Día 18. Genaro, víctima de la seguridad nacional de EU
Para Joel Aquino
OAXACA, Oax., 5 de diciembre de 2017.- El maíz canta y llora, eso no todos lo saben.
Cada vez menos personas buscan al maíz para escuchar su canto o su llanto, eso también es muy cierto y muy triste.
En los tiempos de la santa inquisición, las personas que leían el maíz, que lo escuchaban hablar, cantar o llorar, eran quemados con leña verde, ahora no hay santa inquisición pero apenas hace unos días unas mujeres fueron acusadas de brujas.
En Oaxaca, nuestra vida está marcada por el maíz.
En la pieza donde mi madre me parió se guardaba la mazorca y el maíz. La mazorca se asoleaba en el patio y desgranaba en el corredor, pero al llegar la noche el maíz se metía a la pieza grande. Junto al maíz tendíamos nuestro petate para dormir. Ahí también estaba el altar. Fue en esa misma pieza donde mi madre se preparó para alumbrarme, hincada en el petate me recibió mi madrina.
Mi abuelo Fidel me platicó que nuestro corazón tiene forma de mazorca, y que si somos malos en la vida los maíces, que conforman el corazón, se van picando y el corazón, (la mazorca), se va desgranando, pero si somos buenos al morir conserva la forma original y los maíces, el color que adquirieron en nuestra edad adulta. Nuestros corazones tienen los colores que tienen los maíces criollos, hay corazones de muchos colores.
Mi padre creció y murió en el surco. Seguramente retornará convertido en pájaro y volará entre las chamizeras, huizaches, mezquites, carrizales, sauces y cazahuates; para estar cerca de los terrenos donde se cultiva maíz.
El maíz es vereda y camino, eso solo lo saben los campesinos y uno que otro que abre bien los ojos.
Al mar que es sal y agua también le gusta el maíz, hay quienes le dan de comer al mar: tortilla, guajolote y chocolate.
Una noche de mayo el maíz le dijo a tío Felipe que tenía que caminar para la sierra sur y visitar a la virgen de Juquila, él le acompañaría todo el camino y le daría fuerza para llegar a ver a la patrona. El maíz es camino, fuerza y compañía.
Tío Felipe me contó:
Yo estaba muy pobre, trabajaba de peón de albañil desde que me casé, a los 17 años le entré duro a la chalaneada, llegué a ser lo que le dicen media cuchara, pero a los veintisiete nació mi tercer muchito y no encontraba la salida, yo no tenía ni casa tío Flavio y aquí en el pueblo, el que tiene mujer y tiene hijos pero no tiene casa es un arrimado.
Me fui a México a buscar trabajo y ahí jalaba de lo que fuera, de cargador, de albañil remendón, de cobrador en un carro chimeco, de lo que fuera.
Un paisano me aconsejó, que fuera a la Villita pa´ ver si cambiaba mi suerte y visite a la Morenita. Le llevé nomas unas veladoras seguro que la virgen entendería mi pobreza.
A veces pienso, tío Flavio, que a lo largo de la vida vamos como escribiendo corridos, corridos tristes y corridos chingones, nosotros cantamos los corridos que nos heredaron nuestros padres y nuestros hijos cantarán nuestros corridos. En los corridos también están nuestros sueños y nuestras pesadillas.
¿Qué le heredamos a nuestros hijos tío Flavio?
Nomás nuestros corridos les heredamos. Nomás nuestros sueños, nomás nuestras pesadillas.
También a veces pienso que la vida es como un corrido que se repite, y lo único que puede hacer que el corrido que canta el hijo sea distinto al que cantaba el padre son los milagros y los milagros no pasan todos los días.
A mí me tocaron dos milagros en la vida: uno me lo hizo la virgen de Guadalupe, y otro el más grande la virgen de Juquilita. El que me hizo la virgen de Guadalupe no se lo puedo platicar, porque no es bueno platicar las cosas malas que uno hace, aunque haciendo una cosa mala te vaya bien.
Pero el otro milagro, el que de plano me sacó de pobre si se lo cuento.
Pues resulta que tía Ceferina me leyó el maíz y el maíz me dijo que caminara pa´ la sierra sur y que fuera a visitar a la virgencita de Juquila. Fui con mucha devoción, el viaje duró trece días: regresé de madrugada y mero el día que regresé como al mediodía llego mi compa Lucio y me trajo una costalilla con las semillitas que cambiaron mi vida, con semillitas de mariguana. El milagro que cambió mi vida tío Flavio.
Pinches guachos, no respetan al pobre aunque ellos son hijos de pobre: siempre tras de nosotros, pero también nos damos cuenta que algunos generales también están en el negocio, pues hay años en que se hacen pendejos y chulo nos dejan trabajar.
Oaxaca tiene quinientos setenta municipios y más de diez mil comunidades, en todas y cada una de las comunidades, sin el maíz la vida no se llamaría vida, el milagro más grande que han visto los ojos de los oaxaqueños a lo largo de su historia se llama maíz.
Más que el maguey o el mezcal, más que la mariguana o el café.
Los gobiernos tienen abandonados a su suerte a los productores de maíz en Oaxaca.
Cuando Rulfo cumple cien años sigue siendo vigente su lapidaria frase: El gobierno no tiene madre.
“— ¿Dices que el Gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú conoces al Gobierno?
Les dije que sí.
—También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del Gobierno.
Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron sus dientes molenques y me dijeron que no, que el Gobierno no tenía madre”.