoria que no tiene solución y que se ha convertido en un problema demócratas-republicanos de tipo electoral, el grave asunto del narcotráfico que se resume al contrabando mexicano de fentanilo que sigue asesinando a adictos estadounidenses que tienen todas las facilidades para acceder a las drogas y las presiones de empresas estadounidenses que están perdiendo ventajas en México por la aplicación de reglas nacionalistas y excluyentes a favor de empresas mexicanas del Estado.
La agenda estadounidense de Biden le ha quitado presión desestabilizadora a la relación de México con Estados Unidos, pero ha dejado latente los problemas para el próximo año.
El autor es director del Centro de Estudios Económicos, Políticos y de Seguridad.
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